Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
Desde el principio de la Historia de la humanidad, se ha hablado de manera constante de una raza anterior de dimensiones verdaderamente gigantescas. Estos rumores, han ido más allá cuando se han presentado hallazgos de esqueletos de hombres, o tal vez sea más correcto decir homínidos, que habrían medido más de tres metros de alto. Los hallazgos mencionados, han sido publicados en diversas revistas científicas y en diarios tan prestigiados como el New York Times. Curiosamente, después de que se realizan publicaciones acreditadas de manera científica, de pronto todo parece esfumarse o la noticia se cubre de cortinas de humo a la manera del más refinado procedimiento de la más afamada institución de espionaje. Desde luego, no es ningún secreto que hay muchísimas cosas que son deliberadamente distorsionadas o bien se ocultan para que el secreto se conserve en solamente una élite privilegiada que pueda manejar ese conocimiento para beneficio propio llámese la institución de la manera que sea y con las siglas que fueren.
Así que, si hacemos conciencia de la enorme cantidad de información que en general se oculta y se maneja en las cúpulas del poder en todos los rincones de la tierra, resulta lógico que surja la duda acerca de la posibilidad de la existencia de esta arcaica raza de gigantes. En todas las obras que han dejado las diferentes culturas del mundo entero, encontramos manifestaciones escultóricas y pictóricas de gigantes que en la inmensa mayoría de las ocasiones, se interpretan como simples homenajes, elegías a posibles deidades magnificándolas dada su jerarquía por sobre los mortales. Así, por ejemplo, tenemos en nuestras culturas prehispánicas, los llamados Gigantes o Atlantes de Tula. Según algunos historiadores eran pilares que soportaban en techo del templo de Quetzalcóatl.
Otros investigadores simplemente hablan de que eran reproducciones de guerreros que custodiaban los cuatro puntos cardinales de la ciudad de Tollan. Se les conoce como los atlantes porque en esas estatuas monumentales muestran un arma conocida como atlatl que llevó a nombrarlos atlantes por ser los que utilizaban el arma lanza dardos conocida con ese nombre: Atlatl. Así en la mitología prehispánica en general, siempre se encuentran relatos de hombres que existieron en la antigüedad que medían cerca de cuatro metros de alto.
Estos hombres, estos gigantes, se cuenta que existieron también en la parte norte de la república y una leyenda muy antigua de los pieles rojas, habla de que esos gigantes fueron expulsados de su territorio hacia el sur. Desde luego, en otras latitudes del orbe, encontramos mil y una leyendas de gigantes que habrían existido muchos años atrás. Prácticamente no hay mitología, cosmogonía de ningún pueblo de la tierra que no hable de los gigantes que poblaron la tierra antes, mucho antes de los pobladores actuales y que se extinguieron. En los testimonios de las pinturas rupestres de Baja California, se pueden observar gigantescas figuras humanoides que se manejan indivisiblemente con las leyendas de los antiguos habitantes de la región. Pero, más allá de las leyendas, más allá de la mitología de todos los pueblos de la tierra, existen publicaciones que hablan de gigantescos esqueletos humanos o humanoides que fueron encontrados en diversas latitudes del mundo.
A lo largo de la historia de la humanidad, se ha hablado acerca de estos hallazgos. Pero, insisto, de pronto, esos descubrimientos científicos que se hacen públicos, misteriosamente son escondidos y cubiertos por cortinas de humo y se pierden ante noticias que desinforman o desacreditan.
En el año de 1852, 65 años después de su muerte, se publica el libro del sacerdote católico Francisco Javier Clavijero titulado “Historia de la Antigua o Baja California”. Clavijero fue un religioso jesuita historiador, naturalista y docente en muchas instituciones educativas que investigó muchísimo acerca del antiguo México y en especial de Baja California donde permaneció mucho tiempo explorando e investigando de extremo a extremo de la península.
El libro fue escrito en italiano y traducido al español por Nicolás García de San Vicente, un sacerdote mexicano también investigador y catedrático del seminario de Puebla. En ese libro, Clavijero además de sus investigaciones, consigna datos interesantísimos que arrojan las investigaciones de muchos jesuitas también historiadores tales como Miguel Venegas, Juan María Salvatierra, Eusebio Francisco Kino, el afamado Padre Kino tan renombrado en Baja California; Juan de Ugarte, Francisco María Piccolo entre otros.
