Por Sylvia Teresa Manriquez*
“Le limpié el vidrio… ahi lo que guste darme…”
Acostumbrada a que esta frase provenga de algún niño que en los semáforos saltan sobre los cofres de los carros para limpiar el parabrisas, me llamó la atención que la voz fuese femenina.
Era una adolescente de tez morena, ojos pequeños, nariz afilada, estatura corta, el cabello largo recogido en una trenza. Su apariencia acusaba a una indígena de Oaxaca o Michoacán. Pude notar la ropa limpia, y lo que más me impresionó: el brillo de su mirada a pesar de su aspecto cansado.
Con la mano extendida aguardó mis monedas, pero yo le respondí con una la lluvia de preguntas que ella no esperaba.
¿Cuántos años tienes? – 18
¿Vas a la escuela? – No
¿Estás casada? – Si
¿Y tu esposo? – (No hubo respuesta)
¿Tienes hijos? – (Con impaciencia respondió) – Sí
¿Cuantos? – Dos
¿Dónde están? (Con desconfianza señaló un árbol cercano, bajo su sombra dos niños probablemente de dos y tres años de edad)
¿Vas a la escuela? – Con otro gesto negó
Y seguí preguntando:
¿Cómo te va con los otros limpiavidrios? – Molesta, retiró la mano.
Eit, perdona, aquí tienes, ¿Para que quieres el dinero? – Pañales y una soda pa’ mis hijos.
La imagen de la adolescente-madre y además indígena, permanece en mi mente.
En entregas anteriores comentaba que en México hay casi 30 millones de niños de 5 a 17 años, de los cuales 3.5 millones trabajan por necesidad. Además, son las principales víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones. Y encima, las niñas y los niños indígenas son los más discriminados. Esa es la situación de esta joven que seguramente se sintió invadida con mis preguntas.
¿Sabría ella desde cuando se celebra el Día de las Madres, o por qué? Lo que estoy segura si sabe es lo difícil de sobrevivir en una ciudad extraña y hostil, ajena a su realidad.
Origen…
En la Grecia antigua se realizaban festividades en honor a la diosa Rhea, madre de Júpiter, Neptuno y Plutón. Después, en el siglo XVII, en Inglaterra se celebraba el “Domingo de servir a la madre”, los empleados no trabajaban y tenían permiso de visitar a sus madres, a quienes regalaban un pastel horneado por ellos mismos. Los colonos ingleses en América conservaron esta tradición, y fue en Estados Unidos dónde se realizó la primera celebración pública en 1872, con poco éxito. En 1907 una mujer promovió que un día en especifico se dedicara a las madre, y en 1914 se proclamó el “Día de las Madres” como fiesta nacional en ese país.
Las culturas mesoamericanas anteriores a la Conquista de México honraban a la maternidad. Los aztecas rendían culto a Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, representada por la luna. Eran festejos sagrados, se hacían peregrinaciones para honrar a la madre de los dioses.
En 1922, el periodista Rafael Alducín, fundador del periódico “Excelsior” promovió el festejo a la madres e invitó a la gente a enviar propuestas sobre la fecha en que se celebraría, quedando establecido el 10 de mayo. Este es el origen en nuestro país, de una celebración que hoy en día tiene más de comercial que histórico reconocimiento.
Datos…
Las madres mexicanas casadas, en unión libre, divorciadas, separadas, viudas o solteras, suman poco más de 23 millones de mujeres. El 18% son cabeza de familia, o sea, el principal ingreso del hogar. Dedican parte muy importante de sus vidas al cuidado y a la formación de sus hijos e hijas. Una tercera parte de ellas trabaja por su cuenta y muchas no terminaron o carecen de educación elemental, según datos publicados en su tiempo por la Comisión Nacional de la Mujer, CONMUJER, y que, lamentablemente, se mantienen vigentes. En este grupo la mayoría de las mujeres no tienen algún tipo de prestación social, es el caso de la adolescente mencionada al principio de este texto.
Contradicción…
Y aunque hoy muchas mujeres ya disfrutan de libertad reproductiva, hagan lo que hagan, se queden en casa o salgan a trabajar, decidan tener seguidos a hijos e hijas o esperar, consentir o exigir, muchas madres no se sienten ganadoras. Hoy enfrentan el conflicto de integrar al infante en su vida. Una lucha continua contra el mundo y ella misma, sin victoria completa.
A estas mujeres actuales les toca vivir con una importante contradicción, pues cerca de la mitad creen que lo mejor para los niños y niñas es no trabajar fuera del hogar, aunque la situación económica les impide ir en contra de este pensamiento.
Hay incertidumbre, sentimiento de culpa y por supuesto, estrés. Se sabe que muchas trabajan jornadas mas largas que los hombres y ganan sueldos más bajos. Las madres trabajadoras se ven en la necesidad de delegar el cuidado de hijas e hijos en otra mujer, muchas veces su propia madre, es decir, las abuelas, que sin razonarlo están apoyando la integración de sus hijas en el campo laboral.
Tipos…
Hay muchas formas de ser o no ser madre. Está por supuesto, el caso de la joven limpiavidrios con que inicia este artículo, una niña-madre que tuvo su primer hijo a los 15 años. Sin preparación para el parto, ni para atender las necesidades básicas de su bebé. Convirtiéndose abruptamente en adulta y obligada ganarse la vida y enfrentar las críticas.
Qué decir de las madres de hijos con capacidades especiales. Se integran al mundo de la discapacidad convirtiendo en proeza cualquier pequeño avance. Criticadas si no están con el hijo o hija especial, e igualmente juzgadas si hablan de dejar el empleo. Ellas enfrentan dudas y temores compensados por la estrecha relación afectiva que surge entre madre e hijo o hija.
Está la madre que decide criar sola a sus retoños, afrontando los inconvenientes de no tener pareja que apoye en la educación y cuidado pero con la ventaja de no tener quien le discuta sus opiniones, aunque con la preocupación constante por lograr una vida sin carencias.
La madre que tiene todos los hijos que Dios le dio, o la que decidió esperar para tener su primer bebé y que es criticada por su estatus de “añosa”. La mujer que decide no tenerlos, calificada de egoísta por decidir estudiar, trabajar y desarrollarse, sin tener hijos.
O un tipo de madre poco reconocido pero muy adoptado, las madres en equipo, es decir, las trabajadoras que recurren a otra mujer para que cuiden de sus hijos e hijas durante la jornada laboral, las que no utilizan las guarderías ni cendis.
De igual forma la madre de 24 horas, que encuentra en la maternidad más compensaciones que en una carrera profesional.
Y las madres a distancia, que tienen que trasladarse a otra comunidad para buscar el sustento que permita el desarrollo de su hijo o hija, sacrificando la oportunidad de verlos crecer, mientras aseguran la sobrevivencía.
Todas estas son distintas maneras de ejercer la maternidad, cada día más vigentes. Conviven con el modo tradicional en que las mujeres criaban a hijos e hijas. Son nuevas formas de adaptarse a una sociedad exigente e indolente, que legitimizan un principio que toma mayor fuerza: hoy ser madre es opción y no destino.
*Comunicadora.