Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
Acabábamos de llegar del cine… Yo estaba jugando en mi cuarto intentando escapar con la imaginación del calor insoportable que ya para esas fechas se dejaba sentir en mi querida Minatitlán… La sed me hizo interrumpir el juego y cuando fui por un vaso de agua a la cocina, me encontré a mis padres sentados a la mesa verdaderamente consternados… “¿Qué pasa… Por qué están así…?” “Se mató Pedro Infante…” La cara de mi padre era verdaderamente de lamento… Mi madre, sólo llevaba la mano a la frente… Callado, me deslicé hasta la recámara donde estaban mis hermanos… “¡Oigan… Oigan, se murió Pedro Infante…!” “Ajá… Y qué más…” “¡Es en serio… Lo acaba de oír mi papá en el radio!” Yo intentaba llorar… Eso era lo que consideraba adecuado… No sé qué gestos habría estado haciendo porque mi hermana me preguntó “¿Qué te pasa…?” Y yo solamente contesté: Se murió Pedro Infante… Mis cuatro hermanos soltaron la carcajada y si en algún momento casi lograba una lágrima en honor al ídolo admirado, con esa carcajada me sentí ridículo, expuesto y humillado… Volvimos al juego, al fin niños… Yo seguí pensando: “No puedo llorar, no sé por qué… Debería llorar por Pedro Infante…” Tal vez fue entonces cuando realmente decidí llegar a ser un cantante profesional… No lo sé bien a bien… Eso creo… Llegando a la escuela, fueron recorriendo los salones reclutando a todo aquel que quisiera formar parte del coro… El Chato, como siempre, ajonjolí de todos los moles, fue casi, casi el reclutador oficial del coro… De hecho, me convenció de ir a audicionar y cuando me estaban escuchando, él abría la boca como si fuera su voz. Nadie ni nada pudo haber hecho pensar al Padre Miguel López, director de aquel coro de niños cantores de Minatitlán, que Luis José, el Chato, era afinado y de buena voz gracias al perfecto playback que hizo mientras yo audicionaba… El Chato es el colmo de la antimusicalidad, sin embargo siempre soñó con cantar y eso lo llevó al coro… Si aprendió a cantar o no, si logró afinarse y cuadrarse rítmicamente alguna vez, no lo recuerdo, pero sí recuerdo que durante varios años anduvo, viajando incluso, con el coro infantil como parte de las voces del sector de contraltos… El caso es que al entrar al coro, con la noticia fresca de Pedro Infante, yo juraba que cantaríamos muchas de las canciones que el carpintero de Guamúchil interpretara en esas inolvidables películas… La decepción fue total… Pero al mismo tiempo, se abrió a mi espíritu todo un universo de emociones en la llamada música sacra y sobre todo, en el canto clásico… Por primera vez supe lo que era la ópera y la zarzuela dentro del registro infantil de soprano… Esa experiencia me llevó a inscribirme en el Conservatorio Nacional de Música y mi sed por el canto clásico me hizo buscar la preparación constante en instituciones diversas y con extraordinarios maestros particulares para mi fortuna. Pero Pedro Infante, no se apartó de la mente… Por el contrario, la admiración por él crecía cada vez más… Y una especie de magia me llevaba de manera constante a situaciones y sitios donde confluían ambos caminos… Para comenzar, muchos años más tarde me enteraría de que quien instruyó a Infante en las artes de la talla de madera, fue el Sr. Jerónimo Bustillos, quien seguramente tendrá en sus antecesores un tronco común con mi familia dado que, según las investigaciones del Dr. José Bustillos, escritor, historiador, cronista, etc., los Bustillos llegados a México con la primera expedición, quedaron unos en Yucatán, otros se fueron a Chihuahua y los terceros llegaron al pacífico de nuestro país. De manera constante, muchos de los personajes que fueron de importancia definitiva para la carrera del en realidad nacido en Mazatlán, llegaron a mi