Nacional

De eufemismos y otros circunloquios

Por domingo 29 de junio de 2014 Sin Comentarios

Por Faustino López Osuna*

Sumergirse en las profundas y procelosas aguas de la gramática, tiene sus bemoles, con todo y que Miguel de Cervantes Saavedra se haya auto nombrado, legítimamente, Padre de  la Lengua (española, claro). Yo sabía que eufemismo y circunloquio eran sinónimos. Pero al decidirme a escribir sobre ellos, la cosa tomó otros matices. Por ejemplo, en tanto que eufemismo, del griego euphémismos, en retórica, es modo de expresar con suavidad o decoro ciertas ideas, su sinónimo, circunloquio, con todo y ser lo mismo, se amplía. Además de rodeo de palabras, que implica prolijidad, tiene, a su vez, otros dos sinónimos: ambage y perífrasis. (Increíble: la computadora desconoce la palabra ambage, que es rodeo de palabras; de ahí que decir sin ambages es decir sin rodeos, al grano).

Perífrasis, sin embargo, es el parónimo de paráfrasis, que significa explicación o interpretación amplificativa de un texto, que es lo que se hace en una traducción libre en verso. Todo esto puede servir para afirmar que aunque las sinonimias son simples, no dejan de ser complejas.

Ya en Filosofía alguna vez lo supe: no hay nada simple simple; hasta lo más simple es complejo. Sobre el adjetivo y sustantivo parónimo, el diccionario consigna: dícese de los vocablos que tienen entre sí relación o semejanza por su etimología o por su forma. Pero por ahora dejamos hasta aquí tales disquisiciones gramaticales.

Y dígase si no tomó matices eso de saber que eufemismo y circunloquio no pasaban de ser sinónimos. Lo anterior viene al caso porque vivimos inconscientemente saturados de eufemismos o modos hipócritas de designar las cosas, por conveniencia o para que no se escuche tan feo lo que se dice. La invasión de la modernidad en el llamar de otro modo a las cosas comunes y corrientes, hace que muchas personas se mantengan al borde de la esquizofrenia (desorden psíquico caracterizado por la incoherencia mental). Para no llamar pordiosero a un pordiosero (también pedigüeño, pobre, mendigo), se le nombra ahora persona “en situación de calle”. Una corta frase de cuatro palabras inocuas, incoloras e insaboras, suple cuatro adjetivos y sustantivos del español, sin ser sinónimos. En nuestra sociedad de consumo salvaje, pareciera que las empresas publicitarias, tan socorridas a muy buen precio en las campañas políticas para acuñar o producir el eslogan más impactante para imponer en la conciencia colectiva la imagen de los candidatos, también arman esos “mensajes” chatarra, como para un prontuario de expiación de culpas. Más tardan en usarse que en desecharse. A algún genial libretista de la televisión comercial se le ocurrió, en un culebrón tele novelero, hacer que un personaje de barrio del Distrito Federal supliera un no con la expresión “para nada”, y dio en el blanco. La amplificación instantánea y simultánea del dicho en millones de hogares de mexicanos, se volvió modo conspicuo y elegante del habla nacional, ante la pasividad de por vida de la Academia de la Lengua. ¿Estarías de acuerdo en dejar de protestar por el permanente incremento al precio de la gasolina? Para nada.

Expresándose de ese modo, la campaña nacional contra los estupefacientes, podría quedar como “Di para nada a las drogas”. Y todos contentos. Recientemente, durante un desayuno en un restaurante en la Escollera que va al faro de Mazatlán, un parroquiano, hablando sobre el mismo tema de los eufemismos, acotaba, no sin sorna, que los corruptos no eran corruptos, sino individuos que desarrollaban habilidades: habilidad para cobrar sin trabajar (no aviador), habilidad para quedarse con lo ajeno (no ladrón), habilidad para vivir en la mentira (no hipócrita). Y así sucesivamente, para contento de antiguos escritores moralistas como Esopo, La Fontaine, Samaniego e Iriarte, que dejaron para la posteridad fábulas en las que caracterizan tales conductas humanas, ilustrándolas y ejemplificándolas con diversos especímenes del reino animal. Toda una síntesis de lo anterrior lleva a cabo Augusto Monterroso en su obra “La oveja negra y demás fábulas”.  Habría que agregar que en todo ello hay una suerte de cinismo (doctrina de los filósofos cínicos; impudencia, desvergüenza, procacidad) en contra del pudor, la reserva y la decencia. También en ello existe vicio. Pero de este trataremos más adelante. En otro circunloquio.

*Economista y compositor.

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