“En este país si se pretende atacar, resolver los problemas de violencia sólo desde la lógica asistencialista, policíaca, militarista, estamos condenados al fracaso”.
Hayde Lachino**
Por Sylvia Teresa Manríquez*
Hayde Lachino es crítica de danza*, fue su participación en el festival “Un desierto para la danza” lo que convocó a compartir con ella tiempo, opiniones y coincidencias.
Hayde ¿Cómo es escribir de danza?
Fijate que yo llegué a la escritura de la danza de una manera accidental, no estaba en mis planes el escribir danza, de repente se me ofreció la posibilidad de empezar a ejercer la crítica de danza en un semanario en la ciudad de México. Para mí fue un momento crucial que considero un parte aguas en mi vida. Por un lado yo estudié coreografía, me formé como bailarina y lo real es que el estar ensayando no me daba el espacio para poder ver danza. Las propias escuelas, al menos en mi experiencia formativa, no otorgan importancia al hecho de ir a ver a otros compañeros, no es una práctica que se fomente. Cuando empiezo a escribir danza empiezo a ver danza. En ese ver y escribir hay un tránsito importante. Mi primer acercamiento a la crítica de danza fue desde los lugares conocidos, ver una obra, emitir un juicio crítico que termina por decir me gusta, no me gusta, construir una serie de argumentos. Sin embargo, en el transcurso de ver danza me di cuenta de la enorme complejidad y responsabilidad que implica emitir un juicio de danza. Pongo un ejemplo, de repente vas a lugares en donde la danza que se está haciendo corresponde a cánones de la modernidad o a formas dancísticas de los años 50 y 60, pero que esa forma estética tiene una alta significación en esa comunidad, es profundamente apreciada y además, es una forma de danza que está provocando rupturas importantes en el campo cultural; entonces ¿cómo evalúas esa práctica artística? ¿Es válida, no lo es? ¿Bajo qué parámetros emites un juicio?. Por otro lado también me tocó ver coreógrafos de alto renombre en Europa, que veía en la Ciudad de México y no me decían nada, no resultaba significativo, entonces ¿cómo evalúas eso? ¿Cómo emites un juicio? Me parece que no es nada fácil, de allí que decidí problematizar la crítica de danza. Además, tú sabes que los espacios que te dan en una revista son superchiquitos, no permiten hacer una reflexión más profunda. Ahora estoy más metida al ensayo y a la investigación, me parece muy importante, empezar a hacer una investigación rigurosa sobre la danza.
Lo que viene a ser el siguiente paso en todo este trabajo que has realizado.
Sí, estoy ahorita muy metida en eso, en hacer investigación de danza, lo que implica pensar la danza, generar ideas y conceptos, porque además, a diferencia de otras prácticas artísticas, la danza no ha sido una práctica en la que se haya hecho mucha reflexión. Tenemos a filósofos que han escrito sobre la música, sobre la plástica, pero la danza por ser una práctica corporal ha estado históricamente relegada a un lugar de no-reflexión. Me parece que hoy es muy importante generar conocimiento y teoría en torno a la danza.
¿Para quién se hace la crítica? ¿Para tus colegas, para la gente que lee, que escucha, para los bailarines?
Mira, la crítica de arte surge como parte del proyecto ilustrado de la modernidad, es decir, el crítico de arte se establece como un mediador entre el artista y el público. El crítico permitiría dar pauta en torno a como acercarse a la obra de arte. El asunto es que hoy en día con tantas estéticas, con tantas maneras de hacer danza, me parece que quien hace un ejercicio crítico de danza debe ser alguien que esté totalmente inmerso en el mundo del arte contemporáneo, porque hoy hay danza que tiene cruces con el performance, las intervenciones, ya no es sólo una danza en el escenario y bailarines. Hoy el crítico tiene que ser una persona muy empapada de los discursos contemporáneos con relación al arte, y eso es muy difícil.
¿Puede la crítica incidir en políticas públicas que permitan una mayor difusión y conocimiento de este arte?
En el caso de la danza no pasa. Me atrevería a decir que en México, en un sentido positivo la crítica de arte no ejerce tal poder; sobretodo en el sentido de que permite que puedan existir muchas prácticas y estéticas en torno a la danza; es decir, si un crítico de danza dice que tal tipo de estética no es válida, en un sentido positivo no tiene ningún peso, y digo sentido positivo porque eso permite que tengamos un campo de la danza múltiple y diverso, eso favorece una política pública.
