Por Jaime Irizar Lopez*
Hace unos días llevado de la mano en parte por el cumplimiento de mis obligaciones laborales, pero principalmente como consecuencia del afecto que le tengo a un colega-condiscípulo y la nostalgia que me produce el mes de diciembre, me dirigí a una comunidad del municipio de Angostura. Sinaloa, a dar satisfacción a estos planteamientos iniciales, puesto que además de cumplir con un deber, tuve una grata y fructífera charla, y como todo el mundo, yo también me reencontré en este mes con un gran amigo. Quiero de inicio comentarles sin empacho alguno, que ese día de la visita estaba con una actitud más que marcada de picueco, o para decirlo menos regional, con unas ganas inmensas de torear verbal pero respetuosamente a mis interlocutores con el ánimo de probar su tolerancia, ingenio y agudeza mental ante situaciones de apremio. Aclaro que aunque por lo regular me manejo en un marco de respeto, a veces suelo ser algo imprudente.
Este es uno de los hobbies tontos que tengo, según el decir hasta el cansancio de mi esposa Lorena, mismo que según ella habré de dejar en el olvido sólo cuando me topé con un amigo o conocido de mecha corta que me llene de puñetazos la cara de luna llena que tengo. ja ja ja, Dios quiera que nunca pase tal apuro, pues dentro de mí, justifico este proceder, porque ha sido a travésde estos ejercicios retóricos como he logrado aprender y conocer más a fondo a mis amigos y perfilado a mis pocos enemigos gratuitos que la vida me ha regalado para que de vez en cuando me sienta importante. De todos es conocido que nadie puede sentirse completo si no tiene quien le envidie algo o lo odie sin razón aparente. Me acompañaba en mi viaje otro de mis amigos de verdad. Un maestro, supervisor escolar, observador agudo y de grandes sentimientos, sin olvidar que es buen padre de una familia que aprecio mucho. Con él, durante el trayecto hacia el campo pesquero, admirábamos a la par que comentábamos la belleza de tierras y cultivos que en el bello municipio existen y lo inconcebible del hecho de saber que aquí, al igual que en el resto del país, haya tanta pobreza siendo tan ricos en recursos naturales. Los viajes por cortos que sean, propician por lo regular el abordaje de múltiples temas y nos dan la sensación de que podemos, aunque sea en teoría, cambiar para bien el mundo. Era esa charla dentro del automóvil, una especie de catarsis estéril que con frecuencia utilizamos los que viajamos para hacernos más ameno el recorrido. Después de casi una hora de carretera, llegamos a nuestro destino, donde en medio de extensiones de tierra sembrada de limoneros persa y bajo la sombra de un gran guamúchil que albergaba gran cantidad de iguanas y cachoras, nidos de ratas y con la compañía de millones de bobitos enfadosos, me esperaba impávido y gustoso mi amigo de toda la vida, con vestir sencillo y propio para tareas del campo, pero con una sonrisa que le daba sin duda alguna marco y prestancia a su personalidad. Un cuartito de varas entrelazadas y dos bancas de madera hacían las veces de oficina campestre la cual era según su decir, su lugar preferido de planeación y meditaciones personales.
¿Cómo estás Jorge?, le dije a la par que nos regalábamos cálido y efusivo abrazo. Vale decir que los grandes amigos aunque se dejen de ver por largo tiempo, reinician sus charlas, afectos y sus relaciones con una facilidad que asombra. Tal parece que sólo basta la presencia de ambos para que enseguida se digan: en que nos quedamos ayer….Cuando ya no tienen que guardar formas ni adoptar poses, porque es mucho lo que se conocen, los amigos en un santiamén se actualizan mutuamente sobre sus vidas. En virtud de ello y a sabiendas de conocer tan bien mi estado de ánimo de ese día y tras haber recibido de viva voz de mi amigo, una síntesis ejecutiva de lo que ha sido una vida plena de trabajo y esfuerzo; de esas que nacen con el día y mueren un rato por la noche tan sólo para renovar energías, a boca de jarro le espeté unas preguntas que según yo podría desestabilizarlo emocionalmente y provocarle respuestas impredecibles. ¿Oye Jorge, realmente vale la pena todo lo que hasta hoy has hecho a sabiendas de que todo el producto de tu esfuerzo muy en breve estará en otras manos?;¿ No te inquieta el saber que a nuestra edad tenemos que pensar en la inminencia de la muerte?. ¿O siendo muy realistas, no has pensado en intentar más opciones para gozar de la vida mientras tienes oportunidad?
Cabe decir, antes de darles a conocer su respuesta, que Jorge, es un hombre que siempre mira a los ojos cuando habla o escucha, su tono de voz refleja claridad y seguridad, infunde respeto en todo momento, ha ejercido un liderazgo democrático en su entorno familiar sin que muestre a la fecha signo de cansancio por tan gran responsabilidad; goza de inteligencia y sentido común, es médico, comerciante, ha sido ganadero y actualmente suma a todas esas tareas ser fruticultor y agricultor exitoso. Hago un paréntesis aquí, para comentarles que lo que comparto hoy en esta entrega para La Voz del Norte, está muy al margen del afecto que siento por mi amigo o de que mi intención real sea el querer plasmar mi amistad por escrito; nada de eso, con todo y que soy más reseco que un pinole de maíz, eso ya se lo he dicho personalmente en reiteradas ocasiones y siento que he cumplido con los principios y valores de la honestidad y la congruencia que exige toda amistad verdadera. Según mi opinión, lo relevante de este artículo es que sus respuestas y su vida misma, congruente e íntegra en todos los sentidos, me refrenda la idea de que si a diario le damos una cachetada guajolotera a nuestro ego, caeremos en cuenta que sí hay ojos en otras caras que no sea la nuestra y además, que si tenemos un interés genuino en las personas y escuchamos con detenimiento, podemos aprender y mucho sobre las diversas formas y mecanismos que utilizan otros para tratar de ser feliz. Mira Jaime, me dijo parsimoniosamente, tu amistad es un pasaporte vigente que sólo a ti te permite ingresar a mi vida privada y pensamientos, si no lo tuvieras, inmediatamente después de haberme formulado tus preguntas ya hubiera dado por concluida la presente entrevista.
