Por Faustino López Osuna*
Manlio Tirado López nació el 25 de julio de 1938, en la calle La Joya, de El Rosario, Sinaloa. Sus padres fueron don Ramón Tirado y doña Rosario López. Tiene dos hermanos: Víctor y Froylán, quienes radican en Managua, Nicaragua, y en Guadalajara, Jalisco, respectivamente. Cursó la instrucción primaria, en la Escuela Justo Sierra, del extraordinario viejo mineral sinaloense. Y secundaria y bachillerato, en la Preparatoria de Mazatlán. En 1957 emigró a la ciudad de México, para ingresar en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de México.
Establecido en el Distrito Federal, al verse en la necesidad de un ingreso económico y siguiendo una vocación en el periodismo, en 1958 Manlio Tirado empezó a escribir en El Popular, periódico local de corta circulación. Al conocer su trabajo el también sinaloense Arnoldo Martínez Verdugo, en 1961 lo incorporó en la dirección de La Voz de México, órgano del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, donde permaneció estoicamente hasta 1970, navegando en el proceloso mar de la crítica política como propuesta democrática, con las borrascas de la persecución ideológica en medio del fragor de la llamada “guerra fría”, teniendo como nave un partido en la semiclandestinidad, estigmatizado y sin registro, desde el que no se divisaban todavía barruntos de la LOPPE del ideólogo Jesús Reyes Heroles, que vino a dar legalidad a la existencia y lucha por el poder de partidos políticos en México.
De 1971 a 1978, Tirado López escribe, también, en El Imparcial, de Hermosillo, lo mismo que en El Porvenir, de Monterrey y en El Dictamen, de Ciudad Obregón (hoy desaparecido). En 1979, al triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, de la que su hermano Víctor formaba parte de los 9 Comandantes del Politburó revolucionario, Manlio decide radicar en Managua, como corresponsal del periódico Excélsior, de México, permaneciendo en la patria de Rubén Darío hasta 1990. Un año antes de su corresponsalía en Nicaragua, en 1978 Manlio ingresó como colaborador de Noroeste de Mazatlán, publicando entrevistas.
De regreso a México, en 1997 el periodista rosarense se incorpora a dicho diario, como jefe de Información y, a partir de 2000, a la Sección de Investigaciones Especiales. A la fecha, ha publicado 10 libros de su quehacer periodístico, que abarca, desde sus inicios, 56 años.
Intelectual respetado, tengo la fortuna de conocer a Manlio desde mediados de la década de los años 60, cuando estudiaba en la Escuela Superior de Economía, del Instituto Politécnico Nacional, donde conocí, también, y tuve como maestro, al gran escuinapense Dámaso Murúa Beltrán, cuya amistad, de ambos, me honran desde entonces. Lo reencontré, a Manlio, en el puerto, a finales de la década de los años 90, al desempeñarme como director del Cetis No. 127. Él me presentó al también escritor y periodista, doctor Ernesto Hernández Norzagaray, reconocido investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, cultivando los tres una amistad fraterna, enriquecida intelectualmente con el intercambio de opiniones y comentarios sobre lecturas y autores locales, nacionales y universales.
En algunas ocasiones, después del esporádico desayuno dominical del grupo, en el Freeman de Mazatlán, he acompañado a Manlio a visitar la casa paterna, deshabitada, en El Rosario, cuya restauración y conservación, tengo entendido, ha contado con el apoyo familiar de su cuñada nicaragüense. Hace escasos años, compartimos con él la tristeza del fallecimiento, en la ciudad de México, de su único hijo, quien le heredó un nieto, ahora joven universitario, a quien le inculcó el cariño por el abuelo y que anualmente lo visita en Sinaloa.
Sin embargo, golpeado tal vez por la soledad y también agobiado de lidiar con la idea, después de 24 años, Manlio decidió volver a vivir en Managua, cerca de su hermano Víctor Tirado López, héroe de aquél país centroamericano al combatir y derrocar, entre 1972 y 1979, la dictadura de los Somoza y, por lo mismo, actor de la historia moderna de Nicaragua.
Al comunicármelo apenas hace 15 días, por si no estuviera enterado, se lo hice saber por correo electrónico a Ernesto Hernández Norzagaray, quien me dio respuesta que se encontraba en viaje de 20 días por la República Popular de China y que esperaba estar de regreso antes de la partida de Manlio, para despedirlo. Pero nuestro amigo parte a su destino este lunes 7 de abril.
De última hora le pedí a Manlio Tirado que desayunáramos un día antes, domingo 6, donde siempre lo hicimos por lo menos los últimos 14 años. Ahí me despedí de él, recordando y sintiendo el verso de Pablo Neruda que dice: “Y de pronto entristeces, como una despedida”. Le prometí que iré a verlo alguna vez a Managua, ciudad que, él mismo cuenta, tiene dos lagos. Le di, para él y para su hermano, la recopilación de mis canciones y el Himno Oficial de Sinaloa, para que no nos olvide.
*Economista y compositor