Por Juan Salvador Avilés Ochoa*
El médico y escritor Enrique Peña Gutiérrez comenta en su libro En el viejo Mocorito, que el panteón colonial de Mocorito fue ubicado atendiendo el ritual de la fundación de templos y catedrales, por lo que quedo a un costado de la parroquia, delimitado y cercado con balaustrada de piedra. También expresa que el cementerio estuvo en servicio durante más de trescientos años hasta que a raíz de la reforma constitucional de 1857, los bienes y funciones de registro de la iglesia pasaron a ser propiedad y competencia de la nación.
El cronista José Ramón Velázquez, nos consigna en su libro Apuntes de Mocorito, que originalmente el panteón se encontraba como en todos los asentamientos españoles junto a la iglesia, en este caso, en el terreno que hoy ocupa la plazuela Miguel Hidalgo. El autor comenta que en los años treinta platicó con personas que les tocó conocer el cementerio, y le relataron que en él había tumbas antiquísimas hechas durante la colonia.
El registro documental más antiguo sobre los entierros en el panteón colonial se remonta al año de 1747, está inscrito en el libro cuarto de difuntos, en la caja que comprende los años de 1747 a 1839 de la sección sacramental defunción, que se encuentra en el archivo parroquial de la iglesia de Mocorito –uno de los mejores del noroeste de México-, levantada de puño y letra por el padre Joseph Garfias.
El manuscrito –que se muestra debajo de este texto- dice: “El 20 de enero de 1747 con beneplácito del Sr. Cura de San Benito y sin perjuicio de sus derechos parroquiales, se enterró en el cementerio de esta iglesia Justa Rufina Lopes, hija de Pasqual Lopes Gusman y de María Serafina Lopes de Allala. Fue mujer de Nicolas de la Vega, hijo de Nicolas de la Vega y de Maria Rosa Urías, vecinos de Cinaloa”.
El padre Joseph Garfias continúo encargado de la iglesia, y en especial de esta tarea hasta el año de 1760. En 1761 es sustituido por el sacerdote Francisco de Paula Hlawa. En 1767, fecha en que fueron expulsados los jesuitas de la Nueva España, el templo estaba a cargo del cura Cristóbal Espinoza de los Monteros.
En la década de los cincuenta del siglo XIX, se comenzaron a cambiar los restos que se encontraban en el panteón colonial al que hoy conocemos como Panteón Reforma.
Dentro de las celebraciones para conmemorar el centenario del natalicio de don Benito Juárez, en Mocorito a finales de 1905 se constituyó un comité que resulto integrado por Miguel Moreno, Adolfo Avilés y José Sabás de la Mora, proponiendo éste último que dentro de los festejos se inaugurará el panteón que se estaba construyendo, y que se denominara panteón Juárez. Por decreto del cabildo del distrito se decidió asignar el nombre de panteón Reforma.
El 21 de marzo de 1906, a las 10 de la mañana, una comitiva formada por las autoridades del distrito, profesores y alumnos de las escuelas locales, y ciudadanos del lugar, acompañados por caballerías y bandas de música partieron hacia las nuevas instalaciones del panteón, cuya construcción se debió principalmente a la actividad desplegada por el prefecto interino del distrito Pedro Inzunza.
El cabildo del gobierno municipal de Mocorito, en sesión celebrada el 28 de mayo de 2004, a través del decreto número 14 publicado en el órgano oficial del gobierno del estado El Estado de Sinaloa con fecha de miércoles 21 de julio del mismo año, declaró la Elaboración del Plan de Desarrollo y Conservación del Centro Histórico y el Entorno Natural de la margen del Río Mocorito, para la Preservación del Patrimonio Cultural y Natural de Mocorito. En dicho ordenamiendo, entre otras consideraciones, se contempla la protección de 83 tumbas que son obras arquitectónicas relevantes, construidas en el período de finales del siglo XIX (1867) y principios del siglo XX (1936), en las que se divisan diversas manifestaciones arquitectónicas de dicha etapa histórica, ubicadas en el panteón Reforma en una superficie de 1.4 hectáreas.
El rescate cultural de los cementerios debe darse a partir de la fortaleza de la festividad del Día de Muertos, por lo que es impostergable llevar a cabo un programa de dignificación de los panteones municipales en Sinaloa.
La responsabilidad de la protección y salvaguardia de los espacios funerarios, como parte fundamental de nuestra identidad y patrimonio cultural, recae en los ayuntamientos que los administran, así como en las autoridades estatales y federal encargadas de velar por el patrimonio histórico, también en los estudiosos capaces de recabar y aportar el conocimiento necesario para su cabal valoración y preservación, por ello, con el concurso de las partes, se debe llevar a cabo un proyecto para rescatarlas, restaurarlas y darles u importancia, para crear la Ruta de Cementerios Históricos de Sinaloa, de no hacer algo, tarde o temprano estos cementerios desaparecerán o se transformarán.
*Presidente de la Corresponsalía del Évora del Seminario de Cultura Mexicana