El fracaso escolar puede constituirse en un éxito cuando el objetivo inconsciente era desafiar y castigar a los padres y al mundo de valores adultos por sentirse injustamente tratados
(Juan Pundik)
Debemos tener realmente por un milagro el que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado aún del todo la curiosidad investigadora, ya que este germen delicado necesita no sólo estímulo, sino sobre todo libertad. Pensar que el placer de la contemplación y la búsqueda pueden ser favorecidos mediante la coerción y el sentido del deber, no es más que un error de grueso calibre. Por el contrario, estoy convencido de la posibilidad de anular la voracidad del depredador más fiero y saludable, si pudiéramos obligarle, con la ayuda de un látigo, a devorar continuamente, aún sin hambre
(Albert Einstein)
Por Verónica Hernández Jacobo*
La caída del deseo surge desde la orientación lacaniana como pertinencia conceptual, que permite explicar muchas situaciones de nuestra contemporaneidad dentro de ellos, fenómenos educativos y otras tantas formas de malestar social, donde la educación no está exenta. Uno de los fenómenos escolares más recurrentes es el hecho de que los estudiantes no quieren estudiar, ahí se observa una caída del deseo, entendiendo por el deseo no las apetencias, ni las ganas, sino un movilizador pulsional que estructura las subjetividades del escolar y de todo el mundo que es hijo de la ley.
El fracaso escolar es el fracaso del escolar, del alumno, pero también es el fracaso de la escuela menciona el psicoanalista Juan Pundik, él sostiene que el fracaso escolar es el fracaso de la sociedad misma, y sobre todo hoy cuando estudiar no genera ninguna garantía. Anteriormente el lema era prepárate, estudia y serás un hombre o una mujer de éxito, hoy la educación no genera muchas certidumbres, al contrario se vuelve una pesada loza para las familias de escasos recursos cuando a futuro no se avizora una salida exitosa, y sobre todo porque implica una fuerte inversión aunque la educación desde el discurso oficial se maneje como gratuita.
La caída del deseo va en sintonía con las pocas ganas que el Estado asume frente a las demandas de subsidiar al sistema educativo, el Estado sólo da mejoralitos cuando la fiebre apunta a consumir todo el cuerpo, y peor cuando se observa de los gobiernos cierta opacidad y poco interés por apuntalar el desarrollo con una gestión confiable y decidida con las clases más desfavorecidas.
El desgano, la apatía, la desidentificación del escolar con su compromiso con los aprendizajes, es la puesta en escena de un deseo caído, acompañado con falta de interés, irritabilidad y violencia escolar como desencadenantes de este deseo caído, que perturba la producción de saberes y el máximo rendimiento curricular haciendo fracasar a las escuelas.
Frente al deseo caído sería muy ilusorio pensar en abrir un changarro, como fue la exclamación épica de un político venido a menos que no vale la pena ni mencionar, pero que endulzó los imaginarios colectivos con frases relumbrantes que no pasaron de ser mera demagogia. El deseo caído eclipsa al sujeto, lo lanza a una abulia generalizada, donde el desgano gana, sometiendo al alumno a un deterioro cuya plusvalía deja de brillar convirtiéndolo en presa fácil del crimen organizado o bien de bandas delictivas que amenazan la convivencia social.
Lo peligroso de la caída del deseo es que puede llevar al alumno o al sujeto de que se trate, al pasaje al acto del suicidio, o bien que recurra a tóxicos, marihuana, cocaína y derivados, o que quiera vivir en una eterna fiesta sin preocuparse por ser productivo, que sólo se viva soñando en el paraíso de los placeres como una forma de tratar de escapar de este deseo caído, como es el uso y costumbre de muchos jóvenes que exiliados del deseo escapan al placer, cuya repetición los coloca en las antípodas de lo que Freud llamó pulsión de muerte, subir al auto acelerando todo, amanecerse con la cerveza en la mano, ese es el deseo caído.
*Psicologa, invstigadota, maestra.