Por Carlos Varela Najera*
La ética no se encuentra en una reacción bioquímica, no existe un neurotransmisor de este imperativo categórico kantiano ya que es un producto cultural cuya función es foucultianamente el cuidado de sí, es decir que apunta a la subjetividad y a conservar los lazos que nos humanizan.
La ética viene a instalar la singularidad del sujeto, que sería del uno por uno, no como la moral que se generaliza intentando homogeneizar colectivamente una ideología religiosa del bien y el mal. El cuidado de sí, sería lacanianamente no ceder al deseo del otro, porque freudianamente
sí cedes en la palabra acabas cediendo en todo.
Observamos hoy en día una patología de la ética, una ética menoscabada, en fin una ética regulada por cierto burocratismo que la lleva a menos, y que en todo caso sirve como sostenimiento de cierta práctica de las normalizaciones. La ética como tal convierte al sujeto en una entidad espiritual, separándola abruptamente de los otros animales, nombrando espiritual a esa construcción psíquica instrumentada por la ley y que se transmite vía el lenguaje al señalar lo imputable e inimputable en el sujeto, ahí comienza la axiología de la cual la ética poco puede decir, la ética va más allá de la teoría de los valores que se manejan psicológicamente.
El problema de la ética es cuando es usada, usufructuada, manipulada y ejercida dictatorialmente para satisfacer intereses muy particulares de un discurso amo, que en el nombre de las reglas inhibe al sujeto, lo doméstica, es el ejercicio de regular al otro con el discurso amo, se quiere taponar como ejercicio ético, y de ninguna manera representa la ética, es además de otras cosas un ejercicio perverso.
No es lo mismo ética y moral, la gente los toma como sinónimos, la ética se juega más en lo singular, a nivel de deseo, la moral es un residuo religioso que amordaza al sujeto entre el bien y el mal es decir lo que se juega es la dimensión demoniaca, que la religión hace de este supuesto sus fines, la ética implica un coraje de mirar en el abismo para ver lo que existe en ese abismo insondable del ser, que ya Freud vislumbraba en el excergo de la interpretación de los sueños, debes de tener el coraje de saber.
Lo patético de la ética es cuando esta queda reducida al discurso cientificista, y desde ahí se quiere regular no sólo al sujeto sino a sus producciones, su salud, su normalización, eso es desde el discurso capitalista reducir la ética a un mandamiento, haciendo de la ética un subrogado religioso, lo que te esta permitido hacer, lo que no debes hacer.
Kant trabaja la moral del lado de la acción, menciona una moral que se sustenta sobre un objeto exterior, donde las convenciones la determinan empatando moral y valores. La moral somete al sujeto, es decir instala un nuevo amo, en la genealogía de la moral Nietzsche toma a la moral como una forma de renuncia y sufrimiento en el sujeto.
La ética, en términos lacanianos, aparece como un incognoscible cognitivamente, ya que la ética despliega lo real como imposible de ser explicado, ética y real van de la mano, no se puede intelegir a ciencia cierta cuando quiere ser explicada con un concepto, ya que este vacía a la ética de su singularidad dejándola como un concepto vago, por tanto la ética se trae y lleva sin asumir lo que ella nos demanda, a saber, vivir desde el deseo que nos habita, por otro lado asumir la ética desde esta dimensión de concepto la burocrátiza, deja de ser un real y mordido por el concepto le hace decir lo que no es.
La ética implica la dimensión de la elección, la bolsa o la vida, o sea que la ética no es del orden del concepto sino que es del orden del deseo, sólo ahí se juega toda la experiencia ética sobre lo que el ser del deseo asume, vivir la ética desde el deseo sería lo ideal, sin embargo el sujeto se atora aquí y empieza a confundir la ética con la moral, no saber separar la una de la otra será el comienzo de las religiones.
*Licenciado en Psicología por la UAS, Psicoanalista, Doctor en Educación, Profesor e Investigador.
