Ninguna abdicación de reyes españoles ha causado tanta inquietud en el pueblo mexicano como la acontecida en 1808; en ese año Carlos IV abdicó a favor de su hijo, el conspirador parreycida Fernando VII.
Esto se complicó más, cuando este ingrato, en la ciudad francesa de Bayona, abdicó para favorecer a los intereses de Napoleón Bonaparte y el ambicioso corso nombrar a su hermano José I, el famoso Pepe Botella, como amo de los españoles.
Dos abdicaciones de la realeza española en un mismo mes y año, sacudieron las posesiones españolas de América; el alto clero circuló edictos y reales órdenes, condenando tal suceso y llamó a los grandes propietarios a cooperar con oro y plata para liberar a España de los franceses, manteniendo la figura de Fernando VII.
Un ejemplo de esto, es la documentación resguardada en el Archivo Parroquial de Badiraguato y un documento en especial denominado “Real Orden para acopiar préstamos o donativos de los habitantes de la Provincia de la Nueva España, ante la invasión francesa al territorio de la Corona Española”, el cual fue reproducido por cordillera entre Chihuahua-Culiacán-Parroquia de Badiraguato, el 8 de febrero de 1810.
El impacto en América fue traumático, desde entonces el sentimiento criollo-americano tomó forma política específica, llamando a la lucha contra los franceses o de constituir naciones independientes de la Corona Española, estos acontecimientos definieron la ruta de la independencia de los pueblos hispanoamericanos.
Hoy, la abdicación de Juan Carlos I a favor de su hijo Felipe, estremece los círculos políticos españoles y en algunas regiones de la península ibérica, ha provocado sentimientos adversos. La coyuntura abdicatoria de los borbones ha renovado el ideal republicano y la España antigua se estremece en sus cimientos por la propuesta independentista de algunas comunidades autónomas.
Con sus asegunes, España vive el drama decimonónico de la hispanoamerica de Primo de Verdad, Hidalgo, Allende, Morelos. Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y Bolívar; están sintiendo los que se sufrió entonces. En algunos ayuntamientos españoles han puesto los retratos del rey boca abajo.
Sin embargo, la Constitución española de 1978, que es la vigente, en su Título Preliminar Artículo I, fracción 3, se anota que: “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”. Lo que se deriva de esto, dentro del estado de derecho, en la coyuntura actual, es materia de discusión en la lucha política e ideológica de España.
La constitución reconoce las formas autonómicas de las regiones dentro de la unidad hispánica: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indisoluble de todos los españoles y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas” (Artículo 2).
Las actividades del rey están regidas constitucionalmente, no es un ente aparte, ya que “El rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”. (Título II. De la Corona. Artículo 56. Fracción I).
Siguen muchas otras disposiciones de las atribuciones reales, como las de la inviolabilidad de la persona del Rey y no estar sujeta a responsabilidad y sus actos estarán siempre refrendados en las formas constitucionales establecidas.
En fin que pretender acabar con la monarquía constitucional española es un brete político de enormes consecuencias, sin embargo, todo puede suceder.
*Director del Archivo Historico General del Estado de Sinaloa.