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UN DIA CON LA VERDAD

Por domingo 28 de julio de 2013 Un comentario

Por Jaime Irizar Lopez*

Un-Dia-Con-La-Verdad1Mucho se ha hablado y discutido sobre la verdad. Mares de tinta se han aplicado para registrar tan sólo su definición y tratar de explicar su sentido. A lo largo de toda la historia de la humanidad múltiples filósofos y pensadores castigaron sus neuronas al extremo para encontrar la mejor forma de inducir, a los que pensamos menos, a que aceptemos que la verdad nos hará libres, y que ésta debe ser el principio rector de todas las conductas y de todas las relaciones.

Tengo por cierto que una gran mayoría piensa que buscarla, conducirse y decirla en todo momento es en si una gran virtud. No soy quien para poner en duda tantos siglos de pensamiento filosófico, pero si quisiera que con todo respeto me permitieran hacer algunas observaciones al respecto de esta virtud tan ampliamente aceptada, pero poco practicada en su concepto original.

Inicio recordando una de las definiciones de verdad en su acepción como virtud, la cual hace franca referencia al hecho de ser veraz, decir, usar o profesar siempre la verdad.

Aunque no pongo en duda la importancia teórica de tan gran virtud, en la práctica, dada la desigualdad entre los miembros de las sociedades en cuanto educación y formación de valores, creo que no es tan fácil llevarla a cabo tal cual se enuncia. Permítaseme hacer unas precisiones medio en serio, medio en broma, para tocar el tema y recordarles lo difícil que resulta el decir siempre la verdad.

En mi círculo de amigos y conocidos y tal vez también en el tuyo estimado lector, existen personas que pregonan con gran convicción que su mayor virtud es decir siempre la verdad aunque les duela y lastime a los oyentes. Dicen muy ufanos, cuando alguien les hace algún reclamo en ese sentido, que ellos son “muy claridosos”, que su carácter es fuerte y definido, que la verdad siempre guía sus pasos y que son honestos a carta cabal.

Un-Dia-Con-La-Verdad2En ciertas ocasiones en que salgo de mi retraimiento mental y en las que tengo extrañas ganas de polemizar, les digo de frente que eso no es del todo cierto. Que la verdad en nuestros tiempos es casi siempre convenenciera.

Que en teoría se pueden presumir muchas cosas, pero que en la práctica es rara la ocasión en que encuentras un libre pensador que en todo momento se exponga a decir la verdad desnuda de todas las cosas y de todas las personas.

A los que presumen de ello, les digo que la verdad cruda se dice sólo cuando se tiene la certeza de que lo que se va a decir no va a despertar en nuestra audiencia sentimientos y reacciones de furia tal, que pongan, de manera inmediata o postergada, en claro riesgo nuestra integridad física o dañen la relación de manera permanente de alguien a quien queremos, tememos o necesitemos. Les digo también que la verdad pura en si, no conoce el miedo ni se condiciona a nada.

Déjenme hacer de manera chusca un ejercicio mental para poder darme a entender y quitarle algo de solemnidad a este artículo. Dando por cierto que el tiempo acentúa las virtudes y exalta los defectos, además sumamente convencido de que el matrimonio y la larga convivencia le arrancan el velo de la apariencia a todo noviazgo y amor, los invito a realizar un viaje de un día en la vida de un “claridoso” para desenmascararlo.

Imaginen que un buen día en cuanto se despierte este personaje le dicen a la esposa lo mal que le huele la boca, que amaneció horrible, despeinada, que esta gorda y fodonga, que su pijama mata pasiones le tiene harto y toda una serie de cosas negativas que a lo largo de la vida en pareja sabe y piensa de ella; e inmediatamente después le pide que le prepare un desayuno muy especial. Nadie en su sano juicio podrá pensar que esta petición, tras esta charla tan llena de verdades, podrá tener un final feliz y nadie tampoco le puede asegurar que su relación con ella no se va a afectar de manera definitiva, lo externe ella o no.

