Por Juan Diego González*
Recibí, de forma inesperada, una llamada de nuestro editor –y gran amigo- Mario Arturo Ramos, para solicitarme una colaboración especial. Pocas veces me pide algo así. Lo normal es que me da mi espacio y eso, como reportero, es en realidad de agradecerse. Lunes tarde noche. La nota debía estar lista como límite el martes por la tarde. ¿Qué hacer? Lo primero fue hablar con Marina Arteaga, directora del Museo de los Yaquis. Le marqué. Me indicó que el museo cierra al público lunes y martes. –Pero puedes dirigirte con Diana, mi asistente, ella trabaja normal y están otros colaboradores- me dijo para darme una sensación de alivio.
Después de mi trabajo, me arranqué al Museo de los Yaquis, cuya misión es difundir la cultura e historia de la tribu yaqui en la región del Cajeme. Ubicado en Cócorit (en anteriores colaboraciones lo he mencionado), esta institución abre sus puertas a todas aquellas personas interesadas en conocer a una tribu ancestral y con gran riqueza en tradiciones. Diana me proporcionó las fotos del archivo del museo y con amabilidad, me invitó a la sala temporal donde se expone un montaje sobre la Celebración del Día de los Muertos entre los Yaquis.
En la pared derecha –al entrar- reza la siguiente frase: “Los yaquis, como todos los pueblos de América, veneraban a los astros y la naturaleza. El Dios principal, el gran Creador, fuente de vida del universo (…) El cuerpo y el espíritu del difunto era entregado en una ofrenda al fuego, esencia del Dios Creador”. Bajo esta oración se replicaba un difunto, con sus armas y pertenencias, sobre un tapanco y debajo leña lista para el fuego.
Con la llegada de los españoles y la religión católica, se dieron, como era de esperarse cambios significativos en sus creencias y celebraciones. Con el paso del tiempo se conformó la festividad yaqui que conocemos actualmente.
A través de la instalación y breves mensajes se indica al visitante las partes esenciales de esta tradición, la cual inicia en los ocho pueblos yaquis el día 1 de Octubre y termina el 2 de noviembre. Durante cuatro semanas hay una serie de actividades para festejar a los difuntos en las familias yaquis. El responsable de la ceremonia se denomina Kapetai Yo owe. El encargado de llevar la bandera es llamado Alpes y el asistente Kapetai segundo. Un integrante de la tribu es designado Ala wasi, es decir, encargado del orden y disciplina para que la ceremonia tenga un feliz término.
Actualmente, durante este tiempo de celebrar los difuntos, cada familia yaqui hace un tapanco por fuera de su casa, con los siguientes elementos:
Olla con agua, para saciar la sed del difunto provocada por el largo camino.
Velas. La luz es para iluminar el camino.
Cohetes. Son la bienvenida del difunto, pero también para abrir las puertas del cielo.
Libro de las ánimas. Registro de los muertos en la familia.
Pinole y piloncillo. Es el alimento principal durante la legendaria lucha por la sobrevivencia de la tribu durante toda su historia.
Salí entusiasmado de la sala, para llevarme otra sorpresa. Diana me presentó a Alberto Sánchez Ramírez, encargado de Ambientación, diseño y museografía del museo, responsable por cierto, del montaje que me había fascinado. La oportunidad se pinta sola y aproveché para una breve entrevista.
“Mira, cada tapanco es familiar. Además de los elementos que viste en el montaje, se colocan alimentos que en vida le gustaron al difunto. El tapanco se hace con cuatro horcones de mezquite y una tarima tejida con ixtle y varas de batamote. Durante la celebración, se usa una bandera negra con vivos morados para bendecir a los asistentes. Los encargados llevan paños negros en la cabeza durante la ceremonia. Esto lo hacen para cumplir una manda.”
“El temaztian (sacerdote) se acerca al tapanco y lee el libro de los familiares difuntos para pedir por ellos. Lo acompañan las rezadoras, quienes elevan sus oraciones en yaqui, español y latín. En pago por sus servicios, se llevan los alimentos de la ofrenda, porque el difunto ya vino para alimentarse de su esencia el Día de los Muertos en la tradición yaqui”.
La celebración del Día de muertos yaqui, como vemos, está llena de simbolismo y encuentro con el mundo del más allá. Además se extiende por varias semanas hasta culminar con el 2 de noviembre, cuando cada familia levanta su tapanco, con la esperanza de que sus difuntos tengan parte en el cielo.
*Escritor, docente sonorense y Representante Legal de escritores de Cajeme A. C.