El pasado 25 de octubre en la Casa de la Cultura de la ciudad de Badiraguato, se presentó el libro Alicama, de la autoría del cronista Héctor Vázquez Berreaza, quien nació en ese antiguo pueblo indígena, visitado por Domingo Lázaro de Arregui.1 El sacerdote que hizo un levantamiento cartográfico de pueblos visitados; número de habitantes, costumbres, tradiciones y formas de vivir de los naturales. Al concluir la misión por estos asentamientos indígenas este santo varón dejó escritos en dos partes un trabajo denominado Descripción de la Nueva Galicia; esta aportación fue de suma importancia para entender la idiosincrasia de los pobladores del nuevo orbe.
Alicama…es un pueblo con sólido origen prehispánico y una vigorosa historia colonial, que conoció los albores de la lucha independentista. Por su aislamiento guardó silencio durante la Guerra de Reforma, pero las infamias cometidas durante el porfiriato, hicieron resurgir su carácter indómito entrando de lleno a la Revolución Mexicana. 2
Ha transcurrido media centuria, desde que, al construirse la presa Adolfo López Mateos este pueblo (al igual que otros), quedó bajo las aguas, que tantos beneficios trajo a los valles de Sinaloa, pero que en aras del progreso, arrancó de tajo a miles de pobladores que dejaron atrás sus muertos, sus tradiciones, costumbres ancestrales, su espacio geográfico de cerros y lomeríos para formar un nuevo asentamiento registrado como Villa Adolfo López Mateos, enclavado en el predio de la hacienda El Tamarindo en el municipio de Culiacán.
Me tocó en suerte hacer los comentarios de este nuevo libro de Vázquez Berreaza3, quien ha escrito con antelación 8 libros, relatando, entre otros temas, la historia de El Tamarindo y sus músicos; ha trabajado el tema educativo en esa Villa, nos ha entregado un buen trabajo sobre la presa Adolfo López Mateos. Héctor ha recogido como buen cronista el pulso de los acontecimientos más significativos de su tierra natal y de lo que después sería su tierra adoptiva. Ese día presentó la historia de Alicama para que no la envuelva el polvo del olvido. En esa charla con los asistentes al evento, comenté sobre un encuentro en la casa del ejido Alicama, allá en Villa Adolfo López Mateos, El Tamarindo. Resulta que el autor de este libro nos invitó una fritanga de mojarras. Confieso que hacía años no disfrutaba una tarde como esa. Me sentí contento porque no crean ustedes que sólo fue la comida a base de mojarras fritas, tortillas calientes, salsa picosa y cerveza. Por supuesto que no.
Hubo allí un encuentro muy especial que llamó mi atención entre dos personajes nativos de Badiraguato; Ramón López, de San Antonio de los Buenos y Octavio Urtuzuategui, del antiguo pueblo de Alicama; dos buenos amigos que hacía años no se veían, pero que muchas veces coincidieron en Alicama.
En esa plática…aquellos hombres revivieron recuerdos. Juntos recorrieron el viejo camino que va por el río y baja al pueblo de Alicama.
Juntos recordaron pláticas, gente de esa y otras comunidades o los que iban de paso, algunos a caballo o a pie, pero que llegaban al abarrote de los papás de Octavio.
Los que estábamos en esa comida en El Tamarindo, en la casa del ejido Alicama, entre ellos el autor de este libro y el Dr. Gilberto López Castillo, hijo de don Ramón López, escuchamos atentos, cómo, aquellos hombres viajaron por el tiempo y se reencontraron por aquellos parajes. Vivieron de nuevo su infancia y juventud al evocar el tiempo de antes. Los escuchamos preguntarse uno al otro por tal o cual pariente, por tal o cual familia, por las muchachas de su época, por los bailes y por los músicos.
Recordaron el pan hecho en hornos perfumado de mujer. Recordaron…la muchacha aquella que pasaba gente en el embarcadero; asombro y admiración de muchos.
Hablaron de la iglesia, la escuela, de las muchas bonitas de Alicama y de otros pueblos con las que bailaron; hablaron de los males de entonces, del empacho y la mollera. De las costumbres y maneras de curarse con hierbas del monte, tradiciones que se fueron para siempre. Hablaron estos hombres de río y la cacería del venado.
Quiero decirles que ese encuentro entre estos dos hombre no fue planeado. Fue cosa del azar, fue mera coincidencia.
También quiero decirles que para entonces este libro ya estaba escrito por Héctor Vázquez Berreaza y sin planearlo, como si conocieran su contenido, estos personajes platicaron sobre esta y otras comunidades desaparecidas por las aguas de la presa Adolfo López Mateos.
Quienes lean este libro y tengan alguna conexión con estos pueblos perdidos en la inmensidad del agua, seguramente harán volar su imaginación, paseando de nuevo por aquellos paisajes serranos desaparecidos; otros, volverán a recorrer polvosos caminos de herradura, por donde pasaban los hombres de a caballo o por los arrieros que llevaban sus mercancías rumbo a los minerales.
Y al evocar ese tiempo, yo pregunto: quién no desearía volver al hogar paterno con deseos de quedarse para siempre en el regazo, volver al encuentro de los hermanos a disfrutar las comidas preparadas por nuestras madres, escuchar los consejos o regaños del padre.
En este libro lleno de nostalgia por los tiempos idos, el lector encontrará información de cómo fue la vida en Alicama, hasta antes de que la presa fuera construida y desalojados sus habitantes; cómo era la educación, el deporte, la religión y un rico anecdotario de la vida cotidiana, así como personajes, fiestas y tradiciones.
En esta nueva obra Vázquez Berreaza, narra las peripecias del traslado de sus habitantes al nuevo asentamiento; habla sobre reparto agrario, ampliaciones ejidales, comisariados, hijos de primeros ejidatarios; hijos de ejidatarios que son profesionistas, así como quiénes recibieron casa en El Tamarindo.
Finalmente quiero comentarles que he conocido hombres y mujeres que aman su pueblo: Héctor Vázquez es uno de ellos. Es un enamorado de la tierra que lo vio nacer, así como de la tierra que lo recibió amorosa junto con su familia y con sus amigos; con sus nostalgias con la seguridad de que se instalarían para siempre y que jamás volverían a ver la tierra en la que dejaron la añoranza de tiempos idos. Héctor Vazquez Berreaza es un hombre que ha sabido escribirle a la Patria Intima.
1 Fue comisionado por las autoridades eclesiásticas de Tepic, para incursionar en los territorios del norte de Nueva Galicia, en e1621.
2 Nicolás Vidales Soto, maestro normalista, novelista e historiador.
3 También hizo algunos comentarios el historiador Nicolás Vidales Soto.
*La Promesa, El Dorado, Sinaloa. Octubre de 2013
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