Por Jaime Irizar Lopez*
Es común observar en todo tipo de relaciones humanas el uso estereotipado de frases para cada ocasión emitidas por cortesía, que no pretenden reflejar ni tantito el sentido literal de las palabras que la integran, ni tampoco avalan el interés de quien las emite hacia su receptor. Llama mucho la atención su uso extendido y el aceptar socialmente que las mismas tengan, entre emisor y receptor, tan sólo un valor de carácter superficial y sean meramente facilitadoras de toda charla inicial. ¿Hola, cómo estás?, ¿cómo te ha ido?, ¿Cómo te trata la vida?, son algunos ejemplos de las frases usuales en nuestra sociedad, mismas que no significan en términos generales, que el que pregunta tenga unas ganas enormes de saber sobre tu estatus, ya sea de salud, economía o emocional, y por supuesto que quien las emite no espera como respuesta, toda una letanía de conceptos que definan al pie de la letra tu situación actual.
Damos por sentado que estos saludos son meras frases de cortesía, a las que recurrimos con frecuencia porque nos ayudan a romper hielos y a establecer mejores puentes para iniciar una comunicación más efectiva. Estas frases tan trilladas, ya han dejado de tener la intencionalidad que encierran, por ello no se tiene que creer que las usamos porque queramos conocer las realidades de nuestro receptor. Aunque cabe aclarar, que siempre hay personas que a la primera oportunidad o con el más mínimo pretexto te empiezan a decir casi a modo de presunción, lo mal que les ha ido, lo salado que están, sus horas de insomnio, el tamaño de sus dolores, reumas y achaques, la cantidad de deudas que tienen, la ingratitud de sus hijos y otras múltiples cosas más por el estilo. Y aun así se preguntan después por que son tan espaciadas las visitas de hijos, nietos, familiares y amigos.
Es obvio pensar que por lo regular, y guardando bien las proporciones entre los comparados, todos tenemos nuestros problemas y que en ellos enfocamos todas nuestras energías y esfuerzos. Casi todos debemos en la Coppel, pagamos agua, luz, impuestos; tenemos nuestros propios achaques, y padecemos también las múltiples vicisitudes para poder sacar adelante las necesidades de los hijos y de la esposa; en fin, como todo mortal a diario tenemos que luchar para solventar el día. En mi modesta opinión creo que nadie en su sano juicio espera recibir, tras emitir una frase de cortesía a modo de saludo como las antes referidas, toda una serie de expresiones quejumbrosas, negativas, pesimistas, tristes, derrotistas, de tal suerte que te pinten de negro el día que con franco entusiasmo y optimismo iniciaste.
Es una gran verdad, que salvo que el que pregunta sea un familiar o un amigo de los más allegado y queridos, casi nadie está interesado en escuchar tus problemas para ofrecerte alternativas sinceras de solución y apoyarte en consecuencia a mejorar tu estado. Hay que admitirlo, solo los que te quieren mucho estarán dispuestos a ayudarte dentro sus posibilidades. De ahí pal real tendremos que ser maduros y enfrentar solos nuestra realidad con todos sus problemas y limitantes para poder luchar con entereza hasta poder solucionarlos ya sea parcial o totalmente. A propósito de dichas frases, traigo a la memoria a un amigo que hablando coloquialmente “siempre anda mas tronado que un chicle en boca de pachuco” y del cual me consta que no tiene ni ha tenido nunca resuelta la vida en ningún sentido. Dicho amigo, a pesar de acarrear en su mochila problemas de todo tipo, siempre con una franca sonrisa dibujada en su rostro amable tras escuchar la cortés pregunta de: ¿cómo te ha ido?, él invariablemente responde: “si no me pides pruebas, te diré que muy bien”. Sabia respuesta que encierra en su contenido el entender que no importando en que condición se encuentre uno, a nadie le interesa conocer realmente tus problemas, además de que si en el dado caso te animaras a contárselos a detalle a tu interlocutor, tal vez sería ésa la última ocasión en que él te haga esa pregunta amable y probablemente pierdas o se afecte en definitiva esa relación, y a partir de entonces empiecen a sacarte la vuelta como si fueras una odiosa glorieta.
Por la ley del menor esfuerzo y en aras de mantener la salud mental, uno trata de evitar a las personas complicadas o negativas. Dicen los especialistas que dentro de las características que más distinguen a las personas exitosas y a las que ejercen un liderazgo efectivo, son, entre otros factores: el optimismo, entusiasmo, actitud positiva ante la vida y una gran capacidad para comunicar, animar y motivar. El pesimismo es, sin duda alguna, la más contagiante de las actitudes y sentimientos, y es además uno de los signos distintivos de la depresión, sin olvidar que ambos por sí solos pueden pintar de gris el día más soleado y afectar de manera muy importante la capacidad de análisis objetivo, de juicio y razonamiento. De ahí la importancia de saber identificarlo con oportunidad, para evitarlo y mantenerse al margen de su influencia nefasta. En ese orden de ideas hay que reiterar a hombres y mujeres, viejos o jóvenes, sobre todo a estos últimos, cuan importante es incorporar a su perfil el entusiasmo y el optimismo, además de mantener vigente la esperanza y la fe. Hay que hacerlos creer firmemente en sus potencialidades y valores, pues son sólo ellos los que los harán superar cualesquier prueba de vida. No se puede concebir la idea de un joven sin lo antes mencionado. Pues juventud debe ser sinónimo de optimismo y entusiasmo. Toleremos, aunque no lo justifiquemos, el pesimismo sólo en los viejos de espíritu, mismos que ya se dieron y se abandonaron a sí mismos. Tengo por cierto que en los jóvenes ser pesimista y tímido, hoy por hoy, puede considerarse, hablando en términos religiosos, como un pecado mortal. Porque estas condiciones atentarán siempre contra la vida y la felicidad.
Puede resultar triste el presente análisis, pero la verdad sea dicha, hay que aprender de manera temprana, a identificar a los amigos verdaderos y a los familiares con quien más te identificas y con ellos construir tu círculo de confianza; con ellos sí que puedes hacer ejercicios de confidencias, catarsis, y convertirlos en tu muro personal de lamentaciones si así lo consideras prudente. Pues tal vez sea sólo en ellos en donde, si no encuentras el apoyo que buscas y necesitas, cuando menos un consuelo honesto te habrán de brindar. Más allá de este círculo, aparte de lo inútil de esta acción, sólo te expondrás a la crítica y al aislamiento social, porque la gran mayoría de las gentes prefiere y simpatiza más con los luchadores que con los quejumbrosos, y privilegia su amistad con aquellos que son alegres, propositivos, optimistas y con los que se distinguen por tener siempre una actitud positiva ante la vida. Vale recordar que sólo los optimistas cruzan el río y salen avante ante cualesquier circunstancia adversa. Si ser pesimista y andar quejándose de todo y ante todos resolviera nuestros problemas, entonces sí que el ser optimista debería de ser considerado como uno de los delitos más graves de la sociedad.
*Doctor y escritor.