Por Faustino López Osuna*
Ignacio Ramírez vivió 61 junios, pues nació el 22 de junio de 1818 y murió el 15 de junio de 1879. Lo primero, en San Miguel el Grande, Guanajuato y, lo segundo, en la ciudad de México. Vino a la vida y se fue de este mundo, en dos solsticios de verano. Su nombre completo fue Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada y sus padres fueron don José Lino Ramírez y doña Ana María Guadalupe Sinforosa Calzada. Su seudónimo el Nigromante lo adoptó al iniciarse en el periodismo en 1845, al fundar, junto con Guillermo Prieto, la publicación Don Simplicio, cuyas colaboraciones fueron encendidos artículos y agudos versos satíricos censurando demoledoramente los actos del gobierno conservador y abogando por la reforma del país en lo económico, religioso y político, lo que provocó, más temprano que tarde, que el periódico fuera clausurado y, él mismo, encarcelado. Esto le ocurrió cuando cumplía 27 años de edad.
Para entonces, diremos que, aunque Ignacio Ramírez nació 7 años después de la muerte de don Miguel Hidalgo y Costilla, su vinculación a su gesta quedó marcada por el hecho de que su padre fue un insurgente durante la guerra de independencia de México. Inició sus estudios en Querétaro, ciudad natal de su padre y fue llevado al Colegio de San Gregorio, en la ciudad de México, donde estudió artes. En 1841 comenzó estudios de jurisprudencia, obteniendo el grado de abogado en la Universidad Pontificia de México.
Los dogmáticos antidogmáticos de nuestros días, a los que les importa un comino el método dialéctico, tal vez no le perdonarán a Ignacio Ramírez su formación académica en instituciones religiosas. Allá sus prejuicios. Por ello mismo, tampoco se explicarán, por más constitucionalistas que sean, cómo en 1837, a los 19 años de edad, Ramírez ingresó en la Academia Literaria de San Juan de Letrán, integrada por los hombres más ilustrados de la época, donde petrificó de espanto a la asamblea con su revolucionario discurso de acceso, en el que expresó, de manera incendiaria: “No hay Dios; los seres de la naturaleza se sostienen por sí mismos.” Por todo lo anterior y lo que sigue, Ignacio Ramírez, reconocido como escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo mexicano, es considerado uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano.
El sinónimo de nigromante es adivino. Y mucho de visionaria tuvo la vida extraordinaria de este amante y defensor del libre albedrío: cuando fundó el periódico Themis y Deucalión, sin importarle ser llevado a juicio, publicó su vibrante artículo “A los indios”, defendiéndolos y pugnando por su libertad y derecho a rebelarse contra la explotación a que eran sometidos.
En 1845, pues, el Nigromante se inició, con un título profesional en la mano, en el periodismo. En la siguiente década, de 1846 a 1856, fundó el Club Popular donde divulgó sus ideas liberales avanzadas, lo que le costó ir a prisión, sin arredrarse. Al obtener la libertad, el gobierno del Estado de México lo invitó para reconstruir la administración y a la defensa del territorio nacional, invadido por los norteamericanos. Practicando con el ejemplo, asistió con el gobernador Francisco Modesto de Olaguíbel a la batalla de Padierna y, pese a los gastos que demandaba la guerra, restableció el Instituto Literario de Toluca donde, con la República libre de la invasión, fue catedrático de Derecho y Literatura.
Entre 1848 y 1849, el licenciado Ignacio Ramírez fue jefe político de Tlaxcala. Regresó a Toluca, dedicándose al ejercicio de su profesión, hasta fines de 1851, cuando decidió trasladarse a Sinaloa, donde ya se encontraba su hermano Miguel Ramírez.
*Economista y compositor.