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LAS “TABLAS” NO CAEN DEL CIELO

Por domingo 15 de septiembre de 2013 Sin Comentarios

Se lee en el Larousse:
Pisar bien las tablas, dícese del artista que actúa con mucha naturalidad.”

Por Faustino López Osuna*

Para muchos, en el arte escénico tener “tablas” es tener experiencia. Sólo que las primeras experiencias se adquieren sin “tablas”. Cuando nuestra extraordinaria Lola Beltrán en su primera presentación triunfal en el Palacio Nacional de Bellas Artes, en plena actuación olvidó la letra de la canción La Casita, inventó como si nada algo con lo que libró la primera parte, esperando poder recordar lo olvidado en el puente musical, pero no pudo recordarlo y en la segunda parte, que resultaba una catástrofe, echó mano de un recurso emotivo: “Estoy recordando a mi Rosario querido”, dijo, y el público se le entregó en una cerrada ovación. Cualquiera diría que la señora tenía “tablas” para eso y más. En la grabación de dicho concierto se puede apreciar el difícil lapsus de nuestra inmortal paisana.

Cuando en 1986, producido generosamente por el admirado culiacanense Jesús Monárrez, grabé mis canciones para el sello WEA, se me programaron tres presentaciones de promoción en Televisa: dos en los programas de media noche y de medio día, de Ricardo Rocha, y otra en el noticiero matutino de Guillermo Ochoa y Lourdes Guerrero, interpretando dos temas seleccionados por la compañía disquera: el son La Candelilla y la ranchera Compadre de mi Compadre. Para la primera presentación, que sería nada menos que mi debut en TV, estuve ensayando días y días los temas por largas horas. Monárrez me preparaba con esmero: “Cuide muy bien dos cosas, maestro: la afinación y la cuadratura”, me indicaba. Aunque grabé con el mariachi América de Jesús Rodríguez de Híjar, me “acompañó” en escena, haciendo play back, el mariachi México, con las partituras, claro, para que pareciera real su desempeño.

Pero sucedió que, después de anunciarme, los ingenieros de sonido, en vez de la pista de La Candelilla, pusieron la del huapango El Consejero, que jamás ensayé. Junto con mi desconcierto, estuvo el de los músicos del mariachi que decían a mis espaldas: “¡Ésta no es!” Lo bueno fue que no salía al aire el sonido de sus instrumentos y fingieron lo mejor que pudieron ante las cámaras. Yo, por la súbita “descarga” de adrenalina, sentí cómo remojaba copiosamente la camiseta y la camisa juntas: sólo tenía 8 compases para recordar la canción y los tiempos. (La adrenalina acelera el ritmo cardiaco, aumenta la presión arterial, dilata los bronquios). Menos mal que no tropecé en la interpretación y en la segunda canción me sentí menos presionado.

Nunca faltan situaciones inesperadas en el escenario y uno debe seguir como si no ocurriera nada. Así sucedió en la presentación en el Palacio de los Deportes durante un evento del gobierno del Estado, en el primer año de la administración del licenciado Francisco Labastida Ochoa. Aunque a Lola Beltrán le tocaba cerrar, cuando vio que el programa duraría casi tres horas, decidió abrir ella. Y, al correrse la programación, a mí me tocó cerrar acompañado de la Banda La Costeña de Ramón López Alvarado. Presentaría tres de mis canciones a los municipios de Badiraguato, San Ignacio y Cosalá. Como había bastante público llegado de Sinaloa, con todo y que ya se había presentado el maestro José Ángel Espinoza Aragón con los hermanos Falcón, como mi actuación era con la Tambora, aquello era una desbordada euforia colectiva. Nunca habían escuchado un corrido a su tierra. Las dos primeras resultaron impecables. Pero en la tercera, El Cosalteco, una mazurca, el músico que toca el redoblante y que marca el compás, por error marcó vals sin el repiqueteo obligado y solamente porque yo era el autor, pude ajustarme difícilmente al ritmo equivocado, pero sufriendo, también, como se dice, la gota gorda.

En esto de las “tablas”, pues, habría que agregar que se tiene que afrontar estoicamente y con aplomo lo que, como se dijo, surja en escena. Siempre recuerdo un consejo que me dio el inolvidable Pedro Carreón: “Piensa que en los ensayos te puedes equivocar mil veces, corrigiéndote las veces que sea necesario; para eso son los ensayos. Pero no se vale equivocarse en escena. Aún así, si llegaras a tener un tropiezo, nunca te detengas, porque magnificarías el error. Por respeto al público, sigue adelante con toda la entereza del mundo”. Hoy rindo un homenaje a su memoria.

*Economista y compositor.

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