La mañana del 27 de enero de 1945, arribó al bello puerto mazatleco el maestro Jaime Torres Bodet. La recepción a tan ilustre personaje fue muy significativa. Era el Secretario de Educación Pública del gobierno federal. Lo recibió el Gral. Pablo Macías Valenzuela gobernador del estado y su gabinete en pleno. Enrique Félix Castro era el Director de Educación, a quien Macías había conocido durante su campaña electoral. Al encuentro con el ministro también acudieron maestros, presidentes municipales, la clase política y buen número de maestros.
Lejos estaba Mazatlán de ser la potencia en materia turística que es hoy. Era la etapa del México eminentemente rural. De pocas carreteras con asfalto. Los mexicanos aspiraban a consolidar las instituciones que los regímenes posrevolucionarios estaban construyendo. Mientras el mundo se convulsionaba en el contexto de la Segunda conflagración Mundial, nuestro país entraba a una etapa de crecimiento económico. Aún faltaban 4 meses para que las potencias del Eje, pactaran su rendición (8 de mayo de 1945); año que pondría fin a los horrores del holocausto. Dos años antes las puertas norteamericanas se habían abierto previo acuerdo de ambos gobiernos para dejar pasar de manera libre a nuestro suelo, los adelantos en materia electrónica, equipos y lo más sofisticado en maquinaria agrícola, que permitió grandes avances en la roturación de la tierra, cultivar y cosechar de manera más rápida y eficiente, pues se requería alimentos, ropa y pertrechos para los aliados en los frentes de batalla. Esa demanda de alimentos y productos industrializados sería los soportes para el detonante económico.
Mientras los países en guerra estrenaban lo más adelantado en armamento, submarinos, barcos y aeroplanos, con sus estelas de muerte, las grandes masas se debatían entre la hambruna y la ignorancia. Para ese entonces, en nuestro país sólo habían transcurrido 17 años del asesinato del presidente electo Álvaro Obregón y se tenían graves problemas de desnutrición, deficiencias en materia educativa y problemas agrarios. Éramos un país lleno de analfabetas. Por ello el gobierno federal en conjunción con entidades federativas implementaba políticas públicas para atacar los problemas sociales que hacían crisis.
Entre tantos, el analfabetismo era sin duda uno de los indicadores que mantenían en el oscurantismo a los mexicanos. Jaime Torres Bodet recorría el país supervisando la Campaña de Alfabetización sustentada en una legislación exprofeso que pretendía bajar estos índices.
A decir del gobernador Pablo Macías Valenzuela, “prácticamente nada se había hecho a favor de los que no sabían leer ni escribir”. En su informe de gobierno de 1945, señaló que “gracias a la cooperación de instancias sociales, militares, ayuntamientos, dependencias federales, pero sobre todo con la participación del magisterio del estado, se procedió activamente a organizar los trabajos iniciales de la campaña y en el término de 60 días hubo que hacerse lo que representaba una tarea de siete meses.
Esa mañana fría en el puerto, don Jaime Torres Bodet fue informado sobre la constitución del Comité Coordinador de Estatal de la Campaña y el Patronato para obtener fondos de apoyo necesarios. También se le informó sobre la instalación de las Juntas Municipales que controlaban la campaña de alfabetización, así como avances en trabajos censales.
Después del almuerzo, el ministro de Educación presidió una junta de trabajo con todos aquellos que tenían que ver con esta campaña. Luego visitó buen número de escuelas urbanas y otras en rancherías próximas al puerto “dictando importantes medidas que favorecieron a la educación popular que derivaron en grandes ventajas para la Universidad de Sinaloa”.
Un día después el Ministro de Educación Pública concluía su estancia en el municipio de Mazatlán y cumplidas las expectativas de su visita, continuó su gira por el país, convencido de que el Gral. Macías Valenzuela era fiel intérprete de la política educativa y en particular la campaña de alfabetización.
Para fines del 1945, el gobierno del estado había erogado 25 mil pesos con veinticinco centavos en el sostenimiento de la Campaña Alfabetizadora, cantidad con la que se apoyó al personal de la Oficina de Alfabetización, apoyo a los cuadros artísticos y publicidad en estaciones de radio; material didáctico, cartillas y cuadernos para los alfabetizantes.
El Sembrador de Escuelas, como se conoció al gobernador Macías Valenzuela, en su primer informe señaló…“Es digna de mencionar la patriótica actitud de la mayoría de los maestros al servicio del Estado, quienes sin mediar solicitud o sugerencia alguna, espontáneamente renunciaron a sus vacaciones para continuar al frente de centros colectivos; me complace reconocer públicamente esta honrosa conducta de los maestros, principales y más valiosos impulsores y sostenedores de estas tareas, acumulando nuevos empeños a sus trabajos docentes, que entrañan de por sí, una seria responsabilidad. La campaña nacional contra el analfabetismo ha encontrado en Sinaloa, la comprensión, el esfuerzo y el empeño que merece la noble tarea de liberar a nueve millones de mexicanos que carecen de los más indispensables rudimentos de la cultural; por su parte, el poder público no ha escatimado ningún esfuerzo para que los fines de la campaña alcancen su desiderátum. El programa educativo se está cumpliendo con firmeza y entusiasmo, nada podrá detenerlo en esta gran jornada espiritual”. Terminó diciendo el Gral. Pablo Macías Valenzuela, con emoción reflejada en su rostro, ante un nutrido grupo de sinaloenses que asistieron a su informe y que aplaudió de pie.
No solo en el ámbito de alfabetización, sería reconocido el Gral. Macías. Su obra educativa perdura a través del tiempo; las escuelas emblemáticas en el estado que gobernó con mano férrea, siguen de pie.