Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
—¡Hasta para morir se necesitan pantalones… ¡
—¿por qué dices eso, abuelo…?
—porque aquel que no muere con dignidad, no merecía haber vivido…
—¿Y qué hace falta para morir con dignidad…?
Cuántas veces a lo largo de mi existencia he escuchado esta frase… Morir con dignidad… Para muchísima gente el morir con dignidad es algo prioritario en la existencia… Pero ¿a qué nos referimos exactamente cuando expresamos el deseo de morir con dignidad? En prácticamente todas las culturas del mundo se ha manejado este precepto con algunas consideraciones que marcan pequeñas o mayores diferencias entre las mismas.
La muerte, desde el principio de la humanidad es un evento que va mucho más allá del mero acontecimiento médico científico en el que la desintegración de la armonía corporal lleva al individuo a desprenderse de la existencia. La muerte es un evento personal, social, cultural e incluso religioso aun cuando la persona que muere no hubiere sido considerada por si misma como perteneciente a religión alguna. Para morir aceptando la muerte como parte de la vida misma, había que apegarse a algo…
Apegarse a un Dios, a algún concepto, a alguna esperanza que nos permitiera el desapego a la existencia ante la promesa de algún tipo de resurrección… La sensación oceánica de la que habla Freud, necesariamente está presente de algún modo siempre en el momento de la muerte… La muerte convierte a los hombres en iguales, se dice… En el momento de la muerte no vale la riqueza ni el poder…
¿O acaso un poderoso, un rico tiene más probabilidades de morir con dignidad…? El poder, según un interesantísimo intercambio de misivas entre el genio científico por antonomasia Alberto Einstein y el no menos genio Sigmund Freud. Ellos platicaban acerca de la relación entre el poder y el derecho… Son términos antagónicos… Es decir, es a la conclusión que llega el lector cuando se viaja en inmersión al océano fascinante de la palabra escrita de estos dos grandes científicos sociales, grandes filósofos contemporáneos…
El derecho, dice Freud y de algún modo partiendo de los preceptos expuestos por Einstein, surge de la fuerza, del poder… Y desde el principio de la humanidad, el poder era lo que confería derecho de poseer lo conquistado… Posteriormente se fueron haciendo leyes que permitieran de algún modo controlar, para bien comunitario, la dimensión del poder… Primero fue el poder de la fuerza bruta…
Luego surgen las armas y es entonces cuando el que aprendiera a utilizar las herramientas (armas) de mejor manera, era quien tenía el poder… Pero sucede que entonces los demás aunque se muestren en desventaja física, también podrían aprender la utilización adecuada de las armas y ya no era la fuerza bruta que excluía a los menos capacitados físicamente sino una habilidad y la cohesión de equipo, de grupo para defender el poder adquirido…
Así que había que constituir reglas para garantizar que el poder conquistado no se viera amenazado por alguien de mayor destreza en manejar las armas. Esto, me lleva a hacer conciencia de la necesidad que hay en algunas culturas de aferrarse al arma justo en el momento de la muerte para poder afrontarla con dignidad. Así, por ejemplo entre los Vikingos, la muerte era bienvenida y de hecho buscada siempre y cuando pudiera morirse con la espada en la mano y en batalla para poder pedir a Odin, su deidad, que les permitiera la entrada en el Valhalla, el paraíso para el descanso eterno de los vikingos auxiliando a Odin para la Ragnarök, la batalla del fin del mundo.
Algo similar sucedía con los antiguos mexicanos, pocas muertes había más dignas que los caídos en batalla quienes merecían llegar al tlalocan, paraíso regido por el Dios del agua, del rayo y los terremotos, Tlaloc. El tlalocan estaba situado según la cosmogonía de los antiguos mexicanos, en la región oriental del universo. Si revisamos a prácticamente todas las culturas, todos los pueblos de la tierra, vamos a encontrarnos con la generalidad de que la muerte del guerrero es la muerte digna… Y no necesariamente este concepto se limita a la batalla en el sentido literal de la acepción, no.
De ahí se desprende el concepto metafórico de lucha para finalmente salir victorioso o llegar a la única derrota cierta en esta vida, aquella que se refiere a la lucha contra la muerte que tarde o temprano vence a todos los seres vivos. Pero la muerte hay que afrontarla con valor, con dignidad, eso se dice… Y en la actualidad, incluso, en la mayoría de los pueblos de la Tierra, se considera una muerte digna aquella que se encuentra defendiendo la patria, los ideales, las metas, la justicia, la honestidad o incluso la religión.
