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El sujeto, de la ciencia está descarnado

Por domingo 23 de junio de 2013 Sin Comentarios

Por Carlos Varela Nájera*

El-SujetoEl ideal de la ciencia es que los problemas de la vida se resuelvan con una pastilla, más que un ideal esto es un delirio, frente a esto surgen muchas voces anónimas que desde sus prejuicios cientificistas, no se les puede llamar de otro modo, dictaminan de un plumazo lo que es una ciencia, haciendo llamados piadosos a que no sigan el psicoanálisis porque no es una ciencia, mientras que recetar pastillitas si.

El amor, los problemas laborales, los ideales, la existencia en sí, no se cura con pastillas, entramos a la dimensión de Spinoza, a saber, las pasiones, y estas no se corrigen con las recetas, la vida es más compleja que la dosis que prescribe.

Más amplias que el discurso cientificista son la civilización y la cultura, estas establecen modos muy particulares de asumir identidades, creencias, sexuaciones y crianzas, estos inventan los modos distintos de subjetividades, donde el reduccionismo cientificista… queda corto. El sujeto, que para nada importa a cierto discurso ideológico de la ciencia, el psicoanalisis intenta encarnar al sujeto para que este cuente desde su experiencia, no es un dato mudo, es un dato que habla atravesado por el deseo, y este deseo hunde sus raíces en la experiencia de lo inconsciente.

El cientificismo nos aporta el enloquecimiento de las etiquetas, para el DSM-5 todos estamos locos, y para cada usuario existe un medicamento, de hecho Christopher Lane, profesor de la Universidad de Chicago tuvo la autorización de asistir a las reuniones de constitución del DSM, tal como lo comenta Eric Laurent, donde descubrió que los argumentos científicos que hacen que el reconocimiento oficial de nuevos trastornos mentales pueden tener como base, a veces, el comportamiento de un sólo paciente, Lane menciona: “he escuchado discusiones en las cuales eminentes psiquiatras escribían a sus adversarios para diagnosticar en ellos los trastornos mismos que trataban de hacer validar por el conjunto”. (Laurent, 2013, p.25) La clínica de lo singular frente a la epidemia de las clasificaciones.

Laurent menciona el caso de Japón, donde no existía la idea de que uno estaba deprimido, entonces el marketing de los laboratorios inventaron la idea de catarros del alma entonces ya se pudo prescribir antidepresivos, de la misma manera para la fobia social, Big Pharma invento en Estados Unidos la idea de que “usted es alérgico al otro”, ya que todo el mundo ahora es alérgico, se realizó una campaña farmacéutica hasta que se impone la fobia social como diagnóstico y claro sus pastillas para el tratamiento.

Lo que es bien claro es que el sujeto como construcción social no hereda ideales, ni esperanzas, estas se construyen en el devenir de la historia de cada uno, nuestra forma de ser y de comportarnos, tiene que ver con nuestra cultura, nuestro medio ambiente, a algunos les gusta el boyo a otros no, pero en gustos, cada uno con su falta, esto no se hereda, como sería el delirio cientificista, biológicamente se puede adquirir color de ojos, puede haber cierta predisposición genética a algunas enfermedades, pero también el medio ambiente influye aún más en lo que tiene que ver con las construcciones psíquicas, acá se juega más que nada el aprendizaje, las identificaciones, todo esto que implica el medio ambiente. En algunas disposiciones genéticas lo que verdaderamente se juega es el azar, este determina que camino escoja el gen, puede haber padres con ojos de color y por azar el gen tomo ciertos rasgos del abuelo, es decir que el azar tiene la última palabra.

El psicoanálisis no es, sin duda, una nueva forma de vida, pero es probablemente una nueva forma de discurso, el producto artificial de la logotecnología más avanzada. No es seguro que sus practicantes aún se hayan dado cuenta del discurso inédito que sirven, a pesar del esfuerzo prolongado de Lacan por desprender el ADN freudiano, es decir, la secuencia significante dirigiendo la práctica, desde su filón inicial, concreción de antiguos discursos e ideologías caducas. La inercia ideológica, es decir, imaginaria, vence regularmente en ellos el dinamismo simbólico del discurso, y se traduce en la realidad efectiva por una práctica frecuentemente dubitativa, incierta en su problemática (Jacques Alain Miller, 2009).

*Licenciado en Psicología por la UAS Psicoanalista,
Doctor en Educación, 
Profesor e Investigador.

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