Por Mario Arturo Ramos*
“Cuando sea más viejo perdiendo la cabellera/ dentro de muchos años/ ¿me mandarás todavía un regalo de San Valentín?/ ¿felicitaciones de cumpleaños, una botella de vino tinto?/ “Cuando tenga sesenta y cuatro años”
Lennon-McCartney.
No siempre se cumplen 64 años, cuando sucede, parece ser momento para revisar la maleta donde se guarda lo vivido, lo que importa cuando se va agotando el tiempo personal. Claro, hay que seguir a la luz que se buscó incesantemente, la que se busca sin dar paso atrás y, que se deber seguir buscando como la única salida en el destino de la humanidad; La Libertad. Aseguro que en su espacio se recorre el camino con múltiples vicisitudes y logros pasajeros, o para decirlo de manera coloquial, ¡la pasa uno más sabroso! Sin embargo hay que entenderla, practicarla y respetarla en los otros, que tienen, ¡que nadie lo dude! el mismo derecho a ella. Hace más de cuarenta años escuche una canción de John Lennon/ Paul Mc- Cartney, en el mitológico disco, Sargento Pimienta, con mi amigo, Fernando Villaseñor -fallecido el 26/X /2013-; en nuestras andares de adolescentes, alguna vez nos saltó la pregunta de ¿cómo sería a los sesenta y cuatro años? Que Los Beatles preguntaban Debo decir que los míos se fueron volando entre poesía, canciones, libros, familia, viajes, emociones, sueños y partituras, así, sin arrepentirse. Del tiempo del trompo, el balero, las canicas, no se borra haber navegado con Sandokan, con Bernal Díaz del Castillo observar los primeros días de la Conquista, descubrir con Verne los poemas de Neruda y López Velarde, a no desafinar a reglazos porque la maestra Macormick se irritaba, la guerra a jitomatazos compartiendo el campo de batalla con Juan “El Chispas”, “El Salchicha” El Ruiseñor” y uno que otro agregado. Cuando me reuno con” El chispas”, charlamos sobre esa época en la que se esperaba a que la compañera de primaria se asomara en la ventana para respirar estrellas.
La infancia son recuerdos, la tierra conquistada… “La infancia” Guadalupe Trigo/ Mario Arturo
Me sigue la vieja costumbre de estar catalogado como un ser diferente, esto sucede desde la infancia. Creo que comenzó cuando al contrario de lo que hacían los vecinos que celebraban el Año Nuevo con el calendario, yo, contaba que comenzaba el 16 de diciembre, cuando dan inicio las tradicionales posada, Quienes escuchaban esta afirmación -que aún me suena lógica- cruzaban miradas de incredulidad, recetas psiquiátricas, murmullos de desaprobación, curiosidad y, hasta una que otra condena al fuego por blasfemo. Siempre creí tener una razón de peso y lles explicaba: todos los quince del último mes del año, cumplo un diciembre más y , por lo tanto para mí, el año nuevo, obvio entraba después del cumpleaños. Esta etapa pertenece –en el mayor volumen- a la ciudad de Querétaro, la que nació en el barrio de la Cruz, en el Calvarito, ahí donde en medio de la tarde encontré el arcón que guarda para siempre en la memoria a la magia de la amistad con nombre y apellido, a las lecturas infantiles, a las aventuras y las derrotas cotidianas, al primer amor y el desamor, el olor a ponche con piquete, a miel de buñuelo y a cera derramada. De estos temas si sabían: Rafael Andrade y Salvador Alcocer, poetas de la infancia.
“¿Si he estado afuera hasta el cuarto para la tres/ me cerrarás la puerta? / ¿Me necesitarás todavía?/ ¿Me alimentarás todavía, cuando tenga sesenta y cuatro años?/ “
Dicen que la vida se debe dividir en tres periodos, el segundo comenzó cuando escribí en los sesentas un poema al deseo que desataba al crepúsculo veraniego, con ese sudor sensual que distingue a la adolescencia, producto de la ansiedad para encontrar la bendita época donde el sexo es el nudo del universo. La sexta década del siglo XX marcó a mi generación debe decir que después del 68 no fuimos los mismos; en mi lugar natal, el autobús urbano desplazaba a obreros adormilados a las fábricas. Los menos-como siempreleíamos versos rabiosos de León Felipe, Jesús Sansón Flores, Miguel Hernández, Vallejo, Tejada Gómez, Nicanor Parra y se cantaba con Paco Ibáñez, Rosa León, Violeta, Atahualpa, Falú, tal y tal, las canciones que desafiaban al consumo pegajoso. Fue el momento ideal para conocer a Carreón, Silva, Martínez Ocaranza, José Agustín, Parménides; a la rebeldía de la heroica escuela de Roque en Gto., y a la ilustrada del Colegio Nicolaita. Mientras, en Querétaro, las peregrinaciones al Santuario de la Virgen del Pueblito, para pedir que terminara el hambre y la injusticia ancestral eran apoteóticas, en la media luz los besos se soltaban el pelo, en una esquina el viejo Querétaro solamente sonreía. Viajar, viajar sin parar ese es el destino; viajar en la lectura de poemas de Nicolás Guillen y Pita Rodríguez, en la geografía de la noche, en las canciones bajo el sol del desierto, en las costas de los océanos, en ciudades, pueblos y países que imaginé; en las armonías de compositores talentosos, Viajar, crear, viajar sin detenerse en el pasado, sin escuchar tormentas y elogios siempre con un libro al lado.
“Mándame tu respuesta en un formato que sea mío por siempre/ ¿me necesitarás todavía?, ¿me alimentarás todavía, ¿Cuándo tenga sesenta y cuatro años. La tercera me llegó temprano-1972-, no cumplía 23 y nació Dante, el primogénito- hoy a los sesenta y cuatro soy abuelo-. La fundación de los talleres de poesía de la UAS y la UABC al regreso de la temporada europea; la ediciones de los poemarios: “Multitudes” y “Con angustia roja”, la irrupción en la música popular con Trigo, Patrón, Maximiliano, Cipriano, Haro, Esquivel, Gil, Lucho Neves, Tony Rennis, Monarrez, Federico Víctor, Magallanes. Cuarenta y dos años haciendo canciones, poemas, libros de investigación, artículos periodísticos, dictando conferencias, recitales, realizando espectáculos por los rincones del planeta; cierto, despertando más allá de las fronteras; pasando días en estudios de grabación o bibliotecas, compitiendo en festivales nacionales o internacionales, caminando con Lourdes y mi 2º hijo Paris, abrazando a mi nieto Dante 2, encargándome de la dirección del único periódico cultural mexicano, charlando y discrepando con mis amigos. Me quedan cosas por hacer, asuntos que resolver, hojas blancas que llenar, melodías a las que les debó poner texto, nuevos viajes que emprender, injusticias por las que hay que protestar, libros que leer, amistades que recordar, Por eso es posible que el próximo 15 de diciembre de 2014, pueda decir con la frente en alto: terminó un Año Nuevo, después de los sesenta y cuatro. Felicidades!
*Investigador y autor.