Por Víctor Roura*
A veces el futbol retrata a la perfección el estado interno de un país.
México, por ejemplo: pese a su notoria mediocridad, la selección tiene el respaldo de millones de fanáticos; aunque evidencian sus carencias, los jugadores son cada vez más famosos y, por lo tanto, millonarios; los empresarios continúan enriqueciéndolos, porque tasan las popularidades de estos futbolistas de acuerdo a sus apariciones televisivas, no a sus técnicas ni dominios con el balón. La derrota contra Costa Rica, que debió de avergonzar a la mayoría de los mexicanos, sólo hizo que la gente los exaltara… pues de todas maneras habían conseguido la posibilidad de poder estar en el siguiente Campeonato Mundial. Y los diarios deportivos halagaron al equipo. No hubo uno solo que subrayara su patética actuación. Por el contrario: agradecieron a Estados Unidos su participación en esta inesperada promoción (un periódico en su portada apuntó con grandes letras: “We love you”, dando por sentado que todos los mexicanos debíamos de estar agradecidos por haber eliminado esa nación a Panamá).
Y, por supuesto, los futbolistas continuarán enriqueciéndose ocultando su mediocridad en sus bolsillos traseros. De allí que el lunes 21 de octubre la mayoría de los rotativos nacionales colocaran en sus portadas al nuevo entrenador de la selección, el ahora ex entrenador del América, el, por decirlo con palabras llanas, el director técnico de “moda” debido a la explotación de su imagen por el consorcio Televisa, a quien sirve Miguel Herrera: la esperanza de los mexicanos, que se llevará, aunque pierda, vaya uno a saber cuántos millones de dólares, pues la promesa ya está hecha: en su presentación juró que México estaría en Brasil… y los mexicanos por fin descansaron en paz. ¡El entrenador número catorce en un lapso cortísimo, lo que denota la ineficacia (o la indefinición, o la ausencia de políticas deportivas, o la corrupción de la federación, o la impreparación) del sustento del balompié local! Mientras en una centuria un país como Alemania sólo ha mantenido a una decena de técnicos, ¡en casi dos sexenios México ha contratado a más de una docena!
Nadie ignora, ciertamente, que este deporte es una de las empresas más solventes en el país, de modo que nadie se haya cuestionado qué diablos hacía embriagándose a las cinco de la mañana el americanista Salvador Cabañas en un bar de dudoso trafique de mercancías ilegales. Sino sólo se preocuparon los medios por la bala alojada en su cráneo, la que finalmente lo alejó de las canchas. Tampoco nadie se preocupa que antes de un importante partido los futbolistas, en lugar de preparar estrategias y mirar videos del equipo rival, introduzcan en sus habitaciones a portentosas prostitutas para entretenerlos. Y todos los disculpan. Son jóvenes traviesos, y se divierten como debe divertirse la sana juventud del mundo. ¿No el ciclista Lance Armstrong se drogaba de lo lindo antes de cada competencia, logrando burlar –gracias a sus expertos agentes de seguridad– todos los procedimientos médicos en torno suyo? ¿No el mismísimo nadador Michael Phelps fue tomado in fraganti con un cartujito de mariguana en la piscina a la hora de sus entrenamientos?
A mí me causó escozor que la selección fuera derrotada por Costa Rica no por otra cosa sino porque me exhibió que no necesariamente el excesivo dinero tiene que producir mejores deportistas. Lo aterrador del caso corrió por cuenta de la prensa deportiva, que mostró su alegría por el repechaje, sin considerar la escalofriante medianía de nuestros futbolistas. No sé si llamarle a eso la cultura del despropósito, pero estoy tentado a denominarlo de ese modo. Porque, después de todo, así se mueve México: mediante medianías. ¿No la gente se lamenta de los actos de corrupción de los políticos, pero en la primera oportunidad los comete sin rubor? Hace dos días, en un transporte público, hablaban sobre futbol una cuarteta de jóvenes. Se referían a algunos seleccionados que juegan fuera del país y centraban su discusión en los dineros. Que si a tal jugador le convenía ser contratado en España o en Inglaterra, o tal otro si ganaba más haciendo comerciales bancarios que promoviendo la liga nacional. Y, sin saber exactamente porqué, intervine sólo para decir que los futbolistas mencionados eran demasiado mediocres para la propaganda que recibían de los astutos empresarios. Me vieron como a un apestado, y continuaron su plática sin incomodarse. Los futbolistas, cómo no, son también grandes comerciantes.
Y si va la selección mexicana de futbol a Brasil o no, me tiene sin cuidado.
Pues si es derrotada por Honduras o por Costa Rica, ¿qué se puede esperar si se confronta con Italia o con Inglaterra?
Pero, bueno, a lo mejor muchos de los futbolistas ya desean estar allí porque se dice que las prostitutas son bastante hermosas y generosamente amorosas.
*Periodista y editor cultural.