Por Ernesto Ríos Rocha*
Un día llegó mi hermano Eleazar conocido en Mocorito como ‘’El Elías’’ y me dijo: ¡Neto, el doctor José Ley quiere que le pintes unos cuadros. Esto pasó a raíz de una exposición de dibujo a lápiz que tuve en la Casa de la Cultura Mocoritense ‘’Enrique González Martínez’’ a la cual días después asistió el Doctor Ley. Para ese entonces yo contaba con 14 años de edad y recién estaba en primer grado de la prepa Lázaro Cárdenas. Cuento esto, por el agradecimiento que nunca le di en vida al Doctor Ley, aunque mucho le dije, que un día iría a su casa a platicar y llevarle unos cuadros. Nunca llegó el día por una cosa o por otra, en el que platicaríamos de pintura y de los tips que dijo él que me daría para llegar a ser un verdadero Muralista. Hace días, alguien me preguntó que si de dónde saqué el acomodo de los colores, la gama de tonalidades de la paleta al estar pintando retratos u otro tema. Yo respondí: ‘’ Empecé dibujando a lápiz y fui famoso en Mocorito porque dibujé a medio mundo del pueblo. Recuerdo que en Primaria, me ponían a dibujar el periódico mural. En secundaría casi me expulsan porque en plena clase me ponía a dibujar cuerpos de féminas desnudas con un buen conocimiento de la figura humana. La prefecta, me vio desde la ventana del aula y fue motivo de reprensión tanto que me llamó a la dirección el día siguiente para regañarme y junto a ello darme una bolsa de material de dibujo y una pequeña foto de tamaño infantil para que le hiciera un retrato. Eso marcó mi gusto por los rostros y en tres años retraté no menos de 3000 personas.
Pero mi primera pintura al óleo fue fatal. Aproveché que mi madre viajó de Mocorito a Guamúchil y con su ausencia desarmé una silla de las que tienen cuero como asiento, y con serrucho en mano recorté los barrotes gruesos y pesados para hacer el bastidor. Luego tomé una sábana vieja de un baúl de la recámara y corté el lienzo que necesitaba el cuál monté con martillo y tachuelas en la madera, y listo. Tiré los sobrantes para esconder rastro de sabana y la silla que ya estaba muy guanga. ¿Y la paleta de colores? Pues fue un plato de plástico y procedí usando la imaginación en la colocación de colores y las mezclas entre ellos así como la aplicación de la pintura en el lienzo. Ahí nace mi paleta y el orden cromático de color, diagrama de claroscuros, fríos y cálidos. Ese fue mi primer oleo. ’’
Entre los jóvenes que gustábamos por el dibujo sonaban algunos maestros nativos de mocorito, pero sólo tuve acceso a uno, Manuel Soto Law, y me dio sólo una clase de pintura. Luego conocí a un colega que estudiaba en la escuela de Artes y Oficios de la UAS Franky Cervantes. Con esos consejos proseguí pintando. Los demás maestros vivían en otros lados, Miguel Ángel Velázquez Tracy en Mazatlán y Héctor López Gámez en Culiacán. Acatando al mensaje de mi hermano Elías llegué a la farmacia. El doctor Ley me pasó a ver su colección de cuadros, boceto y telegrama de Siqueiros, obra gráfica de Diego Rivera, grabados de Rina Lazo y una obra con la que Arturo García Bustos tuvo un premio nacional, entre otros. También algunos retratos de gran formato de Arturo Moyers Villena mochitense Siqueiriano que me llamaron la atención por su brochazo. Después de esto el doctor me compró unos dibujos expuestos en la casa de la cultura y me encargó un óleo de un ‘’cristo expirando el espíritu’’. Me ofreció estudiar muralismo y ser ayudante de los ‘’fridos’’. Me hizo un cheque a mi nombre una carta para el presidente municipal en turno quien me dio un poco más de apoyo. Así llegue a Oaxaca con García Bustos y fui auxiliar de los murales de palacio de Gobierno a la encáustica en la escalera central y al fresco en la escalera lateral izquierda. Después en la Ciudad de México y en su taller ‘’Malitzincalli’’ con la maestra Rina Lazo, con Arturo Estrada y al final con Enrique Estrada. Esos fueron todos mis estudios. El caso es que a mi regreso, a mis 18 años de edad, realicé mi primer mural al fresco como parte de mi trabajo en la biblioteca de la preparatoria UAS de Guamúchil. Me reencontré con el Dr. Ley y hablamos de iniciar una carrera de muralismo. Desafortunadamente para esto del arte se necesita solvencia económica y mi rancho Sinaloa carece aún de conocedores, corredores, galeristas, patrocinadores, coleccionistas o como se le llame y debemos mudarnos a lugares donde hay gente culta para sobrevivir y si no de plano entrarle a la rotulada de retratos y paisajes a falta de una plataforma necesaria para convertirse en un intelectual artista que genere empresarialmente una buena economía.
Saludaba de pasada al doctor Ley, porque desde entonces tuve mi residencia en Culiacán, pero siempre quedó pendiente una charla en serio, siendo uno de los personajes mocoritense que hasta la fecha sé que coleccionó obra artística realmente por gusto y se preocupó por que Mocorito tuviese un auge artístico para ser bien llamado el ‘’Atenas de Sinaloa’’, conociendo a los grandes del muralismo mexicano, así como su gran cariño a lectura y los amantes de la literatura – incluyo en esta categoría al ingeniero Carlos Antonio Sosa Valencia-. ¿Qué hubiera pasado con Ernesto Ríos sin esta oportunidad de ser muralista? No lo sé, pero de lo que si estoy seguro es que el doctor Ley estaría muy orgulloso de la fundación que lleva su nombre porque seguirá con la misma idea de hacer de Mocorito un pueblo turístico, mágico y más cultural.
*Pintor,escritor, narrador y pedagogo.