Por Verónica Hernández Jacobo*
Esta dimensión espiritual y social que Lacan ubica como central en su discurso, se podría ubicar lisa y llanamente como crianza, ese modo particular en cómo se juega la maternidad y paternidad ya que de cómo se establezca esta crianza saldrá un ciudadano regulado por valores, normas, la ley, para ser más específicos.
La crianza instala el don del maternaje, mientras que el Nombre del Padre regula el goce al cual el niño estará sometido, de ahí que la crianza es fundamental para el desarrollo psíquico del infans, de fallar la crianza un lazo se rompe y el ciudadano por venir se resquebraja en algunas modalidades que al discurso médico le gusta nombrar como enfermedades o trastornos, es decir patologizan la infancia.
La familia cumple una función sustantiva, al transmitir lazos sociales que ubicamos con el nombre de cultura, así como también dentro de ella se gesta el ciudadano por venir al regular con su crianza la prohibición, ya que gracias a esta represión, el niño y la niña sabrán que no todo es posible, que tiene que postergar sus requerimientos, que no todo se les puede cumplir, cuando falla este regulador tramitado por la crianza, es posible que los lazos se fracturen, de ahí surgirán diferentes manifestaciones de malestar que el otro interpretara como patologías, y que nosotros desde la clínica del lazo social no podríamos etiquetar sino que nombraríamos ese malestar.
Podemos observar a niños y niñas en nuestras prácticas en escuelas, a los cuales nunca se les prohíbe nada, de tal modo que estos niños se sienten narcisisticamente llamados a hacer lo que les venga en gana, porque el fenómeno de crianza falló, niños sin padres o bien niños con padres borrados que no ejercen su autoridad, de igual modo, los sistemas psicopedagógicos confunden estos problemas de crianza con patologías, generándose un sobrediagnóstico cuya localización será cerebral.
De ahí la denuncia que realizara el psicoanalista Eric Laurent el cual plantea la infancia bajó control, diríamos frente a la falla de la crianza, la infancia bajo control, se constata un niño que esta dejado de la mano de crianza, se piensa que su desarrollo biológico es suficiente y que poco o nada cuenta el padre o la madre, llegando a afirmar, “yo soy padre y madre”.
Esta situación es alimentada por la crisis mundial donde el capitalismo exprime al sujeto, o lo convierte en una simple máquina de consumir. El niño frente a estas demandas del capitalismo sin control se encuentra más desamparado, la crianza es innecesaria y la función paterna es un rollo de los psicoanalistas, de ahí la crisis de la familia, y cada vez se observa más su deterioro, pero su causa se busca en disfunciones neuroquímicas.
Al niño no sólo se le ha arrebatado lentamente su familia, sino que este es deshumanizado y en ese régimen de control incluso se quiere modificar genéticamente, para que sea el complemento ideal de los padres, de ahí que se empleen millones de dólares para investigación, donde se regule desde la concepción el color de ojos, un golem cualquiera, pero que cumpla con las expectativas eugenésicas de los padres.
De este modo el niño pasa a ser parte de esa lógica de mercado, donde su confección pasa solamente por la modificación genética, o bien que sus déficits, se regulen con medicamentos, ya de ahí el mundo feliz será un por venir.
El Niño es por excelencia un sujeto librado al discurso del amo por el sesgo del saber. (Jacques Lacan).
*Psicologa, invstigadota, maestra.