Una Cita con Aletheia
Por Carlos Varela Najera
Para este fin se dio al hombre el más peligroso de los bienes:
el lenguaje, para que dé testimonio de lo que él es (Holderlin).
Llegamos al número 200 de nuestro Semanario cultural La Voz del Norte, sin lugar a dudas, dimos en el blanco, puesto que es una expresión de voces distintas que entonan en cada párrafo, múltiples singularidades, cuyo referente se extiende a lo largo y ancho de nuestro Estado y más allá. Este proyecto desde sus inicios ha sido distinto a otras formas de opinar, puesto que acá se le da un tratamiento especial al orden cultural, artístico, científico y literario, y aún más, todo aquello que implique la obra humana que sirva como detonante de intelectualidades, ahí está la voz, encarnándose en nuestros lectores, avivando lo cultural como patrimonio de lo humano.
Nuestro semanario es un archivo donde depositamos nuestros idearios, los guardamos a la espera de que sea hojeado, para que lo archivado cobre vida y llene de colorido a nuestro lector, de esa manera la palabra escrita cobra vida en lectores que nos leen, esa es la pequeña magia que oculta este semanario, conduce a nuestros visitantes hacia recorridos inervados de sueños, donde cada paso abre puertas y ventanas distintas, discurriendo personajes, vivencias, poemas, tradiciones, eros, y psique que desprendido de la mundanidad entresacan jirones de sueños para que el sujeto pueda soportar la vida.
Nuestro semanario no convoca a marchas, sabemos de esos movimientos estériles que amenazan lo civilizado por el trasfondo de sus intenciones, aún ahí, La Voz del Norte puede ofrecer un norte, un horizonte, una orientación para que los sujetos avasallados por esos fantasmas de heroísmo trasnochado transiten por otras voces más inteligentes que propongan la vida como alternativa.
Freud sabía que el inventor de la cultura fue aquel que en lugar de lanzar una flecha a los enemigos lanzo un puñado de palabras, este es el ideal de nuestra publicación, ofrecer la obra escrita para civilizar la pulsión de muerte que nos habita, porque sabemos de esos embrollos del cuerpo que fantasmáticamente nos acosan, por ello escribir es vivir y con esa invitación, compartir con la comunidad la pasión por el saber como instrumento, aún en contra la defenestración de las culturas de muerte a la cual no queremos ni debemos habituarnos.
La Voz del Norte construye preguntas desde la cotidianidad, recordemos que es nuestra voz, donde lo real y las irrealidades se unen metafóricamente en relatos, apareciendo imágenes que recortan realidades para ser mostradas, la voz convoca, a la vida, al disfrute de las bellas artes, a plantear otro mundo posible, donde el horror se disipe con idealidades. Hay Voz, porque con ella el horror se disipa, La Voz hecha escritura sabe que, no cesar de escribirse la realidad, es la manera de civilizarnos para tomar el camino que el siglo de las luces ilustró, en ese sentido La Voz sonoriza la mirada y con ella lo irreal se realiza escópicamente, por ello el trabajo de nuestra Voz del Norte sabe por experiencia propia, que no se puede amordazar la palabra, tiene que dejarse escuchar como decía Sabines, esa voz con su escándalo de agua.
La magia de La Voz del Norte, es que hace hablar la naturaleza, en sus diferentes significados, perturba con su escritura la propia naturaleza, interrogando en cada uno de sus lectores sus improntas que lo amarran a lo cultural, en este sentido La Voz del Norte vendrá a inscribirse en un saber supuesto sobre la naturaleza de algunas cosas, y ahí donde la ciencia le gusta prever, La Voz interpreta, se coloca en el azar, en el entredicho, aletheiamente desocultando los embrollos en los cuales la cultura se sostiene, esta tarea titánica y mágica de nuestro semanario, que llamo mágica en tanto hace aparecer de la nada articulaciones simbólicas, para construir realidades imaginarias y no, donde descansa nuestra existencia, la escritura de nuestros articulistas despliegan en cada lector deseos, producir el deseo que nos habita sería una de los objetivos de nuestra publicación, no permanecer dormidos ante nuestros deseos sino despertarlos porque este deseo es el material del que está hecha nuestra vida, y si nuestra voz permite reavivar el deseo, se reaviva nuestra vida.