Por Faustino López Osuna*
No hace mucho escribí sobre este sinaloense insigne. Pero como acabo de destacar la vida y obra de don Ignacio Ramírez, el Nigromante, que entregó su existencia a la lucha incansable por la libertad de pensamiento, por haber cierto paralelismo entre ambos, me vuelvo a ocupar de Estrada, sabiendo ya que nació hace 126 años en Mazatlán, Sinaloa, el 2 de junio de 1887 y murió hace 76 años, cuando apenas cumplía 50, el 20 de septiembre de 1937, en la ciudad de México.
Por quienes no consultan ni la enciclopedia Wikipedia, formulamos la pregunta: ¿quién fue Genaro Estrada? Respuesta pronta y muy generalizada: fue periodista, novelista, poeta, literato y bibliófilo. Además: Jefe de publicaciones de la Secretaría de Industria y Comercio (1917); Oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1921); Subsecretario de Relaciones Exteriores (1927); Secretario de Relaciones Exteriores (1930-1932), periodo extraordinario en el que elaboró la llamada universalmente Doctrina Estrada, sobre la libre autodeterminación de los pueblos; Embajador de México en España, Portugal y Turquía (a principios de 1930); Profesor de la Universidad Autónoma de México; Miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y Miembro fundador de la Academia Mexicana de la Historia (1919-1937). En 1973 fue declarado Hijo Predilecto del estado de Sinaloa; en 1977 fueron trasladados sus restos mortales a la Rotonda de los hombres Ilustres de México y en 1996 su nombre fue inscrito en letras de oro en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Un varón de esta estirpe no se da a diario en el mundo. Y aún así, honrado permanentemente por el Congreso de la Unión y por la República en su Rotonda de Hombres Ilustres, Genaro Estrada, para vergüenza de México, fue terriblemente agraviado en su propia tierra. Y todo parece indicar que no será desagraviado nunca.
Hace escasos días, el licenciado Mario López Valdez, gobernador constitucional del Estado, develó en Mazatlán una merecida escultura del más romántico de los compositores mazatlecos, cuya obra trasciende las fronteras nacionales: don Fernando Valadez. Al hacerlo, el propio gobernador expresó, con entusiasmo, que era deseable que el hermoso paseo del malecón se convirtiera en el aparador de honor de otros destacados sinaloenses, como ya lo hacen con sus monumentos Pedro Infante, Lola Beltrán y don José Ángel Espinoza Aragón “Ferrusquilla”, mostrando lo mejor de nosotros a turistas nacionales y extranjeros. Pero nadie le hizo saber al señor gobernador que, en mala hora, hace muy poco, en un acto repulsivo, fue retirada, precisamente del malecón, la estatua, sobria y de estupenda hechura, de Genaro Estrada, el más grande mazatleco reconocido por la ONU que adoptó su Doctrina que contribuye al respeto de la dignidad de todos los pueblos del planeta.
El agravio se consumó primero amontonando la escultura de don Genaro junto con la de otros próceres, en el parque Zaragoza; luego, arrumbándola en una sucia bodega municipal, para que en su lugar, como si se tratara de algo o de alguien sin mérito alguno, se colocara un pedazo de chatarra sin valor histórico, ni siquiera artístico, para complacer a un programa mediocre de una televisora nacional, representando supuestamente a una gaviota a la que no se le encuentra parecido con lo que dizque representa ni en algún boceto surrealista. ¿Cómo fue que se llevó a cabo tal aberración a la luz del día, sin que protestara ningún sinaloense ni ningún mexicano bien nacidos? ¿Para dónde miraban los partidos políticos que defienden el bien público, cuando ocurrió dicho atentado? ¿Y los regidores de oposición en el Cabildo? ¿Y los señores diputados en el Congreso? A las instituciones de enseñanza superior, UAS, U de O, etcétera, ¿no les mereció el incivilizado acto al menos una opinión académica de rechazo? Y nuestro prestigiado El Colegio de Sinaloa, ¿dejó pasar como si nada un hecho de burdo oscurantismo, moralmente reprobable? Y los altruistas masones, ¿no hicieron nada por detener la afrenta contra un hombre que murió por las ideas? ¿Y los Colegios de Abogados y de Arquitectos del puerto? ¿Por qué don Genaro Estrada fue tratado como un don nadie y nadie dijo nada?
A alguien con la cerviz en el suelo, se le ocurrió, años más tarde, mandar la estatua lejos del malecón, como si se tratara de algo vergonzoso que se tuviera que ocultar y, para acallar cualquier protesta en los medios, se la colocó en un jardín que da pena su mantenimiento, frente a una escuela algo antigua que, ¡genial!, llevaba su nombre. Sé que la luz que irradia el pensamiento de Genaro Estrada iluminará siempre, por derecho y mérito propios, el lugar más oscuro en el que se le coloque. Pero por más que se quiera ocultar, el agravio se cometió. Y solamente se desagraviará volviendo a colocar su escultura en su nicho original. Ojalá vivamos para verlo. Su nombre aparece, también, en El Pequeño Larousse.
*Economista y compositor.