La plática se desarrolla en céntrico café de la ciudad de Culiacán, teniendo como fondo un concierto de música romántica. Suavemente se escucha la voz de María Luisa Landín, con la melodía Amor perdido, del inmortal Pedro Flores; y así, entre el ir y venir de las chicas que atienden a los comensales, el tintineo de vasos y cucharas, clientes que piden su cuenta, van desfilando las voces de Marco Antonio Muñiz, los Románticos de Cuba y otros. Mi primera pregunta: ¿cómo se siente? La maestra toma aire y responde…Muy bien. He vivido a plenitud la vida profesional y hoy disfruto mi tiempo, digamos que vivo un poco para mí…me dice mientras sonríe ruborizada y sus finas facciones demuestran la congruencia de sus palabras. Irma Ramona es una mujer jovial. Derrocha alegría. Sus ojos vivaces se mueven de manera constante a la vez que pretende darle fuerza a las palabras con ademanes de sus blancas manos. La verdad es encantadora. Transmite de manera espontánea alegría por vivir a cualquiera que la escuche hablar.
“Me siento realizada. No le debo nada a la vida, ni ella me debe. He dado lo mejor de mi tiempo a la tarea de educar. Para eso estudié y lo digo de corazón; porque eso fui, maestra de corazón. Me entregué al trabajo y a mis hijos con verdadera pasión”.
Más adelante señala: Tuve una infancia pobre pero fui inmensamente feliz. Los niños teníamos una gran capacidad para fabricar nuestros propios juguetes. Yo recuerdo la primera muñeca que me regalaron, era de cartón; muy lejano el parecido a las de hoy. Había otras que tenían brazos y piernas rellenas de aserrín. Esos fueron tiempos maravillosos, no ambicionábamos grandes cosas. Las noches de luna eran ideales para los juegos, pues no había luz eléctrica.
Luego apunta que… en El Melón, sindicatura de Quilá, donde nací estudié los primeros años, entre aquellos juegos en que sólo necesitaba imaginación. Eran todo muy sano. No había ingenuidad, al contrario, éramos muy creativos; recuerdo los juegos del Matarile, rondas, los Encantados y las Escondidas. Hacíamos muñecas con botellas de refrescos y las vestíamos. No existían juguetes de plástico, menos electrónicos. Todo era muy llamativo, dábamos valor a las cosas que teníamos y esos instrumentos nos daban los juguetes imaginados”. – comenta nostálgica nuestra entrevistada.
Recuerda con afecto al profesor Enrique Ibarra Osuna quien la impulsó para continuar estudiando. De él recibió orientación y apoyo para no perder el camino. Expresa que fue en la escuela Primaria Federal “Tipo” Manuel Ávila Camacho donde terminó su educación primaria y luego regresó al ejido, y en la escuela de sus primeros años realizó las primeros prácticas en los grupos, a instancias del siempre bien recordado maestro Clemente Rodríguez.
Pasado el tiempo el maestro Ángel Zapata le otorgó plaza de maestra municipal en la comunidad de Las Piedritas, luego fue al ejido San Diego, sindicatura de Eldorado; pasó después a Las Azucenas, San Pedro, y El Vergel, en el hoy municipio de Navolato.
Educar niños, reto difícil
Irma Ramona es una hermosa jovencita, y con toda la fuerza que se tiene en esa etapa de la vida, trabaja y estudia, lee todo lo que a sus manos llega; es la indicación de sus maestros en el Instituto Federal de Capacitación del magisterio, donde ya acude para recibir instrucciones de talentosos maestros como Jerónimo Martínez García, Graciela Montaño Márquez, Santiago Zúñiga, Eudaldo Rodríguez Millán, Aurelia Echeagaray, Felipe Ramírez, Jesús Hernández, Berta Salas, entre otros. También ha hecho grandes amigos con quien comparte experiencias, entre ellos María Cristina Cairo, Baldomero Arámburo Picos, Manuel Borrego, Marta Uzeta Aguilar, por mencionar algunos.
Irma Ramona concluye sus estudios con Mención Honorífica. Tiene deseos de realizarse, ser útil a la sociedad, apoyar a su familia, empieza a tener claridad en sus deseos de ser maestra de corazón como lo demostrará al paso de los años. En 1967 se le ubica en la comunidad de Boca de Arroyo, en la municipalidad de El Fuerte. Ya no titubea; tiene la teoría que ha combinado con práctica y se entrega a la noble tarea. Sinaloa es aún, un estado con grandes carencias. No hay caminos pavimentados, solo brechas y a través de ellas llega a esa comunidad en un tranvía tropical.
El ciclo escolar siguiente labora en el antiguo pueblo de Imala, municipio de Culiacán; allí imparte sus conocimientos durante quince años; se vuelve una líder; gestiona la introducción del agua potable, imparte cursos a campesinos, apoya en los deslindes de las tierras del ejido, a la vez que se titula como maestra de Lengua y Literatura en la Escuela Normal Superior de Tepic, Nayarit. Después de esos tres lustros la superioridad la envía a la colonia Rubén Jaramillo a la escuela José María Morelos y Pavón de la ciudad de Culiacán, donde después de laborar en el turno matutino, junto con otro maestro funda el turno vespertino.
La maestra Irma Ramona reconoce que fue parte de un valioso equipo que encabezó la muy querida maestra Elsa Uriarte, quien tenía y tiene una vitalidad impresionante; Jesús Oviedo y Felícitas Guzmán, reconoce la maestra Irma, fueron otros compañeros que la apoyaron en su tarea educativa. Sin dejar de lado las orientaciones de sus supervisores escolares entre los que menciona a Manuel Beltrán Tapia y Octavio Osuna Aguiar.
Maestra Condecorada
Irma Ramona fue condecorada como la mejor maestra del año; ha obtenido las medallas al Mérito Magisterial Rafael Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano, amén de reconocimientos de padres de familia, alumnos y de compañeros maestros; señala que…el mejor reconocimiento es la satisfacción que me causa el haber enseñado a tantos niños a leer.
Nuestra entrevistada causa baja por jubilación en enero de 2003, siendo Directora Técnica de su escuela. Consideramos que ha cumplido con su país, con la sociedad sinaloense y con su familia (tiene cuatro hijos Micaela, Irma, Fernando y Manuel Ángel). Entregó 40 años de su vida al servicio educativo, por ello, La Voz del Norte, órgano de divulgación del sector educativo, rinde justo reconocimiento en vida, a tan brillante mentora. Maestras de su estatura se han ganado a pulso, un lugar entre los grandes educadores mexicanos. Porque a decir de ella…fui una apasionada de mi profesión. No me equivoqué!
Nació el 11 de julio de 1944, en el seno de humilde hogar. Sus padres fueron Everardo Bustamante Melgar y Francisca Jáuregui Loaiza; tuvo diez hermanos. Ella fue pieza importante en el desarrollo personal de muchos de ellos. Los apoyó cuando empezó a tener ingresos económicos y eso la llena de satisfacción. No obstante ser una numerosa familia, salieron adelante porque se mantuvieron unidos siempre y hasta la fecha, ese ha sido un factor determinante que motiva a seguirse reuniendo continuamente.
¡Salud, estimada maestra!.
*La Promesa, Eldorado, Sinaloa.