Por Andrés Garrido del Toral*
El Zorzal Criollo de El Tepetate
Creerán mis cuatro lectores que ando pacheco o grifo al escribir semejante título, pero es un tema que quería abordar desde el año 2007 en que dejé la guitarra y la bohemia y me aficioné al pensamiento de Gautama Sidartha, el gran Buda. En las primeras lecciones y lecturas me di cuenta que mi personalidad gardeliana y Joséalfrediana tendría que ser sacrificada, y más porque en mi carrera por el arte de Euterpe privilegié más la letra que la música, inclusive haciendo mías las historias cargándome costales que no me tocaba llevar, pero a la mayoría de nosotros –los hombres latinos- nos educaron en el concepto de amor-odio, de amor-tragedia, de amor-sufrimiento, como el de Romeo y Julieta, aunque en ello se nos fuera nuestra salud espiritual y mental y a veces hasta la física por aquello de los alipuses, nostalgia enfermiza y depresión. También tiene mucha culpa de nuestros apegos toda esa parafernalia de las telenovelas de Azteca y Televisa, además de las porquerías que nos recetan desde Hollywood y los poco asertivos filmes de la Época de Oro del Cine Nacional mexicano, con mujeres resignadas, sufridas y enamoradas de manera enfermiza de algún macho o golfo.
Uno de los grandes postulados del budismo es que las desgracias humanas tienen lugar por los apegos y la ignorancia, principalísimas fuentes del sufrimiento, pero somos especialistas y necios en confundir el verdadero amor con el enamoramiento, la atracción y el deseo sexual, el apego a sustancias, personas, lugares y situaciones. Lo primero que te recomienda el desarrollo humano es desapegarse, sobre todo arelaciones tóxicas, esas donde hay uno dos codependientes que no hacen crecer al otro sino que provocan la destrucción de todo: sueños, vida emocional, carrera profesional, salud etc.
Voy a dar un aprobadita de letras de canciones populares, que son obra de grandes autores, a las que hacemos nuestras en cualquier situación de nuestras vidas afectivas, pero que sin duda alguna no aprobarían ni de panzazo un curso en el Tíbet antes de la invasión china.
“No vale nada la vida, la vida no vale nada…” José Alfredo Jiménez
Seguramente el guanajuatense no pensó nunca en lo complejo que el proceso de dar vida o crear vida en el Universo, cualquiera que sea nuestra creencia. Algunos ven en esta frase una verdadera lección budista por aquello del despego o el gran principio de que lo único seguro es la muerte.
“Yo odio el otoño, lo odio por ti” Mario Arturo Ramos.
Aquí el gran letrista queretano odia en lugar de amar, echándole la culpa a la estación más romántica del año de su decepción amorosa. ¿Qué culpa tiene el otoño de lo que le haya hecho a Mario Arturo una vieja? En otra parte dice esta hermosa canción que:
“Yo pido ayuda y ninguno me escucha, especialmente tú”
Cualquier budista le diría al crucífero que si pides con urgencia, con histeria, con carestía y sin ponerte en brazos de un ser superior o del Universo, seguramente éste te dará precisamente de lo que te estás quejando. Primero se agradece lo que se tiene y luego se pide, dejando al Universo el resultado, sin forzar las cosas. Es tan pequeño nuestro umbral de sufrimiento que ante cualquier prueba difícil nos ponemos..
“Hasta que vuelvas, detengo el tiempo…”
En esta bellísima pieza Mario Arturo Ramos se atreve a condicionar al Universo y a su propia felicidad al regreso de una mujer u hombre (no hay que olvidar que también se la grabó Vicky Carr). El Buda le diría: “Vive el aquí y el ahora, el pasado ya pasó y el futuro no ha llegado. La felicidad es un camino, no una meta”.
“Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño, que me sirvan una copa y muchas más; que me sirvan de una vez pa’ todo el año, que me pienso seriamente emborrachar”.
