Por Juan Diego González*
Me enteré un día que estaba en el cumpleaños de Eda Chávez, pintora, escultura, maestra, diseñadora, florista. Resulta que la señora Marta Munguía de la Casa de Adobe en Cócorit, invitó a varios amigos de la artista para una cena y toda la cosa. Como mi mujer Claudia es prima de Eda, nos alistamos para el convivio. Cuando llegamos, en medio de los saludos, nos presentaron a Gloria, como sobadora y curandera tradicional de la tribu yaqui. “Aquí está una entrevista” pensé. Los planes se hicieron para asistir al Museo de los Yaquis, porque atiende al público en general sábados y domingos.
Sin embargo, el domingo que fuimos al museo, Gloria tenía mucho trabajo y la entrevista se deshizo, como hace la parvada de palomas cuando se desperdiga al ser asustada por los niños. Decidido a no regresar con las manos vacías, pregunté si de casualidad estaba alguien de la tribu. Sí, me dijeron. Con amabilidad me condujeron con una jovencita muy risueña. Ella te puede ayudar me dijo Cindy, empleada del museo.
María de Jesús Buitimea Jaimes se llama. “Estoy orgullosa de ser yaqui, de hablar la lengua y tener las tradiciones de mi pueblo”, me dijo con una sonrisa clara y abierta. Vive en Baconcica, Río Yaqui, Municipio de Bacum. Es originaria de uno de los ocho pueblos yaquis de Sonora, Loma de Bacum. Estudió en la primaria bilingüe del lugar y ahorita cursa la preparatoria en el Cbta 26 de Vicam.
Le pregunté por el rol de la mujer en la tribu yaqui. Ae´e se dice mamá en yaqui. Son las encargadas de la crianza de los niños, porque están más tiempo en la casa. Son las principales encargadas de enseñar la lengua y con ella, de trasmitir una cultura extraordinaria y milenaria.
“La mujer yaqui cuida a los hijos, se ocupa de los quehaceres en la casa, de mantener la armonía. Cuando uno de los hijos hacen una travesura, la mamá lo aconseja para que se porte bien, no le alza la voz ni lo regaña. El hijo espera a que llegue el padre de trabajar y le cuenta que se ha portado mal. Como es la figura de autoridad, el niño explica lo sucedido.” De esta manera, se educa en la responsabilidad y los cumplimientos de los deberes.
Las mujeres también tienen cargos en las fiestas tradicionales. Están las tenaachis: aquellas que llevan la bandera de la tribu en las ceremonias. Por supuesto las cantoras. Para este cargo, se empiezan a educar desde los seis años. Cantan en las fiestas patronales, novenarios, funerales, Semana Mayor. Aprenden cantos en latín, yaqui y castellano.
“Para aprender los cantos, las niñas lo hacen escuchando a las cantoras desde muy pequeñas. También usan un libro de cantos y lo arma cada niña, las cantoras te ayudan, pero algunos cantos son aprendidos de memoria y vienen enseñados por las abuelas y a ellas, se los trasmitió sus abuelas y así, desde mucho tiempo atrás”.
Las ki´oste son las mujeres que cambian las coronas a las tenaanchis. Esto de acuerdo a cada ceremonia. Los cargos en las ceremonias pueden ser temporales o de por vida. Algunas niñas o mujeres lo hacen de forma voluntaria y se retiran cuando sienten que ya cumplieron. En cambio otras lo hace de por vida: cumplen una manda.
“En mi caso, soy cantora porque mis padres ofrecieron una manda a la virgen del Carmen. De niña estaba muy enferma y por la intercesión de la virgen me curé. Ahora tengo el cargo de cantora para cumplirle a la virgen, pero lo hago con gusto, porque estoy orgullosa de participar en mis tradiciones”.
En la actualidad, las mujeres yaquis siguen usando el vestido tradicional que consiste en una falda transparente, con una falda bordada de encaje abajo, una blusa bordada y el reboso. Esta última prenda es muy importante en la tribu, porque indica el estatus de las mujeres. Las solteras lo llevan a la cintura. Si la mujer es casada, le cubre la cabeza y si está comprometida, lo lleva en los hombros.
“Las mamás son las encargadas de enseñar estas costumbres a las hijas, para que guarden el respeto de sus personas, de la familia y de la tribu. Las mamás enseñan a cocinar a las niñas, primero que nada, les enseñan a hacer las sabrosas tortillas de harina y después otros platillos como el wakavaque, usado desde la llegada de los españoles”.
La charla terminó bajo la ramada. Pasaban las dos de la tarde y el sol apretaba un poquito. El viento fresco mecía las ramas de la gigantesca ceiba. La tranquilidad que brinda el patio del museo de los yaquis es de todos comentada. Me despedí de Chuyita y quedé de hacerle llegar La voz del norte cuando saliera su entrevista.
*Escritor y docente sonorense.
me gusta y sigue
mejorando