Por Andrés Garrido del Toral*
Maximiliano era un soñador y Carlota –la divina locauna ambiciosa inteligente a quien le disgustaba el no poder llevar la voz cantante en Austria, donde sólo la voluntad del hermano mayor de los Austrias, Francisco José, se escuchaba. La tragedia de Maximiliano consiste en el hecho de que las buenas obras que hubiera podido consumar y que, en términos generales, no eran distintas de las que los liberales trataban de afianzar y, el austriaco estuvo imposibilitado para realizarlas porque cerca de él había conservadores que se lo impidieron y, en la lejanía, liberales radicales que de ningún modo dejaban de considerarlo intruso. Lo que sí me queda claro a ciento cuarenta cinco años del fusilamiento del príncipe austriaco en Querétaro, es que la mayoría de los mexicanos ya perdonaron a los infelices emperadores las desgracias que trajeron a México, tal vez por el trágico destino que finalmente sufrieron. No hay que cerrar los ojos al hecho evidente de que Maximiliano consumó el nacionicidio contra México y el que nos recupera como estado nacional es Benito Juárez. ¡Y todavía el viajero inglés James Frederic Elton llama cobarde a Juárez y valiente a Maximiliano, además de decirnos a los mexicanos asesinos, plebeyos, rateros y cobardes a los que los filibusteros del norte del río Grande nos ven como una simple tierra de promesas para apropiarse de todo lo nuestro tarde o temprano, y que las potencias europeas nos van a castigar por haber matado al noble de Maximiliano! ¡Qué atrevimiento de este sajón hijo de puta al referirse a nosotros de esta manera; se ve que en su largo viaje por el desierto de Matehuala a Monterrey no aprendió nada de México y para muestra bastan las litografías que hizo y donde se nota que era un pobre observador porque la referente a Querétaro no se parece en nada a mi noble ciudad!1
“Para querer un poco más a este desafortunado emperador, que nació austriaco pero murió mexicano…” dice el excelso novelista Fernando del Paso explicando por qué escribió su betseller “Noticias del Imperio”.
El vencedor de esta aventura es don Benito Juárez García quien se preserva ante el mundo como el presidente de la República Mexicana. Finalmente la espada rendida de Maximiliano le fue entregada por Escobedo y la llevó en su carruaje aquella mañana del 15 de julio de 1867 en que entró como César a la ciudad de México
¡No importa cuán patriotas y juaristas seamos, pero no podemos menos que evocar con cierta nostalgia la sombría grandeza de este episodio de la historia!
*Doctor en derecho.
1 ELTON JAMES FREDERIC. CON LOS FRANCESES EN MÉXICO. MIRADA VIAJERA. CONACULTA. MEX. 2005. PAGS. 126-127.