José Alfredo demuestra apego e incapacidad para discernir si ese es el mejor homenaje que se le puede rendir a una mujer. Pero donde se le admira es que sea serio en sus cosas, hasta en emborracharse, ya que mucha gente lo hace por desmadre u ocurrencia y no seriamente como el hombre de Dolores, que aparte era picadito porque pedía ¡para todo un año!
“Y si volviera a nacer, la volvería a matar” Roberto Cantoral
En esta frase de la canción “El preso número nueve” Roberto hace suya la obsesión, el apego al odio, y aparte demuestra el fracaso de los sistemas penales de reinserción y reincorporación social.
“Préndeme fuego si quieres que te olvide, méteme tres balazos en la frente; haz con mi corazón lo que tú quieras y después por amor: declárate inocente” José Alfredo Jiménez.
Aquí el hombre de Dolores (por su lugar de origen y por los que sentía) peca de masoquista, poca autoestima, renuncia a su libre albedrío y deja que otro ser humano lo maneje a su antojo, además de promover la mentira y la falsedad en las declaraciones judiciales. Le pide que se declare inocente como Mario Aburto, Raúl Salinas de Gortari y Carmelo Mendieta.
“Me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella de pena muero”
En esta coplilla archi famosa a nivel continental y en España José Alfredo raya en el colmo de la falta de autoestima y de exceso de chantaje, aparte de rogar, de forzar las cosas. Es más asertivo el poeta popular que compuso aquello de “Que la chancla que yo tiro, no la vuelvo a levantar”.
El que más obsesivo se presenta – con éxito- es Cantoral en casi todas sus coplillas, además de condicionar su felicidad y hasta su existencia terrenal:
“Reloj no marques las horas, porque voy a enloquecer…reloj detén mi camino, porque mi vida se acaba, ella es la estrella que alumbra mi ser, yo sin su amor no soy nada” El Reloj.
“No sé si vuelva a verte después no sé qué de mi vida será, sin el lucero azul de tu ser, que no me alumbra ya…Qué triste dicen todos que soy, que siempre estoy hablando de ti, no saben que pensando en tu amor, en tu amor, he podido ayudarme a vivir…” El Triste.
“Al final, me dejas solo desangrando de llorar, sin primaveras en mi manos para dar, la vida se me va sin tu querer” Al Final.
Martín Urieta también le grita y exige al Universo cuando declama con pujidos sabrosos aquello de:
“Urge, que me despierten con un beso enamorado…que me devuelvan el amor que me han robado, porque también tengo derecho de vivir”.
¿Quién lo va a hacer feliz sino es que él mismo? le deja su destino a otros. Es el clásico mexicano que le echa la culpa a otros de sus fracasos en medio de su alcoholismo, sin tomar las riendas de su vida. El Universo le va a dar nada, simplemente. En el pedir está el dar.
Uno de los más agresivos y poco asertivo letrista es el admirado Cuco Sánchez, con aquello de “La Huerfanita” y “Te parto el alma”, que se parecen mucho a “La malagradecida” y a “La Traidora” de José Alfredo. Puras canciones de amor y desengaño, contra ellas, como para llevar de serenata un cursi y ridículo 14 de febrero.
¿Por qué no podemos ser elegantes y positivos como los inmortales compositores de la trova yucateca o del mismísimo Joan Manuel Serrat que no se toma la vida tan en serio y se burla del amor de pareja y hasta de sí mismo? Estoy de acuerdo con el genial orate de Joaquín Sabina cuando de manera desparpajada dice que “los poetas del tango son lo más chingón que existe para letras de canciones”. Aclaro que también los grandes letristas tangueros tuvieron su rato de depresivos, misóginos y revanchistas.
Yo por eso escogí como mi letra favorita la del filósofo de Oaxaca, Macedonio Alcalá, que de manera tajante escribió aquello de “Dios nunca muere”.
¡Qué aburrido te has vuelto Andrés! ¡Eras más divertido y normal cuando platicabas de canciones en cantinas y boliches!
*Cronista del Estado de Querétaro.