Por Massiel Rivas*
Está de rodillas, comenzando a rogar.
-No me hagas esto por favor- me dice, obviamente ella no esperaba nada de esto. Yo, trago saliva, y pienso dos veces las cosas antes de decirlas.
-Tú ya no me sirves de nada-
-¡No es cierto! Yo sé muy bien que te puedo servir para muchas cosas aún-
-Alicia, no hables con la boca llena de incertidumbre- ¿qué más le digo? De todos modos la voy a matar.
-¿Qué?- la confundí. Recordé entonces que no leía mucho. Sus finos cabellos que yo había peinado ya estaban hechos un desastre, sus uñas comenzaban a arañar con fuerza su cuero cabelludo. Su fino rostro, echado a perder con todos esos lloriqueos. Ciertamente, sabía muy bien que se iba a poner así cuando le contara todo.
-Dejas muy vacía la historia, Alicia; necesito una buena trama- Intento hablarle dulcemente, pero eso sólo logra que suene más cínica.
-Puedo mejorar, sé que puedo desarrollar algo interesante- -Me encantan tus mentiras, suenan tan… absolutas, creo que es lo único que me gusta de ti-.
-Puedo cambiar- ya casi no entiendo lo que dice, no deja de llorar.
-¡Cálmate! Yo sé de esto, no puedes cambiar-.
-Mira, Massiel; yo sé que al principio puedo parecer poco prometedora pero después te darás cuenta de que…-.
-Estás hueca. Vacía- lo que le digo sólo la está alterando más. Ya sólo pienso en una cosa: “Que no sufra”.
-Adiós, Alicia-
-¡No…!-
…Entonces arranqué la hoja y la arrugué bruscamente, la arrojé al bote de basura, y en la nueva hoja comencé a concentrarme en un nuevo personaje.
*Estudiante de preparatoria UAS, Campus Mocorito.