El lenguaje hablado, ésa enunciación singular de la propia verdad, es la lucubración de un saber hacer con. Esa especie de artificio con la lengua propia (la que nos hablaron y que hablamos), nos saca de nosotros mismos. En principio esto carece de sentido, hasta que al oír esta ausencia, sacamos de ello un sentido nuevo que nos reconforta. María R. Borgatello de Musolino. De la voz al logos la carne se hace verbo.
Por Verónica Hernández Jacobo*
La función del lenguaje en psicoanálisis es importantísimo, ya que éste es su herramienta fundamental de trabajo, aun con niños que para el discurso corriente cientificista carecen de audición, o bien que presenten “patologías” del habla, sabemos que en estos casos algo del orden del deseo esta por decirse pero que son derivadas hacia el cuerpo.
El verbo es por tanto un soporte para la humanización de los sujetos, siendo esto lo que nos separa de los otros animales donde el sujeto es verboso. En la infancia la verbalización es el modo en que el niño se auxilia, primero su demanda es un grito o llanto, luego será la palabra lo que permitirá su sobrevivencia, el verbo instituye la matriz de la razón y la conciencia, sin desarrollar el lenguaje el sujeto se quedara en las puertas del autismo, “de algún modo que intentamos entender, en el hombre la voz ha conseguido apropiarse de las hablas impuestas por el ronroneo del deseo en la carne y, por el saber impuesto por los efectos de significante. Este saber es lo inconsciente, pero en un sentido más amplio que aquel con que Lacan trabajó hasta 1969” (Borgatello de Musolino, 2007).
Así como el saber es un constructo lingüístico, verboso, que algunas veces adquiere dimensiones simbólicas o algorítmicas no dejan de ser un lenguaje, de igual modo cuando el sujeto padece el deseo sobre su carne instalándose el pathema, es decir un discurso sobre el padecer del cuerpo, en cada uno de estos fenómenos es el lenguaje su gramática, es por eso su importancia.
Esto nos lleva a plantearnos la naturaleza de lo verboso en el sujeto se despliega también a lo largo y ancho del cuerpo incluso en sus lógicas eróticas, ya que el sexo del cual habla el psicoanálisis no tiene que ver con lo biológico sino con lo lenguajero, ahí donde la erótica es un decir. “el hombre obra con los pensamientos, que son palabras, porque debe saber hacer con la sexualidad que reina en su especie. Si obra lo sexual con las palabras -mots-, es porque la pulsión genital no es de ningún modo natural. La sexualidad esta capturada en las palabras” (ibid).
La sexuación es un modo de subjetivar lingüísticamente los sexos, más allá del sentido simplista de la reproducción o bien de las poses sexuales, en este sentido la implicación del verbo es para nosotros de capital importancia.
Así como en la causa del autismo se intenta estructurar una patología de mercado que sea rentable económicamente cuyo sustrato sea solo biológico, desde nuestra práctica sabemos que el autismo no lo agota ese determinismo biológico, el autismo en manos del cognitvismo solo se ha multiplicado por diez en los últimos veinte años nos dice Eric Laurent.
Cuando se intenta explicar el todo biológico para el caso del autismo se escamotean otros puntos de vista, pero el todo biológico lleva una impronta ideológica y política frente a esto tenemos que sustraernos ya que el autista ni es un deficiente congénito sino que es un sujeto con potencial, si es problema congénito esta aseveración tiende a desesperanzar a sus opciones psicoanaliticamente orientados y aunque se comprobará algún día que el autismo está determinado por un disfuncionamiento biológico, y por ello sea un asunto de las ciencias duras, no sería menos cierto como dice Maleval, que el individuo siempre tendrá que subjetivar sus consecuencias y ahí comienza el psicoanálisis… de nuevo.
*Doctora en educación