Pero soy tu amigo de verdad, y te digo en base a ello que yo soy feliz con lo que soy y como soy. No me fue fácil llegar a este nivel de aceptación teniendo en cuenta que a diferencia de ti, no profeso religión alguna que me saque a flote en los momentos difíciles; en lugar de ello he aprendido a nadar a fuerza de chingadazos. Lo digo sin el ánimo de ofender y respetando toda creencia. No soy muy de la idea de adorar a un Dios punitivo, ni de temer a un infierno horroroso o esperar un paraíso como regalo final si me porto bien, tal y como me lo inculcaron en mi entorno familiar. Mi fe, hoy la he definido de diferente manera. En el trabajo he encontrado mi razón de ser y en el contacto con la naturaleza mi integración universal. En la convivencia diaria con la gente, con el ganado y las plantas, he visto plagas, enfermedades y la muerte. En ellos, cual espejo fiel, me he visto reflejado con claridad muchas veces. No creas que no estoy consciente del paso del tiempo y el estrago que éste causa en todo lo que vive. Se bien que en una lucha de cualesquier ser vivo contra el tiempo, siempre ganará este último. Eso de seguro puedes apostarlo a ciegas, te lo digo en broma porque sé que a ti que te gusta ese giro, me lo dijo riendo. No me inquieta nadita -me señaló- para dar respuesta a tu pregunta, quien será el que se quede con el producto del esfuerzo de mi vida; espero que sean mis hijos y nietos y que ellos le den buen uso a lo ganado; pero esas serán sus decisiones en sus propios tiempos. No me gusta especular ni ser anticipado sólo para preocuparme. Vivo el presente. Creo que he hecho con mis hijos lo que me corresponde para orientarlos en ese sentido. A mi edad he llegado a la conclusión y a la firme convicción, que en ésta larga cadena que significa para mí la vida, todos los de una generación gozamos los frutos de las generaciones que ya se fueron, de esas que ya ni siquiera en señal de gratitud traemos a la memoria. Así siempre ha sido la vida y así siempre será. Para que me quieres complicar la existencia con esa pregunta. Soy más sencillo que eso. Quiero decirte que además del hecho de haber podido integrarme al campo y a la naturaleza, lo que me hace feliz es tener la plena convicción de que soy un hombre libre. No puede haber felicidad sin libertad, me lo reitera con una sonrisa dibujada en los labios que sólo él sabe lo que significa. A mi manera, yo me concibo libre y ello me hace sentirme feliz. No tengo ataduras y no soy proclive a los convencionalismos sociales.
Me tachan de sangrón, de difícil, de claridoso, de excéntrico y de muchas cosas más, pero algún precio se tiene que pagar por la libertad de decir y hacer lo que un piensa y siente que es correcto. Reconozco que tiempo atrás si caía en las trampas que la política social usualmente pone a los ciudadanos de buena fe, mismos que por necesidad tienen que aferrarse a toda esperanza. A fuerza de errores, engaños y algunas frustraciones que tuve por confiar demasiado, aprendí que lo que tú no hagas por ti, nadie lo hará, mucho menos los políticos, quienes al igual que todo el mundo, todo lo que hacen lo están haciendo por ellos y sólo para su beneficio. No los juzgo. Pero ya no les creo. Toda mi vida he escuchado los miles de planes y programas maravillosos en boca de ellos y aun así, los pobres se siguen multiplicando. Por otro lado, te digo en confianza que soy poco dado a la alternancia social, salvo las contadas ocasiones en que mi profesión y asuntos comerciales me obligan. No comulgo con el marcado sentido de competencia y la ansiedad de consumo que priva entre los miembros de mi sociedad. No los critico pero no me sumo a la serie de actividades que no conducen más que a darle de comer al ego. Ya me eché una platicadita con mi ego y llegamos a buenos acuerdos. Tú mejor que nadie sabes que no soy conformista y que mi situación económica no es precaria. Trabajo todos los días para no sufrir penurias y vivir bien; veo a mis empleados como humanos, los respeto y les inculco el respeto al medio ambiente; a la hora de dormir, el cansancio que es la consecuencia obligada de un día productivo, es mi mejor somnífero. La familia es mi prioridad, ellos ya aprendieron que en mi carácter extraño y en mis acciones, por decirlo de un modo, no hay dolo ni mala fe. Los quiero como son y oriento siempre para que sean mejores. Eso les pido en reciprocidad. Te resumo por último mi estimado amigo, que con muy poco de política, religión y sociedad, pero sin duda alguna con mucho trabajo, esfuerzo, interés y disciplina, aprendí a ser feliz. Terminamos la charla y nos despedimos como siempre en el mejor de los términos y afectos y ya en el camino de regreso a casa, mi amigo y acompañante, el profesor, después de haber sido testigo de palo durante toda la larga charla que aquí les sintetizo, me comentó lo siguiente sumamente asombrado y admirado: que hombre tan seguro de sí es tu amigo Jorge, y qué lección de honestidad e integridad nos regaló. En mi vida no había conocido a nadie igual.
*Doctor y escritor.