“Ya pasaron cinco primaveras, cinco…
Las primaveras en la Ciudad de México en los últimos años son intensas, el calor se asoma por todos lados y se añoran las lluvias que en junio asoman su rostro por el altiplano. Timbró el teléfono y no me quedó otra cosa que contestar, era mi hijo mayor, Dante Seneca Rubén, que al otro lado del aparato me solicitaba que fuera a la ciudad donde el reside, a entrevistarme con el ingeniero Carlos Antonio Sosa Valencia, presidente de la Asociación Doctor José Ley Domínguez, con el objeto de intercambiar ideas sobre proyectos culturales que el profesionista implementaría en la Atenas de Sinaloa, Mocorito, lugar de donde él es originario. De la población de la región de Évora, conocía que fue residencia en los primeros años del Siglo XX del jalisciense Enrique González Martínez, el poeta menciona en sus memorias y poemas a este sitio con verdadero afecto, también sabía que una de las poblaciones del municipio, Rosa Morada era el terruño de los Tigres del norte. Temprano monté en un pájaro de acero y al llegar al aeropuerto “culichi”, mi primogénito esperaba en una camioneta al padre, al cual la distancia y el oficio les permitía reunirse de vez en vez. Un invitado nos acompañó, Dante me explicó que era un “chef” italiano que era su coterráneo y que iba a realizar una degustación que en caso de ser aprobada pasaría a formar parte como cocinero principal de una de las empresas del exitoso mocoritense.
Llegamos a Guamúchil y después de las presentaciones protocolarias, en un veloz automotor partimos rumbo a la Atenas sinaloense, en el trayecto pude admirar el campo y el aire limpio que por estos lares son lugar común. La charla transcurrió entre observaciones sobre la obra de González Martínez y los personajes que le han otorgado el título a este “Pueblo Señorial”: Eustaquio Buelna, pedagogo, Agustina Ramírez, heroína, Rafael Buelna,”El granito de oro”, José Ley Domínguez, médico y promotor cultural, por sótlo citar los más destacados entre otros de sus hijos ilustres: claro que hablamos de los Ateneos y otras instituciones culturales que habitan en Mocorito. Al terminar la visita regresamos a la tierra adoptiva de Pedro Infante, fuimos convidados al domicilio del ingeniero para probar los manjares italianos que el “chef” preparó para los invitados. Al sentarme a la mesa del anfitrión, empezaron a llegar una serie de individuos con un humor especial que me descontroló, por los adjetivos que intercambiaban y el tono amistoso. Fue hace 5 primaveras y desde entonces el tiempo ha pasado veloz, los logros culturales de la asociación son vigentes y están a la vista: conciertos, conferencias, ediciones de discos y libros, remodelación y actividad del Centro Cultural con el nombre del galeno, apoyo y difusión a costumbres y tradiciones y la publicación y distribución de La Voz del Norte. Debo contar que entre cosas raras participé en una premiación a los altares, concurso que se realiza el día de muertos en un panteón, estoy seguro que ni el célebre autor del Juan Tenorio se hubiera imaginado la experiencia. Han pasado cinco…. y continuó al lado del ingeniero realizando tareas culturales que hacen llenarme de orgullo porque a la cultura le debo la historia, el presente y mi pequeño futuro. Con una sonrisa disfruto a los amigos que he encontrado en este camino que la vida me ha proporcionado y a los cuales ahora entiendo con todo y “carrilla” porque ya pasaron cinco primaveras.