Por Juan Diego González*
El verano del año pasado 2013 sostuve una reunión con la maestra Ana Luzanilla, para planear un taller de teatro que se impartiría a los jóvenes internos del Instituto de Tratamiento y Medidas para el Adolescente (Itama, conocida popularmente como la correccional, ubicada en Cócorit, Sonora), con la idea de apoyarlos en el proceso de reinserción a la sociedad. Mi propuesta derivó en el montaje de “El gato con botas”, una versión mía del cuento infantil, adaptada para teatro juvenil.
Escritores de Cajeme A.C. tiene años de realizar una intensa labor social, debido a sus fundamentos de promoción de la literatura en todas sus formas, en este caso el teatro. A los muchachos del Itama, ya los visitábamos para llevarles lecturas, música y también apoyo material, como es la posada que se organiza en diciembre: con una comida, pastel, sodas, ropa y cobijas (por cierto, gracias a nuestros patrocinadores). Con este taller de cuatro meses nos lanzamos a un programa, digamos, más de fondo.
Menciono aquí la apertura del director Will Moreno Valdez para lograr los objetivos propuestos y el soporte incondicional de la maestra Ana Luzanilla, quien se convirtió en la productora de la obra. El primer día fue de presentaciones. Recuerdo los rostros de los jóvenes, a la expectativa, con la pregunta “¿Qué se trae este vato? ¿Y qué choro nos va a tirar?”.
Nos sentamos en rueda, hablamos directo, me dijeron sus nombres y yo el mío. Les expliqué el propósito de mi presencia. Así en corto, les dije que se trataba de tres cosas: aprender, trabajar, divertirse. Abrí un breve espacio para resumir la historia del teatro occidental, desde los griegos hasta las pastorelas de los frailes en la primera etapa del virreinato. Como lo hice con la técnica del cuenta cuentos, se rieron los suficiente para relajarse. Se comprometieron, pero les aclaré que el compromiso era con ellos mismos, con nadie más. Quizá al principio no entendieron bien el significado de esa frase, pero con el paso de las semanas y las actividades lo comprendieron.
El Itama por su parte les exigió dos cosas para permanecer en ese grupo: disciplina y estudios. Los jóvenes son evaluados constantemente, de manera que su buen comportamiento les permite tener acceso a ciertas cosas. Muchos de ellos cursan sus estudios de secundaria y preparatoria, de esta forma, se volvió una manera de motivarlos para aprobar sus materias mientras llevarán el taller de teatro. Funcionó para todos: ellos aprendieron cómo puedes conquistar la vida si lo haces con esfuerzo, dedicación y paciencia. Lo bueno, vale el trabajo por obtenerlo.
Los primeras cuatro semanas, hicimos ejercicios físicos, de concentración, juegos mentales y charlas motivacionales. También leímos cuento y poesía, se hicieron mesas de análisis de la propuesta de los textos leídos. Trabajamos con la memoria para prepararnos a los diálogos de la obra.
Antes del casting para seleccionar personajes, leímos la obra de manera general, comentamos sobre el problema, los personajes principales y la situación del reino, tiranizado por el ogro de la montaña. Cómo los muchachos se mostraron tímidos, los escogí por su presencia, voz y estatura. Quien dijo “yo me aviento con el gato” fue David Morales Hernández y de verdad, ese entusiasmo lo llevó a escena.
Otros jóvenes realizaron la escenografía y luego fueron tramoyas, otro más del sonido. La maestra Ana se encargó de armar el vestuario y conseguir recursos para los trajes que se mandaron hacer. Pero los escudos, las calabazas del huerto, los cascos, las coronas del rey y el príncipe se manufacturaron durante los ensayos por los mismos jóvenes. El teatro te abre la puerta a realizar el mejor trabajo en equipo posible, todos son importantes en su función, nos apoyamos, nos respetamos y también nos divertimos. El teatro es una de las mejores propuestas educativas inventadas por el ser humano. Esto lo sabían los griegos, creadores del género de la comedia y llevada a su mayor realización por Aristófanes. También lo sabía William Shakespeare, por eso dejaba las entradas del teatro “The Globe” a un penique al pueblo en general, lo mismo hizo Jean Baptiste Poquelin (Moliére), quien movía su compañía de teatro por las villas de la campiña francesa. Y José Zorrilla, con sus obras al aire libre en la Ciudad de México, bajo la protección del Imperio de Maximiliano de Habsburgo.
La aventura del teatro te lleva por caminos inesperados. De pronto, me sorprendí aprendiendo de los muchachos y ellos se vieron así mismo como triunfadores. De la nada, así como abrir y cerrarlos ojos, el estreno de la obra llegó. El sudor, la ansiedad, la falta de concentración, la nostalgia, las dudas, el esfuerzo, la disciplina, todo quedo atrás cuando se gritó: “Atención, atención, ésta es tercera llamada, tercera llamada, comenzamooooos…”.
Fue el 23 de octubre del 2013. De hecho, fuimos también la apertura de los trabajos del XI Encuentro Internacional de Escritores “Bajo el asedio de los signos”, organizado por Escritores de Cajeme A.C. El aplauso de los padres, los compañeros, las autoridades e invitados especiales fue la alegría que nos dijo “Lo hicieron bien, sigan adelante”.
Agradezco a las autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública por el apoyo a los muchachos, también a Juan Manz (Presidente de ECAC), Marielena Moreno, directora de la Peña Cultural de Cócorit, a mi alumna Sandra Berenice Mendoza (diseñadora del poster) y a todo el personal de Itama. Al artista Ángel Luzanilla por pintar la máscara del gato. También a mi mujer Claudia por creer en la magia de la literatura. Estos son los nombres de los muchachos que hicieron nacer la Compañía Juvenil de Teatro en Itama, unos triunfadores porque aprendieron de sus caídas y han tenido la fuerza y la esperanza para levantarse, caminar con dignidad y darse una nueva oportunidad. Muchachos, desde esta relatoría de hechos, les mando un abrazo y volveremos a vernos.
*Escritor, docente sonorense y Representante Legal de escritores de Cajeme A. C.