Esperanza Muñoz de Ramos 1/ VIII/ 1912 Querétaro, 1/ I/ 1995 Ciudad de México
Por Mario Arturo Ramos*
La madrugada fría
se metía por todos lados,
incesante para que doliera más,
para que de veras se supiera
que te morías…
Como siempre
no estuvimos de acuerdo,
no me diste tiempo
para decirte adiós,
así fue nuestro cariño felino.
No sé quién te cerró
los ojos café cielo,
ni quien te vistió
con el gris metálico;
cuando llegue a la cita,
alguien preguntó
si estaba de acuerdo
en tu regreso a tu tierra
ceniza a ceniza.
Te rezaban quedito.
El último de tus hijos no los oía.
Te recordaré con tu vestido de invierno,
con tu pelo nocturno,
a todos les he contado
cómo te colgabas las medallas
de tu coronel,
como sonreías a toda vela
cuando espantabas al vecindario
con la muleta inútil
que blandías en lo alto.
Relato que empeñabas
tu anillo de viuda
para comprarnos pan,
cuadernos de rayas,
billetes de la lotería.
Te recordaré con gesto huraño,
con la ternura perdida,
Te recordaré para siempre
madre, madre.
Te debo estos versos gregorianos,
el silencio para la familia
que tejiste tarde a tarde
para abrigarme de los parientes.
Te debo el enojo
que tienen los que saben
que si se muere la Esperanza.
Te debo este enero,
del color de la piel,
Te debo y no puedo ya pagarte.
La noche perdió su encanto,
la ciudad no me reconoce:
mi madre ha muerto,
en la madrugada
duerme para siempre.
El horno ansioso
enciende en tu espera,
de seguro nos volveremos a reunir.
Así será Esperanza,
volveremos a discutir
que nadie se desespere.
Los 10 de mayo
no estarás más en tu silla,
no recibirás mangos y papayas,
tu fondo rosa colgará en el ropero.
En silencio leeré poesía a tu muerte.
*Investigador y autor.
Poemario “Los rincones de la sed” Ediciones del Ermitaño/ Fundación Anjor 2012