El siglo XVIII es de misiones, misioneros y militares, en La Sierra Gorda – Querétaro- y en las Californias, también es la etapa de la Colonia donde se da forma a la eterna receta de la vida: salir a otros rumbos a dejar huella en la historia y desde luego plantar la de lugar natal. A esta estirpe de viajeros pertenece José Domingo Arguello, quien llegó al mundo el 20 de diciembre de 1753, ocho días después de que fue inaugurado el órgano de la iglesia de la Congregación -diseñado por Ignacio Mariano de las Casas- en su ciudad de orígen. Andrés Garrido del Toral cuenta sobre esta época: “En 1671, Querétaro, fue denominada 3a ciudad del reino, el reconocimiento existió hasta el siglo XVIII”, la vencida Tenochtitlan y Puebla de los Ángeles completaban la tercia.
Las cinco misiones de la Sierra Gorda fueron fundadas entre 1750 y 1760, los pames las construyeron con el mejor de sus esfuerzos bajo la dirección de Junípero Serra, Juan Crespi, Juan Ramos de Lora, entre otros frailes que supervisaron la construcción de los templos – hoy, parte del Patrimonio de la humanidad-: Misión de Jalpan, San Francisco de Asís del Valle de Tilaco, San Miguel Concá, Santa María de la Purísima Concepción de Landa y Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol, centros sociales y religiosos para evangelizar a los habitantes de las naciones indias que vivían en esa zona. Junípero Serra, misionero y doctor en teología por la Universidad de Lulian, al terminar su labor en estas misiones, partió para cumplir una nueva tarea que el virreinato le encomendó: La misiones de California y su destino.
Corría la mitad del año de 1767, los jesuitas fueron expulsados de la Nueva España por el virrey Carlos de Croix y el visitador José de Gálvez, quienes siguieron las órdenes de Carlos III. La Corona española determinó que su arbitraria decisión era necesaria ya que los religiosos de la Compañía de Jesús se oponían a las condiciones de esclavitud y opresión a las que eran sometidos los amerindios; las autoridades decidieron que fueran los franciscanos quienes los suplieran. Helia D’ Acosta escribe: “El padre guardián nombró presidente de esas misiones a Fray Junípero Serra. Aquí se inicia la etapa verdaderamente gloriosa del beato mallorquino. Salió de la capital el 16 de junio de 1767, rumbo a Tepic, acompañado por su inseparable Francisco Palau y otros seis franciscanos. La expedición militar se encomendó al capitán Gaspar de Portolá, designado primer gobernador de la California”.
1.- En tiempos coloniales fue muy popular el dicho de: “Para salir de provincia sólo rico, monje o soldado.”. Las versiones que se contaban de los militares que viajaban junto a los evangelizadores, despertó la vocación guerrera de algunos lugareños de la ciudad conventual que se dieron de alta en el ejército, otros tomaron los hábitos.
En 1772, José Domingo Arguello ingresó al regimiento de los Dragones, el mismo año en que convaleció Serra en el Convento de la Santa Cruz, del sarampión con fiebre que lo atacó en su viaje de la California a la capital para entrevistarse con el virrey Bucareli. Las acciones bélicas contra los naturales hablan de barbaries y heroísmos, como se dice: “en esta vida/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira.”, en estos actos el queretano jugó un papel importante.
En 1781, ocupó el cargo de sargento en el Presidio de Altar- hoy Estado de Sonora-, fundado seis años antes por el capitán Bernardo de Urrea para la colonización del pueblo pima. En Altar contrajo matrimonio con María Ygnacia Morata en 1780, compañera solidaria quien participo al lado de José Darío- entre otras empresas- en la organización de las diez familias que fundaron Los Ángeles; como recompensa a su historial sobresaliente fue ascendido a alférez del presidio de Santa Bárbara, California.
La trayectoria militar de José Darío se inscribe en la epopeya colonialista en la Nueva España, llena de versiones contradictorias que hablan de salvajismo y hechos “civilizadores”, lo que nadie puede negar es su importancia como sucesos históricos.
Por méritos guerreros, en 1787, fue ascendido a teniente/ comandante del Presidio de San Francisco, al poco tiempo ocupó el mismo cargo en Monterey.
Sostengo que desde el inicio somos nómadas o sedentarios y José Darío pertenece a los primeros, esos que parafraseando al poeta Antonio Machado: “hacen camino al andar”, por lo tanto su tiempo es una travesía con pasajes mágicos, místicos, públicos, íntimos, sociales y familiares.
A propósito de su vida familiar, es raíz de una familia que escribió paginas en la historia californiana, debo citar que su hijo Santiago Arguello, fue capitán destacado; alcalde de San Diego, prefecto de Los Ángeles; miembro suplente del congreso en 1822, diputado y comisionado en San Diego 1833/ 1834, entre otros cargos, en su carrera de funcionario comisionado de San Juan Capistrano, miembro del Concilio Legislativo y recaudador.
Santiago- hoy la ciudad de Querétaro se llama Santiago- nació en Monterey CA, en 1791, murió en el llamado” Rancho de la Tía Juana” en 1862. Propiedad mítica que le pertenecía desde 1828. Otro de sus descendientes, Luis Antonio Arguello es el 1er Gobernador, nativo de California.
De 1769- fundación de la misión de San Diego- a 1784- fallecimiento de Junípero Serra- el impulso de los frailes a presidios y misiones permitió que sobrevivieran a pesar de crisis como la de 1777, cuando por decreto las dos Californias dejaron de depender del virrey y se convirtieron en parte de las provincias internas que dirigía Teodoro de Croix, quien ordenaba a las tropas: “castrar, destripar, ahorcar, matar en masa a los indios que incurrieran en falta”.
2-. A pesar de las salvajes órdenes existieron quienes lograron ganarse el respeto de habitantes y gobierno, por el sentido humano que lograron impregnar a sus acciones dentro de una disciplina férrea; por eso su labor fue recompensada en 1808, siendo ascendido a capitán y en 1809 a comandante del presidio de Santa Bárbara.
La gesta de la Independencia impactaba el territorio nacional y en 1814, ante el fallecimiento de José Joaquín de Arrillaga, fue nombrado gobernador interino de la Alta California por un periodo de doce meses, al término de su gestión fue nombrado gobernador de la Baja California, cargo que desempeñó hasta 1822.
Al finalizar sus funciones gubernamentales en la península, cambió su domicilio a la ciudad de Guadalajara retirándose de la vida pública sin embargo los peninsulares lo visitaban para escuchar sus opiniones sobre la nueva época independiente que vivian los ciudadanos de la Alta y Baja California.
De esta manera llego 1827 y el final lejos de la familia que residía en el lejano norte, él esperaba en paz la muerte. Su final tiene diferentes fechas algunos biógrafos señalan que fue en julio y otros en el otoño de ese año; lo cierto es que su deceso causó consternación entre amigos, conocidos y gobernados quienes lo reconocían como un buen administrador, un ser comprometido con la disciplina y justicia, pero sobre todo a un hombre que amó a las Californias por eso con justa razón se le llama: El queretano de las Californias.
Fray Junípero Serra, Helia D’ Acosta. Editorial Tradición. 1990
*Autor e investigador