Una muerte digna, es algo que ha preocupado al hombre desde su primer atisbo a la conciencia, al pensamiento abstracto… Morir dignamente ha de tener su recompensa en el mundo del misterio que finalmente de una u otra manera significa viajar a la muerte. La muerte digna, ha de ser por sobre todas las cosas algo que no vulnere la integridad y el respeto, algo que se afronte con el valor y la entereza necesaria para asumirla como un evento que forma parte de la vida y por lo tanto ineludible al que más vale llegar de la manera más digna posible.
El diccionario de la Real Academia Española, nos dice que dignidad, es la gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse. Así, hace muchos años, a mí me tocó vivir aún el hecho de que la muerte se esperaba en casa, tranquilo, con valentía, con dignidad… No se pensaba tanto como ahora en alargar la vida por temor al final… Se enfrentaba la despedida con calma, con señorío e incluso aconsejando y dando las últimas indicaciones a aquellos que permanecían en este plano. Así vi morir a los abuelos, valientes, apacibles, tranquilos al despedirse de todos, de cada uno brindando palabras especiales para cada integrante de la familia…
¡Cuántas barbaridades se han cometido, cuántos crímenes se continúan realizando ahora gracias a que los poderosos se autoadjudican el derecho a seguir viviendo…! ¡Cuántos inocentes son secuestrados y desprendidos de sus órganos para venderlos en el mercado negro donde los poderosos son los que pueden pagar por ello…! ¿tendrán conciencia de lo que significa pues la dignidad al enfrentarse a la muerte…? Me di a la tarea de hacer una encuesta entre mis conocidos en una muestra lo más al azar posible llegando a 100 individuos…
La pregunta era simple: ¿Qué significa tener una muerte digna para usted, cómo se consigue morir dignamente? Las respuestas fueron muy interesantes. El 60 por ciento de los encuestados fueron del sexo masculino. El 40 por ciento restante pertenecientes al sexo femenino.
De los varones, el 80 por ciento respondió algo parecido a que una muerte digna se conseguía habiendo luchado contra todo por los ideales y las metas trazadas y si luchando no se conseguía la victoria no importaba, de todos modos era digna muerte sabiendo que nunca se dejó de luchar.
El 20 por ciento restante, respondió algo similar a las respuestas femeninas que en un 90 por ciento hablaron acerca del morir dignamente como llegar satisfechos por lo realizado, por la familia, por el amor y tranquilos por haber cumplido la misión que les fue otorgada.
El diez por ciento de las mujeres respondieron similar a la mayoría de los varones en el sentido de la lucha, incluso de la guerra muriendo por los ideales. Pero casi todos, mencionaron o insinuaron que para tener una muerte digna no habría que morir causando lástima o compasión… Cabe destacar una bellísima respuesta de una dama: Morir dignamente es como los músicos del Titanic, dando lo mejor de ellos amorosamente. Dos o tres varones al igual que las mujeres, hablaron de que morir en un hospital lleno de sondas y venoclisis sería triste y falto de dignidad.
Algunos más hablaban de la eutanasia aprobándola porque ayudaba al enfermo a afrontar la muerte de mejor manera, con dignidad. Otros hablaban en contra citando incluso los principios del juramento hipocrático de los médicos en el sentido que hasta el último instante harían todo por salvar la vida y jamás contribuirían a la muerte. Pero finalmente, en la actualidad, la eutanasia ha sido “aceptada” en cierto modo.
La disciplina de la Tanatología, busca ayudar al enfermo a crear conciencia de que la muerte es parte de la vida y a aceptarla para lograr morir tranquilos, en paz, dignamente… Cada vez es más común escuchar hablar del término suicidio asistido profesionalmente… Hace unos pocos años, esto hubiera sido imposible de aceptar.
La religión, o tal vez sea mejor decir las religiones, nos forman bajo el precepto de que para poder morir tranquilo, en paz, dignamente, hay que estar bien con Dios, hay que realizar un acto de contricción…
De este modo aseguraremos, nos dicen, la paz eterna… El caso es que para el mexicano, la muerte debe afrontarse como llegue, de frente y sin tapujo alguno… Y no nos rajamos nunca ante la muerte porque la calaca nos pela los dientes.
Morir dignamente es no abrirse, no rajarse, no chillar, no mostrar temor alguno aunque por dentro estemos aterrorizados tal vez… Los poetas, los pintores, los novelistas, han hablado siempre de la necesidad de llegar a la muerte de esta forma, con valentía… Con el respaldo de un Dios, o sin él, pero con valentía, con dignidad…
“Cuando yo me muera no quiero que lloren
háganme una fiesta con cohetes y flores…
en lugar de caja, pónganme un petate
y en lugar de velas… botellas de vino”
canción popular mexicana.
*Cantante, compositor, escritor y pedagogo.