Por Carlos Lavín Figueroa*
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¡Epa y apa!
Dicen los de Cuernavaca:
¡El animal que es del agua,
nomás la pechuga saca!
La ciudad estaba reducida a su Centro Histórico con sus barrios coloniales como el de San Francisco en calle Galeana y San Pablo en Humboldt, y algunas colonias como la Carolina y el Empleado, estaban ya los primeros fraccionamientos construidos como, Miraval y Vergel; en los años cincuenta al norte de la ciudad surgen Rancho Cortés en Tetela, Loma Linda, Navajillas, y al oriente Pedregal de las Fuentes en Jiutepec, todos eran construidos en ese año por Carlos Lavín Oliveros, fueron propiedad del multimillonario sueco Axel Wenner Gren que había llegado a Cuernavaca para quedarse, él inicio los viveros de Tetela trayendo plantas de Bahamas y de Estados Unidos, con él llegó un japonés, Mario Oguri experto en el tema que aquí fundaría sus famosos viveros, pero esa es otra historia.
En esos años el célebre Obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo inició la remodelación de nuestra catedral, retiró todos los santos y sus altares que dentro de la iglesia se fueron agregando durante siglos, dejando únicamente a la Virgen de la Asunción de María, a la que había sido consagrada la iglesia, que por esa razón y por si usted no lo sabía, es la Patrona de Cuernavaca. Remodelación que se terminó en el ’57. En esos años Cuernavaca estaba en la mira mundial porque Méndez Arceo fue el precursor de las reformas del Concilio Vaticano II, por ello estuvo a punto de ser excomulgado, pero opacó a sus juzgadores.
Todos los cuernavacenses de esa época, aunque niños recordamos a los fotógrafos que tomaban los famosos “retratos” en el Jardín de los Héroes, después Morelos y hoy Plaza de Armas, montados en un caballo de madera de tamaño natural, nos colocaban sombrero, zarape y pistola. Pero pocos recuerdan a los fotógrafos que se ubicaban en el paso que une a los dos jardines, el Juárez, el del quiosco, con el Morelos, sin darnos cuenta nos tomaban una fotografía y cuando regresábamos ya la tenían lista, y si en ese mismo día no “cazaban al retratado”, lo esperaban hasta que regresara aun semanas y meses. También estaban los triciclos de alquiler que aparecían por la mañana, era una aventura recorrer en ellos todas las sinuosidades del jardín lleno de esculturas a los héroes, y por la tarde se guardaban, nunca supe donde, pero se los llevaban enganchados uno tras otro como un largo tren.
En el ’55 se erigió la escultura de Cuauhtémoc que se ubicó junto a la Fuente del León, ambas frente al hoy Palacio de Gobierno. Todos vivíamos y convivíamos en “el Centro”, nos conocíamos, todos, nos saludábamos al paso, sabíamos quiénes eran unos y otros, nuestros padres sabían quiénes eran nuestros amigos y conocían a sus familias. Los menores de edad y hasta pequeños podíamos salir solos “al Centro” o ir al cine, que por más lejos estaba a sólo unas cuadras. La vida cultural, social y política de Cuernavaca se desarrollaba en unas cuantas manzanas trazadas desde tiempos remotos, desde la época Colonial, desde que nuestra ciudad pasó a ser una villa, ya ni castellana ni tlahuica, sino mestiza, ese era nuestro hábitat, la ciudad había crecido poco desde entonces. Ahí estaban los cines Ocampo frente al Jardín Juárez y el Alameda frente al hoy Congreso de los Diputados, el antiguo teatro y cine Morelos, el mercado “viejo” del siglo XIX entre las calles Matamoros y No Reelección donde ahora esta esa Cámara, y el “nuevo” de 1910, el del famoso reloj, llamado “Benito Juárez”, desaparecido en el 64, donde el señor Martínez tenía su reconocido “Café Gloria”.
En Guerrero, así se conoce a esa calle, estaba la farmacia La Mexicana de la familia Ocampo, la vinatería Rossi, y una panadería de la misma familia, en la esquina con Tepetates estaba la guarachearía La Taxqueñita, seguía la vinatería Casa Martha, la tienda de ropa de niños Cadena y el Pajecito, después seguía La Perlita, todos del lado oriente de la calle.
El negocio más antiguo que aún permanece en la calle de Guerrero, calle que era nuestro centro comercial, incluidos los dos mercados antes mencionados, es sin duda el taller de relojería La Perlita, con 80 años de existencia, que desde 1933 trabaja la tercera generación de la familia Hernández, y está todavía junto a lo que era la entrada de los famosos Baños Lido, ahora pasaje con el mismo nombre, estos baños, con alberca, gimnasio, ring de box, hotel, restaurante y cantina eran propiedad de la familia Aranda, familiares de los cronistas Valentín López y del que esto escribe. En calle Matamoros, frente al Cine Alameda, estaba Tractores e Implementos Ferguson de Sigifredo R. Lavín Oliveros.
Todos los comercios de Cuernavaca cerraban sus puertas de dos a cuatro de la tarde para ir a comer y hacer la siesta, esto sucedía sólo en algunas provincias. A todos les daba tiempo para ir a comer a sus casas y regresar a sus trabajos, y “a pié”, entre un lugar y otro sólo estaban unas cuadras de por medio. Al inicio de sus negocios muchos propietarios y sus familias vivieron en tapancos o entrepisos de maderaque habían sido improvisados dentro de ellos, eran antiguas casas muy altas.
Para socializar, era costumbre dar “la vuelta al jardín” hoy plaza de armas, los muchachos por aquí y las muchachas por allá, y cada media vuelta se encontraban los ya adolescentes, eran sus paseos domingueros.
De la Glorieta de las Palmas al Polvorín era una carretera muy angosta así estuvo hasta los primeros años de los sesenta, lo mismo la Avenida Palmira que era un estrecho camino de acceso al Rancho Palmira, a ambos lados de ese camino corrían aguas limpias y cristalinas. Hoy esos canales aún existen, tapados en unos tramos y entubados en otros. En ese año del ‘55 todavía existían algunas calles empadradas que después fueron tapadas por el “frio” y caliente pavimento pero ahí están, bajo el concreto, hoy son avenidas.
El tráfico carretero de automóviles, autobuses y camiones de carga pasaba por la céntrica Avenida Morelos hacia la Ciudad de México y hacia Acapulco por la Avenida Álvaro Obregón antes de construirse el Libramiento de la ciudad. Gobernaba Rodolfo López de Nava quien en esos años inicio la construcción del nuevo Palacio de Gobierno, hoy Casa Morelos.
En ese año, en la Unidad Deportiva Centenario y en el cercano Lienzo del Charro, se efectuó la “IV Feria Agrícola, Ganadera, Industrial y de Turismo del Estado de Morelos”, me parece la más destacada hasta la fecha, hubo desfiles en el Centro Histórico, verbenas en el Jardín de los Héroes con Pepe Gutiérrez, entre otros, se presentó el tenor Hugo Avendaño, hubo una Sección Internacional con asistencia de 20 países como Holanda, Canadá e India. Algunos muebles de este, “entonces, más lejano país”, bellamente labrados e in crustados con piedras semipreciosas y nácar se quedaron en algunas casas de esta ciudad. El representante presidencial en esa feria fue el sub secretario de ganadera Lauro Ortega; la reina de las festividades fue la guapísima, por todos aquellos cuernavacenses recordada, Edna Lavín Carrasco. Bueno, es lo que más recuerdo, pero también había otros mundos. Corría el año del ‘55.
*Cronista de Cuernavaca.