Por Faustino López Osuna*
Evocando a Carlos Monsiváis, parafraseándolo en el título de su obra “Días de Guardar” en el que se usa el verbo traslativo venido del alemán ´warten´, que se utiliza tanto para guardar cosas como figurativamente en guardar cama o guardar silencio y, familiarmente, como señala el diccionario, ´guardársela´ o conservar un cierto rencor por una ofensa con ánimo de vengarse más tarde, inicio empleando el verbo opuesto a aquél, ´resguardar´, que es defender, con su sinónimo proteger o defenderse contra un daño.
Alguien se preguntará qué debemos resguardar en estos días y la respuesta tendría que ser siempre: la vida y la libertad, los dos valores supremos del hombre, ya que ninguno tiene sentido sin el otro. La violencia y los secuestros diarios en todo el país los mantiene en entredicho. Su precariedad los vuelve más necesarios, pues nada es más caro que lo que escasea o no existe.
Dando por hecho su disfrute, en el espectro de las necesidades sociales son prioritarios el trabajo, la salud y la educación. Sociedad que los satisface, es una sociedad con casi nulo índice delincuencial. A dichas necesidades habrá que sumar la vivienda, el vestido y el esparcimiento. El pacto social se basa en establecer un salario que alcance a cubrirlos. Y, aunque aparentemente los mexicanos en general tenemos resuelta buena parte de dichas carencias, la realidad que afrontan infinidad de nuestros semejantes nos contradice a diario. Desde que estudié Economía, consideré los Censos Generales de Población y Vivienda como el libro negro de México, por la terrible razón de que jamás en toda la historia de la nación, se han satisfecho al cien por ciento las necesidades sociales del pueblo mexicano, ni en vivienda propia, ni en pisos de cemento, ni en calzado, por mencionar solamente esos tres indicadores.
Y, si nos apuran, basta con citar al candidato a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, quien señaló en la contienda pasada que, de continuar las cosas como hasta ahora, “en poco tiempo tendremos 60 millones de mexicanos en pobreza extrema”.
Así, pues, que resulta indispensable tomar conciencia de nuestra realidad, nos guste o no y asumir una actitud contraria a la mullida rutina telenovelera y procurar resguardar hasta lo indispensable. Claro que Monsiváis tomó los “días de guardar” en el sentido de la liturgia (del griego leiturgia) o el orden y forma determinados por la Iglesia para la celebración de los oficios. Guardar ayuno, etc.
Carlos Fuentes llamó a su primer libro de cuentos “Los días enmascarados”, que eran los cinco días del tiempo circular de los aztecas que quedaban fuera de los 360 de su calendario, destinándolos eufóricamente a algo parecido al carnaval de los católicos. Pero ese es otro tema.
Al sinsentido de la existencia del que hablan los existencialistas, habría que darle el sentido de la cultura, por ejemplo, en cuyo espejo nos recuperamos de manera unitaria de la imagen mutilada de la violencia cotidiana que nos dispersa. Sobre esto reflexionó hace más de 500 años Lope de Vega, cuando escribió:
“Dicen que antiguamente se fue la Verdad al cielo. Tal la pusieron los hombres que desde entonces no ha vuelto.”
*Economista y compositor.