A mediados de diciembre del año que se fue, le saludé con el afecto de siempre. Nos encontramos casualmente en los pasillos de la Secretaría de Educación Pública y Cultura del Gobierno de Sinaloa; iba acompañado de su hija Laura. Vi al maestro Sinagawa contento. Al toparme con él, nos abrazamos con franca camaradería y con mirada y sonrisa pícara me espetó- ¿cómo va el trabajo editorial Teodoso? Bien mi querido maestro. Haciendo lo que se puede- le contesté con una sonrisa de complicidad.
Platicamos algunos minutos y al despedirnos, de manera cariñosa sentí el puño de su mano sobre mi abdomen, a la vez que me decía- hay que seguir escribiendo Teodoso.
En ese momento recordé aquella charla que tuvimos en el portal de los peregrinos frente a la casa de la Cultura, en Mocorito, donde momentos antes, Herberto Sinagawa había dictado una conferencia. Recuerdo que coincidentemente fue en diciembre, mes en el que oscurece muy temprano. Los dos andábamos abrigados. Él con chamarra café y bufanda; yo con un saco sport verde seco. Qué pasó – me dijo. – ¿Cuándo sacas tu libro? Sonreí con cierto nerviosismo que él notó. Y prosiguió- hay que escribir Teodoso! Hay que perder el miedo a la crítica; hay que escribir, hay que dejar huella Teodoso. Qué te falta?- arremetió. No dejes que el tiempo se te vaya, como se va el agua de las manos.
El mensaje fue claro. Han transcurrido más de veinte años de aquella charla con el maestro Herberto Sinagawa y reconozco que sus palabras me animaron a dejar atrás los temores por escribir, porque en verdad…tenía miedo a escribir por lo que dijera la crítica, hasta que me di cuenta que de todos modos hablaban.
Sin duda Herberto Sinagawa Montoya ha sido ejemplo para muchos que hemos dejado atrás los temores por escribir. Su palabra docta, anima y convence. Reconozco en él sus cualidades y sus virtudes; solamente eso: sus cualidades y sus virtudes, porque quién soy yo para comentar los defectos que todo ser humano tiene (tenemos)?
El próximo 26 de enero el querido maestro estará cumpliendo sus primeros 84 años (como dijo alguna vez el siempre bien recordado periodista José María Figueroa Díaz). 2 Su origen humilde no fue pretexto para buscar el éxito en la vida. Nació, en La Unión, municipio de Angostura en 1930, en el seno del hogar formado por el inmigrante de origen japonés Yoshinori Shinakawa y Francisca Montoya. La vida de Herberto no ha sido nada fácil. Penalidades y sueños que se han esfumado como la bruma le acompañaron durante su infancia y adolescencia. En Culiacán realizó estudios de contaduría que le darían las herramientas necesarias para enfrentar las vicisitudes en su “Historia y destino”. Antes de los quince años manejaba con destreza la máquina de escribir y apoyado en cuanto libro le llegaba a las manos, empezó a plasmar sus primeras crónicas sobre cine, en La Voz de Sinaloa.3 Don Ignacio Taboada, agricultor de espíritu emprendedor, en el Valle de Culiacán, le dio oportunidad de trabajar con él, como tomador de tiempo, esta actividad la combinó con el oficio periodístico durante dos años (1946-47); de igual forma se empleó con el agricultor Francisco Campaña (1948-54). Su tesón lo llevó en búsqueda de nuevos horizontes y entre 1955-57, se empleó como administrador en la compañía Ingeniería Eléctrica Mexicana, en la ciudad de México, dándose tiempo para dirigir el periódico La Palabra. Por ese tiempo Benjamín Romero Ochoa, candidato a la gubernatura de Sinaloa, lo nombró su vocero oficial.
La compañía periodística del Gral. García Valseca, algo vio en aquél escuálido joven sinaloense, al contratarlo como reportero, en El Sol de Sinaloa. El destacado maestro normalista Maximiliano Gómez Blanco, quien era conce- sionario de las estaciones XEBL y XENZ, le dio a Herberto oportunidad de hacer periodismo radiofónico, en 1958. Para la década de los setenta, Herberto Sinagawa, era un periodista consagrado; su prosa era ágil y amena, sus columnas, de análisis agudo y crítico. Entre 1970 y 1972, dirigió El Diario de Culiacán, propiedad de Román R. Millán. De 1973 a 1979, dirigió el Centro de noticias de Canal 3 (Culiacán). Posteriormente dirigió El Sol de Sinaloa (1979-84). En el periódico Noroeste propiedad de la familia Clouthier, fungió como jefe de redacción. Fue jefe de prensa del H. Ayuntamiento de Culiacán (1995-97).
La obra de Herberto Sinagawa, es vastísima. Se mueve desde la investigación histórica, al periodismo así como en la literatura. El espacio es insuficiente para describir cada una de sus publicaciones por lo que sólo señalaremos lo siguientes: Sinaloa, historia y destino (1986); Sinaloa, agricultura y desarrollo (1987); Angostura: magia y esplendor (2002); Biografía de José Ángel Espinoza Ferrusquilla, Música de viento (2002); Rostros y rastros: visión diurna del Culiacán que se fue (2002); En el siglo de Guamúchil 2007); Biografía de Buenaventura Casal y Pedro Infante; Agustín D. Valdez: con el béisbol en la sangre (2008); El derrumbe del infierno (novela, 1991); Lugar de muertos (novela inédita, 2012).
A través de sus trabajos, propios y extraños han reconocido la trayectoria de don Heberto Sinagawa Montoya. Ha sido galardonado con el Premio Sinaloa de periodismo en tres ediciones, la primera en 1988, luego en 1989 y posteriormente en 1997. El premio El Payo del Rosario, otorgado por la Universidad Autónoma de Sinaloa (1993 y 1997); Premio Sinaloa de las Artes (2002), y fue condecorado con el galardón de Ciudadano distinguido de Culiacán (2003).
Nota final:
Deseo de corazón, que los tiempos por venir sean mejores en este nuevo año que ya ha dado sus primeros pasos. Un abrazo a los lectores de La Voz del Norte.
*La Promesa Eldorado, Sinaloa enero de 2014.
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