México en términos de políticas públicas es un país que permite la existencia de muchos discursos, cada vez vemos un discurso mucho más plural.
En un sentido negativo pasa que hoy no importa si uno construye argumentos para decir y para denunciar incluso prácticas no necesariamente adecuadas en la función pública, la crítica no tiene ningún peso; entonces, cada vez menos el periodismo cultural tiene un peso político real que termine por influir políticas públicas y prácticas públicas como no pasa en otros países. En Inglaterra, por ejemplo, la crítica tiene un peso terrible, importante.
¿Entonces qué sucede?
En general pasa un fenómeno que no es exclusivo de México. Cada vez más las secciones culturales son secciones de los medios en general, cada vez más marginales. Ya no tienen el peso que tenían aquellas míticas secciones como en la revista “Siempre” con las plumas más importantes de este país; ya no hay porque cada vez tiene menos peso en la vida pública la labor cultural. Eso se traduce necesariamente en menos espacios. Ya no hay en los medios críticos de danza. Revisa los medios nacionales y no hay críticos de danza, porque se le considera una práctica menor y porque es una práctica del cuerpo.
A mí me ha tocado estar en mesas con compañeros de otras disciplinas y la actitud de ellos hacia la danza es condescendiente, prejuiciada con que la danza no piensa, se cree que la gente de danza no hace reflexión crítica profunda, seria, entonces no hay críticos de danza en los medios, lo que es terrible, porque en la medida en que no está visible la danza en los medios públicos hay trabajo muy fuerte que hacer en términos de validar la pertinencia de la danza en ciertos lugares, de crear maestrías, doctorados de danza, ya que en México hay tan pocos que resultan desconocidos.
Sin embargo hay lugares en el país como Sonora, dónde tenemos “Un desierto para danza” en que se ofrecen talleres para enseñarnos a escribir sobre danza, ¿Qué piensas de esto?
Mira, yo creo que hay que comenzar a cuestionar seriamente cómo se ha construido la historia de la danza en este país y de todas las prácticas artísticas. Por ejemplo de la danza, cuando se habla de la danza nacional en general se habla de la danza del D.F., y eso de entrada hay que cuestionarlo, porque impide que se cuente y se escriba sobre las otras danzas, que también han construido los discursos de la contemporaneidad en otros lugares. Desde una perspectiva absolutamente personal, para mí en este país los fenómenos y los procesos más interesantes de danza no están ocurriendo en la ciudad de México. En cambio estamos viendo procesos en Tijuana, en Mérida, en todo el territorio, procesos que son muy interesantes porque están construyendo un campo, ello está generando políticas públicas; compañías que además, gracias a la tecnología no tienen que pasar por la validación del centro del país. Y en Hermosillo pasa un fenómeno muy particular. La labor de Adriana Castaños, Miguel Mancillas, Benito González, Evoé Sotelo, David Barrón, todos ellos han construido un campo de la danza que se caracteriza por muy buenos bailarines y por muy buenos coreógrafos, lo que me parece algo muy particular. Cuando afirmo que “Un desierto para la danza” es un termómetro no solamente es porque por aquí pasan muchas compañías, sino porque también puedes ver lo que pasa en Hermosillo en términos de pensamiento de la danza. Además, a nivel nacional, acá están los coreógrafos que están haciendo importantes aportaciones discursivas y estéticas.
En este panorama ¿qué nos toca a las y los periodistas culturales?
Yo creo que es un asunto muy complejo en relación al periodista cultural. Porque si pensamos la cultura en un sentido amplio, no en el sentido reducido que tiene que ver con las bellas artes, sino cultural en el amplio sentido como forma de estar en el mundo, es decir, cultura no sólo es ir a ver una compañía de danza contemporánea en la casa de cultura o una exposición de arte conceptual en un museo, sino que cultura también es lo que comes, lo que vistes.
