Por Víctor Roura*
¿Qué poema de un poeta mexicano será el más difundido de todos los tiempos?
¿“La suave Patria” de López Velarde (Jerez, Zacatecas, 1888-1921:
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo?
¿“Perlas negras” de Amado Nervo (Tepic, Nayarit, 1870-1919:
Cuando me vaya para siempre, entierra
con mis despojos tu pasión ferviente;
a mi recuerdo tu memoria cierta,
es ley común que a quien cubrió la tierra
el olvido lo cubra eternamente?
¿“El sauz” de José Juan Tablada (Ciudad de México, 1871-1945):
Tierno sauz
casi oro, casi ámbar,
casi luz?
¿“Tuércele el cuello al cisne” de Enrique González Martínez (Guadalajara, Jalisco, 1871-1952):
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente,
él pasea su gracia no más, y nada siente
del alma de las cosas y la voz del paisaje?
¿“Nocturno” de Manuel Acuña (Saltillo, Coahuila, 1849-1873):
Pues bien, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón,
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión?
¿O “El tigre” de Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929):
Hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira.
Y sólo tiene zarpas para el que lo espía,
y sólo puede herir por dentro,
y es enorme:
más largo y más pesado
que otros gatos gordos
y carniceros pestíferos
de su especie
y pierde la cabeza con facilidad?
¿O “Amiga a la que amo” de Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 1923-2013):
Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmóvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo?
¿O “Los amorosos” de Jaime Sabines (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1926-1999):
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan?
¿“Muerte siin fin” de José Gorostiza (Villahermosa, Tabasco, 1901-1873):
Lleno de mí, situado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo?
¿“Un gorrión” de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939):
Baja a las soledades del jardín
y de pronto lo espanta tu mirada.
Y alza el vuelo sin fin,
Alza su libertad amenazada?
¿O de plano el “Plagio XVII” de Efraín Huerta (Silao, Guanajuato, 1914-1982):
La que
Quiera
Azul
Celeste
Que
Se
Acueste?
¿Cuál será el poema más difundido en el país?
*Periodista y editor cultural.