Por Faustino López Osuna*
Apenas llevaba 50 años de iniciada la era actual de la humanidad judeocristiana o de Occidente, como también se le llama, cuando nació Plutarco en Queronea, ciudad de Beocia (región de la antigua Grecia; capital Tebas), donde Filipo de Macedonia venció a los atenienses y a los tebanos en el año 338 a. de J. C.
Historiador griego, Plutarco, célebre por biografías de grandes hombres griegos y latinos reunidas con el título de Vidas Paralelas y en las que se asocian los destinos de Alejandro y César y Demóstenes y Cicerón, entre otros, penetra en los laberintos de la condición humana, en las circunstancias objetivas y subjetivas que rodean a los seres humanos y llega a conclusiones verdaderamente sorprendentes en el paralelismo de la vida y las obras de personajes que trascendieron su tiempo.
En psicología, paralelismo es la teoría según la cual los hechos psíquicos y los hechos psicológicos se corresponden sin influirse. Paralelo, entre otras designaciones, es semejanza prolongada entre dos personas o cosas.
Un caso que hubiera sido digno de ser abordado por Plutarco, lo representan, como ya mucho se ha escrito sobre ello en los últimos 398 años, Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare, los más grandes genios de la literatura en sus respectivos idiomas. Aunque Cervantes es mayor que Shakespeare 17 años, pues nació en 1547 y el inglés en 1564, ambos murieron el mismo año 1616.
No habían transcurrido más de 55 años del descubrimiento del Nuevo Mundo al momento del nacimiento de Cervantes Saavedra. Y cuentan historiadores de su época, que en repetidas ocasiones intentó embarcarse para ver con sus propios ojos las maravillas de estas latitudes de que tanto se hablaba en la Corte.
Pero la verdadera “conquista” (arrasamiento a sangre y fuego de todos los pueblos que no se sometían al Rey y al nuevo Dios de ultramar), obligó a las autoridades españolas prohibir viajar al nuevo continente a quienes no fueran militares o religiosos.
Se especula también que un espíritu tan aguerrido como el de Cervantes, que había participado no sólo en la fracasada batalla de Lepanto y había permanecido cinco años en prisión, encontraría la manera de colarse, disfrazado, en uno de los tantos viajes a las Indias. Al menos es uno de los primeros que nombró por su nombre a México.
Dícese que con Shakespeare ocurrió algo similar. Espíritu igualmente arrojado, como el de su contemporáneo ibérico, el tratamiento que hace de la codicia en El Mercader de Venecia y la objetividad con la que describe el comercio de su tiempo, llevó al mismo Carlos Marx a estudiarlo y utilizarlo en su obra señera El Capital.
Pero volviendo a Plutarco, el caso más asombroso de vidas paralelas de nuestro tiempo (y que ya alguien se ha encargado de “subirlo” a Internet) es, hoy por hoy, el de Lincoln y Kennedy. Con un siglo exacto de diferencia, su paralelismo resulta increíble. Tómese nota:
Abraham Lincoln fue elegido al Congreso en 1846, lo mismo que en 1946 John F. Kennedy. El primero fue elegido Presidente de los USA en 1860; también en 1960 Kennedy.
Ambos presidentes fueron asesinados un viernes. A ambos les dispararon en la cabeza. Coincidentemente, la secretaria de Lincoln se apellidaba Kennedy y la de Kennedy, Lincoln.
Los dos fueron asesinados por norteamericanos del sur y también fueron reemplazados por sureños del mismo apellido: Johnson. Andrew Johnson, que reemplazó a Lincoln, nació en 1808. En 1908 nació Lindon Johnson, que reemplazó a Kennedy.
John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln, nació en 1839. Un siglo después, en 1939, nació Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy. Curiosamente, la suma de las letras de los nombres de ambos asesinos son 15.
A Abraham Lincoln le dispararon en un teatro llamado Ford. Coincidentemente, a John F. Kennedy le dispararon en un coche ´Lincoln´ fabricado por la empresa Ford.
La misma historia: los magnicidas Booth y Oswald fueron asesinados antes de ir a juicio.
¿Vidas paralelas? Según lo indagado, todos los actores y las circunstancias, unos y otros, tuvieron también su propio paralelismo: desde las secretarias, los asesinos y los sucesores. Dicho esto, en memoria de Plutarco, quien murió en el año 125.
*Economista y compositor