Por Jaime Irizar Lopez*
Es común que en la charlas que se suscitan entre personas por arriba de los cincuenta años, salga a colación la expresión con que se titula este artículo. En base a ello quisiera verter algunos conceptos que pudieran servir para definir con claridad su significado, su origen y algunos de sus usos más comunes. Para todos los que somos de ese grupo damos por hecho que esa expresión significa que se está en una situación económica precaria, la indigencia o en suma pobreza. O para explicarlo en términos taurinos, “se está para el arrastre”. Es decir, que quienes usamos esta expresión estamos con pocas posibilidades de salir avante a la hora de querer cubrir las necesidades básicas propias y de la familia. Quiero precisarles que esta expresión coloquial tiene su origen y fundamento en un procedimiento legal utilizado en los juzgados españoles desde hace muchos años. En los cuales se solía iniciar los interrogatorios protocolarios a los indiciados con las cuatro preguntas básicas que hacían referencia a: nombre y edad, país de nacimiento y profesión, estado civil y religión, y por último a lo relacionado a las rentas y patrimonio.
Era usual que con fines preventivos y para tratar de evitar sanciones económicas por parte de los juzgadores, el indiciado se declarara pobre de solemnidad o simplemente se anticipara y dijera enfáticamente, después de contestar las tres primeras interrogantes, que él andaba “a la cuarta pregunta”, pretendiendo dejar muy en claro con ello que ni un quinto existía dentro de sus bolsas ni fuera de ellas, del cual pudiera echar mano en ese momento para salir de un apuro. De las jergas protocolarias de los juzgados se brincó a su uso en el lenguaje coloquial, y hoy esta expresión tiene el mismo significado, pero su uso extendido, tiene también nuevos fines y propósitos. Al querer eludir el compromiso de darle o prestarle dinero a alguien, es común contestarle que andas “a la cuarta pregunta”, para que de manera chusca y medio seria, pero no grosera, le hagas ver al interlocutor que no estás en condiciones de ayudar a solventar sus necesidades ni siquiera de forma parcial. Lo mismo sucede si te piden cooperación para un festejo, reunión, convivencia con alcohol y/o comida de por medio. Como ven, esta frase pasa a convertirse para algunos en una estrategia bien definida de vida. Tirarte al suelo, con frecuencia nos sirve para evitar erogaciones que no están dentro de tu presupuesto habitual de egresos, además te va construyendo un perfil de amolado o agarrado, de tal suerte que poco a poco los que te rodean terminan por convencerse de que contigo no tendrán éxito en ninguna petición de carácter económico.
Aunque cabe decir, que los gobiernos nacionales e internacionales, con la implementación de políticas públicas recaudadoras, y con ayuda de integrantes de ambos poderes legislativos, quienes al aprobar las reformas fiscales draconianas, están llevando a casi toda la población del país a que cambiemos el modo de saludo; nos están orillando a que en lugar de buenos días contestemos con énfasis y apego a la verdad: “ando a la cuarta pregunta”. Para la gran mayoría de los mexicanos es verdad incuestionable que hacia allá nos llevan quienes toman las grandes decisiones en el país. Nos quieren llevar a todos sin excepción al lugar en donde están desde hace mucho tiempo más de la mitad de los paisanos, mismos que a pesar de haber transitado por revoluciones y gobiernos de diversos colores e ideologías mantienen vigentes todos los signos que representan a la peor de las calamidades: la pobreza. Hacia allá vamos seguramente, con la excepción claro está de casi todos los políticos y de algunos grandes empresarios, mismos que tradicionalmente se han alternado el poder y el dinero en las diferentes épocas que ha vivido nuestro México.
“Andar a la cuarta pregunta” como estrategia chusca puede pasar, pero como reflejo fiel de una realidad económica duele, y mucho, por las consecuencias que de ello se deriva. Causa impotencia y gran frustración no solo no tener lo suficiente para sacar el día en cuanto a necesidades básicas se refiere, sino que se llega a la desesperación en los hogares de muchas familias del país al carecer en ocasiones tan siquiera para el pago del traslado de un familiar a una clínica para que le quiten el dolor de oídos, de muela u otro de los miles de padecimientos que le son comunes a los muy pobres. Andar “a la cuarta pregunta” también tiene la mágica virtud de hacerte invisible a los ojos del mundo. No importa cuántas buenas ideas tengas, pensamientos, planes, o proyectos de buen nivel, en una sociedad de consumo en donde el talento se mide casi siempre en función del tamaño de la cuenta bancaria, y en la cual por decreto social y costumbrista a los pobres se les despoja en automático de todo crédito, y se les trata de restar también de ingenio, creatividad, y en fin de toda posibilidad de tener neuronas funcionales en el cerebro.
Andar “a la cuarta pregunta” te vuelve además de invisible, mudo intelectualmente, pues nadie quiere escuchar con interés tus ideas y comentarios aunque estén rebosando de verdades, pues les hace falta el aval del dinero, con mayor razón cuando participas en reuniones donde se encuentran presentes algunos personajes ricos y con poder. Estos, como antes lo hacían los Reyes, se creen por derecho divino dueños de las verdades. Su ego exaltado los ciega, para ellos nadie sabe nada de nada excepto lo que saben ellos y la pobreza es una figura retórica que existe en una novela de Víctor Hugo. La ignoran por completo a pesar del tamaño creciente de la misma. De manera cíclica se espantan cuando el hambre atenta contra su status y pretenden entonces darle mejórales al mundo para calmar sus culpas y aquietar sus conciencias y tratar con ello de curar el mayor cáncer social que existe en este mundo que anda: “A la cuarta pregunta” y que al paso que vamos, será en breve el saludo y tal vez el aura que anuncie en un futuro el cambio que se requiere; no solo de gobierno sino de aquel que incida realmente en la mejora de las condiciones de los pobres.
Sueño de muchos, pesadilla de pocos.
*Doctor y escritor