Pues Entre muchas cosas por demás interesantes que se mencionan en el libro de Clavijero, está lo referente a las investigaciones de Clavijero acerca de los habitantes primitivos de la Península de California. Menciona el investigador que estos pueblos eran menos bárbaros que los demás habitantes del antiguo México y hace referencia por ejemplo a las pinturas rupestres gigantescas que muestran hombres y mujeres vestidos decentemente… Consigna en su libro el jesuita, el hallazgo de esqueletos humanos sin deformidad alguna y los califica de una muy buena contextura física.
Pero es aquí donde se hace mención de un esqueleto gigante descubierto por el padre José Rotea, investigador y misionero que convivió muchos años con los pueblos pericues, guaycuras y cochimíes. Clavijero describe a José Rotea como un “hombre curioso, exacto y sincero”. Los lugareños, que tenían un gran respeto y afecto por Rotea, le hicieron saber de la existencia del esqueleto de un gigante.
Como buen investigador, el sacerdote jesuita se dio a la tarea de desenterrarlo para su estudio y consignación. Las partes del esqueleto encontradas fueron comparadas con uno normal y encontró que dadas las proporciones comparativas, mostrarían un esqueleto de un hombre que medía aproximadamente tres metros de altura. Francisco Javier Clavijero lo narra así en su Historia de la Antigua o Baja California:
“Habiendo sabido que en un lugar de su Misión, llamada ahora San Joaquín, había un esqueleto gigante, mandó a cavar, y halló efectivamente todo el espinazo, aunque con las vértebras ya desunidas, una canilla, una costilla, varios dientes, y señaladamente un gran fragmento del cráneo. Pudo haberse hallado todo el esqueleto, si un torrente vecino no hubiera corroído el suelo y arrancado de allí algunos huesos. La costilla, aunque no estaba entera, tenía todavía como dos pies de larga. La canilla no pudo medirse, porque se rompió al sacarla. Considerada pues la magnitud del cráneo medido, el lugar que ocupaba todo el esqueleto y comparadas sus vértebras con la de un esqueleto común, se cree que el hombre a quien pertenecieron aquellos huesos, tenía casi once pies de altura“.
Desde luego, es necesario entender que el esqueleto en cuestión, no correspondía según nos narra Clavijero y otros estudiosos de la materia, a ninguna de las tribus que en ese entonces habitaban Baja California.
Pero así como se habla de esqueletos gigantes en Baja California, también se ha hecho mención de hallazgos de esqueletos gigantescos en muchos de los periódicos considerados más serios y de mayor confiabilidad en los Estados Unidos de Norteamérica. Así, en el año de 1916, el afamado diario neoyorkino, publica una nota que dice: “Giants Bones in Mound (Huesos gigantes en Mound) Científicos desentierran reliquias de indios que vivieron hace 700 años. Reportaje especial para The New York Times”.
Aquí, el Profesor B. Skinner del American Indian Museum, el Profesor W. K. Morehead del Phillips Andover Academy y el Dr. George Donohue, del Pensylvania State Historian, que condujeron las investigaciones a lo largo del valle de Susquehanna, han descubierto en Tiega Point, en la que es conocida como la granja Murray, huesos de diez y ocho esqueletos que se cree fueron enterrados hace más de setecientos años.
La altura que deben haber tenido esos hombres, calculan los científicos debe haber oscilado alrededor de los cuatro metros. Los esqueletos y cráneos encontrados, fueron enviados para su estudio al Museo de los Indios Americanos.
Pero al igual que el descubrimiento de otros esqueletos encontrados en la sierra tarahumara de aproximadamente seis metros de alto y el esqueleto encontrado en 1964 por el sacerdote Carlos Miguel Vaca en Ecuador con una altura aproximada de siete metros, después de haberse publicado, fueron sumidos en el más absoluto silencio…
El sacerdote peruano encontró este esqueleto en Changaiminas, en una zona montañosa en la provincia de Loja en Ecuador y cerca de la frontera con Perú. En Argentina, en España, en muchos otros lugares del mundo, han sido encontrados esqueletos completos o secciones de estos que muestran homínidos de seis o siete metros de altura y siempre sucede que al entregarlos a instituciones científicas, después de darse la noticia, de pronto pareciera esconderse y evitar toda posibilidad de investigar al respecto…
¿Qué es lo que está sucediendo, por qué ese afán ocultista en torno a esos descubrimientos, de qué manera afectaría a la humanidad el saber que esa raza de gigantes existió algún día? Como muchas otras cosas, queda por el momento en el misterio sin saber bien a bien si los gigantes son mito… O realidad.
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.