En otro ejemplo les pregunto también a “los claridosos” el por qué no les sale el carácter y la personalidad regida por su apego a la verdad y les gritan en su cara, cada vez que se topan con su vecino que vende drogas o con los miembros de un reten de gente armada, quienes a punta de pistola o de rifle lo interrogan cual si fuera el peor criminal, todo lo que piensan o sienten sobre ellos y sus conductas antisociales y arbitrarias, mismas que se traducen en unos tratos indignos y son unos claros atentados contra los derechos humanos y la salud de sus hijos. Está claro que nadie come lumbre o le da por escupir para arriba, es seguro que la verdad esperará su mejor ocasión.

En ese mismo imaginario día, al llegar al trabajo me pregunto por qué los defensores de la verdad no le dicen a su jefe de manera directa todo lo que por él sienten y piensan, y le hacen a manera de reclamo enérgico, toda una relatoría histórica de las ofensas y agravios que a lo largo de su relación laboral él les ha hecho y le comentan de pasadita que en su opinión, él también en muchas ocasiones ha tenido graves errores y ha sido aún mas tonto que cualesquiera de los que con el trabajan. Saben, que aún siendo verdad, esto significaría el más claro ejemplo de suicidio laboral.


De regreso a casa, imaginen ustedes que sucedería si a diario le hacemos ver a nuestros hijos todos los detalles negativos de sus conductas y rebeliones sin ninguna consideración, propiciando con ello, que se sientan punto menos que miserables con las verdades que les espetamos en su cara y por los terribles juicios emitidos en su contra, mismos que salen de la boca de quien esperan cariño, respeto y comprensión.

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Para concluir el hipotético día, visualicen que en la reunión de dominó o las tardes de café con los amigos y compadres, a uno por uno le comentamos a detalle la “verdadera” opinión que de ellos tenemos, les destacamos sus defectos; todos los errores del pasado se los sacamos a flote y terminamos disecando su personalidad con el mas filoso de los bisturíes que es la verdad, nuestra verdad.

Seguro es que en menos de que canta un gallo, “el claridoso” se quedará mas solo que un naufrago en isla desierta y será mas odiado que una auditoria de hacienda o mas mal visto que un recibo de la luz en un verano en Culiacán.

Conocer y buscar la verdad ciertamente es bueno en términos generales. Decirla en todo momento no siempre lo es para las relaciones humanas. Callar no es sinónimo de mentir, y si lo es, con mucha frecuencia de tolerancia y prudencia, virtudes esenciales para fortalecer todo vinculo de afecto y conveniencia.

No es cierto pues el hecho de que haya personas que siempre dicen la verdad. La virtud que pregonan “los claridosos” casi siempre es hipocresía convenenciera. La verdad científica si nos hará libres. La verdad cruda aplicada a las relaciones humanas nos dejará de seguro en la más cruel de las soledades.

Recordemos de Juárez una sentencia que aplica y muy bien por cierto, no sólo a las prácticas legales, sino también a la hora de querer decir las verdades desnudas y al deseo de construir relaciones maduras y efectivas: “a los amigos justicia y gracia; a los enemigos la ley a secas”. No tratemos a nuestros hijos, esposa, familia y amigos como nuestros verdaderos enemigos.

Concluyo: dicen que sólo los ricos, los poderosos y los que de antemano saben que el decir todo lo que piensan o sienten no les va a causar ningún daño o a poner en algún riesgo su integridad física, se atreven a esgrimir en todo momento sus verdades. Aún así, ellos también hacen excepciones ante las personas que aman.

El éxito cabalga sobre el arte de la comunicación, las relaciones efectivas, el conocimiento y la capacidad para servir y amar.

Cito de nuevo a los filósofos clásicos, quienes dicen y coinciden al respecto: la ciencia siempre será el camino para encontrar la verdad, pero tratándose de la existencia de Dios, ésta no puede ser afirmada por la razón, sino tan sólo por la fe.

Verdad y fe, confianza y amor son binomios que hacen falta para ser feliz.

*Doctor y escritor.

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Un Comentario

  • José Luis Aguirre dice:

    Pido un artículo que hablé del despojo de tierras que han sufrido los campesinos de Durango, Nayarit y Sinaloa por carretera que explota Slim, con ganancias hasta el momento de 40 mil millones de pesos

    Por favor Mario, un artículo sobre el particular

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