Para mí, sobretodo en el contexto actual del país, caracterizado por la violencia, por desarticulación de las relaciones comunitarias, el periodista cultural tiene una labor muy importante en como visibiliza fenómenos, problemáticas, desde lo cultural. Por ejemplo, tenemos a muchos jóvenes trabajando en espacios y comunidades vulnerables, con proyectos de economía solidaria, e incluso desde el arte, que están yendo a propiciar procesos creativos desde otros lugares. Entonces, creo que el periodista cultural tiene la profunda responsabilidad, casi diría histórica por el contexto en el que está el país, de poner a la cultura en un lugar central en la agenda política. En este país si se pretende atacar, si se pretende resolver los problemas de violencia sólo desde la lógica asistencialista, policíaca, militarista, estamos condenados al fracaso. La cultura tiene que estar ahí participando de la construcción de nuevas subjetividades que tienen que ver con humanidad, solidaridad, salir de ámbitos de competencia.
El periodista cultural es portavoz de otras maneras de estar en el mundo. Creo que si los medios están negando esos espacios para la cultura, el periodista cultural tiene que apropiarse de la tecnología, abrir blogs, radios y televisiones comunitarias, visibilizar procesos culturales. A mí me parece que hay una discusión que tenemos que dar desde el ámbito del periodismo cultural.
Y a la que las y los periodistas estamos convocados. Platicando sobre tus proyectos, Hayde Lachino, me comentabas que este momento te encuentras en otra dimensión de tu trabajo, dándole otra forma.
Sí. Estoy en un momento bien interesante, porque por un lado llevo tres años recorriendo Latinoamérica, trabajando con organizaciones de movimiento social ligadas a la cultura. Eso me ha permitido ver no solo modelos de producción en el ámbito de la cultura, sino modelos de incidencia y transformación social a través de la cultura. Para mí eso es descubrir toda la potencialidad que tiene la cultura. Estudié una licenciatura en gestión cultural, lo que fue como entender la cultura desde una perspectiva antropológica-sociológica. Estoy escribiendo mucho sobre danza y también sobre cultura para estar pensando y proponiendo cosas con relación a la cultura. Estoy conociendo a escritores y pintores, y estoy regresando a crear; estoy muy contenta haciendo documental, porque hay una parte de mi labor que tiene que ver con documental, artes visuales, arte y media.
Platícame sobre “Videodanza”
La “Videodanza” fue como un eje articulador y organizador en mi vida durante mucho tiempo. Fui de las pioneras en abrir espacios para la videodanza, creando festivales de videodanza, y bueno, ahora ya hay mucha gente haciéndolo, me parece increíble que haya festivales, muchos gestores y promotores haciendo festivales de videodanza. Me importa la formación, la relación con las nuevas generaciones, transmisión de conocimiento, problematizar cosas. Está también el libro que escribí sobre videodanza y ahora estoy preparando otro sobre danza y tecnología. Desde la danza se construye mundo; para mí la labor pedagógica es una manera de construir mundo.
¿Y el arte?
Creo que el arte tiene una cualidad: es un proceso muy sutil de transformación subjetiva. Para mí la crisis de violencia, los feminicidios, todo eso, tiene que ver con una crisis de construcción de subjetividad, en donde ya no me importa el otro como ser humano que es, sino que me relaciono con el otro como un objeto, una mercancía, entonces como objeto lo puedo matar, lo puedo desaparecer. Entonces ¿cómo me relaciono con el otro de humano a humano? En la medida en que hay una construcción humanística, yo creo que regresar a los discursos humanistas es prioridad uno. El trabajo para mí, hoy por hoy, debe ser con los niños, en ellos está la posibilidad de a mediano plazo poder revertir esta situación, y eso implica que los niños deben tener contacto no solo con el arte, con la ciencia también.
Niños, niñas, adultos, adultas, todos somos convocados a participar en esas manifestaciones y construir esa subjetividad de la que nos hablas; en este caso de la danza que tanto te gusta. Gracias Hayde.
Al contrario, yo creo que hay una apuesta de la sociedad sonorense, de poner fondos públicos, que son impuestos de la ciudadanía, en la cultura, entonces quienes participamos de esto tenemos que volcarnos en términos de lo mejor de nosotros, revertirlo a la sociedad en términos de beneficios amplios.
**Hayde Lachino es miembro del consejo editorial de la sección cultura del periódico Reforma. Escribió de teatro para el periódico El Universal y de danza para el semanario Tiempo Libre. De manera regular imparte pláticas y clases sobre teoría de la danza, tanto en México como en otros países. Co-autora del libro electrónico Videodanza: de la escena a la pantalla, apoyado por la Dirección de Danza de la UNAM. Está próximo a publicarse su libro Tecnología digitales: un nuevo horizonte para la danza, apoyado por el Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes.
*Comunicadora