Por Faustino López Osuna*
A la memoria de José Emilio Pacheco.
Hace 333 años murió Pedro Calderón de la Barca, el 25 de mayo de 1681, en Madrid. Había nacido en la misma ciudad, 81 años atrás, el 17 de enero de 1600, siendo sus padres Diego Calderón, secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, y Ana María de Henao, perteneciente a una familia noble. A la usanza antigua, su nombre completo fue Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño.
Pedro Calderón de la Barca empezó a ir al colegio a los 5 años de edad en Valladolid, porque allá estaba la Corte, pero como destacó en sus estudios, su padre, de carácter autoritario, decidió destinarlo a ocupar una capellanía que estaba reservada por la abuela a alguien de la familia que fuese sacerdote. Con tal propósito ingresó en el Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid en 1608, donde permaneció hasta 1613 estudiando gramática, latín, griego y teología, habiendo sufrido en 1610 el fallecimiento de su madre, lo que llevó a su padre a casarse por segundas nupcias. Calderón continuó en la Universidad de Alcalá, donde aprendió lógica y retórica. En 1615 fallece su padre, lo que lo obligó a marchar a la Universidad de Salamanca, donde se graduó de bachiller en derecho canónico y civil, sin llegar a ordenarse como había deseado su padre.
Pedro Calderón decidió abandonar los estudios religiosos por la carrera militar, llevando una vida de pendencias y juego. En el ámbito familiar enfrentó problemas, pues el testamento paterno lo obligaba junto con sus hermanos (que fueron cinco) a pleitear con su madrastra y vender el cargo de su padre para pagar gastos. Entre 1623 y 1625 Calderón participó en varias campañas bélicas y anduvo enredado en un homicidio. Igualmente, desde ese año proveyó a la Corte de un extenso repertorio dramático. En la década de los años 30, Pedro Calderón, con sus obras, fue ganándose el aprecio del rey Carlos IV, quien empezó a hacerle encargos para los teatros de la Corte, ganándose, también, el reconocimiento del público en general. En 1635 fue nombrado director del Coliseo del Buen Retiro y escribió “El mayor encanto, Amor”, entre otros muchos y muy refinados espectáculos, para los cuales contó con la colaboración de hábiles escenógrafos italianos (Cosme Lotti, Baccio del Bianco) y expertos músicos para las primeras zarzuelas que se escribieron. La obra teatral de Calderón de la Barca significa la culminación barroca del modelo teatral creado a finales del siglo XVI y comienzos del XVII por Lope de Vega.
En 1636, Pedro Calderón es nombrado por el Rey caballero de la Orden de Santiago. También se publica la Primera parte de sus comedias. En 1640, ampliado el Palacio del Retiro, estrena “Certamen de amor y celos”. Herido en el sitio de Lérida, obtuvo la licencia absoluta en 1642 y una pensión vitalicia. Por entonces estrena sus obras más ambiciosas, las que requieren música (zarzuelas) y más escenografía. Sin embargo, a mediados de dicha década, se sucedieron hechos que deprimirían al genial dramaturgo. Primero, se decretaron sucesivos cierres de los corrales de comedias a causa de los fallecimientos de la reina Isabel de Borbón y del príncipe Baltazar Carlos (entre 1646 y 1649). Luego, padeció las presiones de los religiosos moralistas contrarios al teatro. Desde 1644, hubo un lustro sin teatro en España. En 1646 nace su hijo Pedro José. En el mismo lapso, mueren sus hermanos José (1645) y Diego (1647), acontecimientos que orillan a Calderón de la Barca a replantearse su vida.
Al reabrirse los teatros en 1649 y al convertirse durante unos años en secretario del Duque de Alba, Pedro Calderón se ordenó sacerdote en 1651. En 1653, obtuvo la capellanía que su padre tanto ansiaba para la familia, de los Reyes Nuevos de Toledo. Siguió componiendo para espectáculos, a los reyes, en el Palacio del Buen Retiro, inclinándose por los temas mitológicos, huyendo, así, su fantasía, de una realidad por demás áspera. Y, pese a que el Rey lo siguió distinguiendo al designarlo como su capellán de honor y, a la muerte del Rey, haber sido nombrado capellán mayor de Carlos II (1666), a lo largo de su trayectoria teatral, en más de una ocasión siguió siendo importunado por los moralistas, que veían con malos ojos los espectáculos teatrales, y en especial que los hiciera un sacerdote. Once años después (1677), aparecerá la Primera parte de sus autos sacramentales. El estilo barroco, de origen italiano, desplegado por Calderón en nuestro idioma, influyó universalmente, como sucedió, entre nosotros, nada menos que con Sor Juana Inés de la Cruz.
Al final de su vida, Calderón de la Barca sufrió algunas estrecheces económicas, pero con motivo del Carnaval de 1680 compondrá, sí, a los 80 años de edad, su última comedia: “Hado y divisa de Leónido y Marfisa”. Según recuento que él mismo hizo en el año de su muerte (1681), su producción dramática consta de ciento diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores. A 414 años de su nacimiento en 1600, obras cumbres de la Lengua Española surgidas de su pluma prodigiosa, como “El gran teatro del mundo”, “La vida es sueño” y “El alcalde de Zalamea”, entre muchísimas otras, siguen vivas, formando parte fundamental de la cultura de la humanidad. Quienes nacieron en los últimos 34 años, deben saber que, en Culiacán, hasta 1980 el Teatro Pablo de Villavicencio se llamó Pedro Calderón de la Barca.