camino como si fuera una cábala… Irma Dorantes, a quien admiro y aprecio entrañablemente, me fue presentada por Paco de La Barrera, mi director artístico aquel que me inscribiera en el primer Festival de la OTI prácticamente al inicio de mi carrera… Con el tiempo, compartiríamos escenario en aquella célebre “Pulquería Las Glorias de Baco”, tendría el honor de filmar a su lado una película y surgiría una amistad bella que me permitiera el privilegio de que mi segundo libro publicado llevara un comentario bellamente elogioso por parte de mi admirada Irma Dorantes… De la misma manera, un día, llegando a Ariola, compañía donde en ese momento formara parte del elenco, me avisaron que tendría junta con la dirección artística, concretamente Chucho Rincón y Rubén “De Pénjamo” Méndez… El afamado compositor de muchas de las canciones que fueran grandes éxitos en la voz de Pedro Infante, quería a toda costa grabar conmigo una canción dedicada a Ponticiella, ese pueblecito asturiano que prácticamente le había encargado al autor de “Pénjamo” una canción que hablara de esa parte de España. Debo señalar aquí, que la primer canción que me aprendí completa aún sin hablar bien del todo, según me cuenta mi madre, fue precisamente “Pénjamo”, de tal manera que el hecho de que ahora el compositor de esa canción me buscara decididamente para ser el intérprete de Ponticiella, volvía a llenar de mágica cercanía a Pedro Infante conmigo… La canción fue grabada y difundida en muchísimas estaciones. Hasta la fecha, hay gente (nunca falta un despistado) que me pregunta por esa canción que en un intento de fusionar la cultura asturiana y mexicana, fuera grabada con mariachi y gaitas… “Yo me quiero tomar/ una qué otra botella/ y cantar y cantar/ cuando esté en Ponticiella…” Sigue corriendo el tiempo en este camino veleidoso del oficio de cantor y un buen día también, mi querido y admirado amigo Mario Molina Montes, me presenta con otro gran amigo, Jaime Martí, quien me lleva a su círculo de amistades y me ofrece negociar un verdadero curso de charrería en el rancho los migueles propiedad de Don Miguel Lara quien fuera precisamente el maestro de equitación de Pedro Infante y participara en un sin número de películas del ídolo montando y haciendo pequeños papeles junto con su hermano Emilio Lara… Sería mi querido amigo Pepe Toño Lara, quien quedaría finalmente a cargo de mi enseñanza en la última etapa. Desde luego, Don Miguel en aquellas largas cabalgatas de mi proceso hacia la monta charra, me platicaría mil cosas personales que le tocó vivir en su muy cercana amistad o hermandad con Infante… Don Miguel supo de las veces en que Pedro llegó a pedir perdón llorando a gritos como un niño a las puertas de casa de María Luisa, quien jamás pudo rehusarse a recibirlo una y otra y otra vez… Supo Don Miguel Lara de aquellas anécdotas de Pedro como cuando iban a caballo en el circuito de lo que entonces era casi campo hoy la calle de Amsterdam y que fuera inaugurado el 10 de octubre de 1910 bajo el nombre de Hipódromo de la Condesa y que después fuera cerrado por efectos de la Revolución. Pues bien, contaba Don Miguel, Pedro pasaba a caballo chuleando a todas las chamacas que se encontraba y mientras menos caso le hicieran, más insistía… Pero cuando se daban cuenta que se trataba de Pedro Infante y caían rendidas, ya no les hacía caso. Le pregunté por qué… “Mira, Miguelito… Esas no se quieren ir con el hombre sino con el nombre…” Así pues, gracias a Don Miguel Lara, una vez más viví de primera mano la cercanía con mi admirado actor cantante… El tiempo siguió… Y años más tarde, Me llamaría el celebérrimo Ismael Rodríguez, productor y director muchas de las afamadísimas películas que dieron la inmortalidad a Pedro: Nosotros Los Pobres, Ustedes Los Ricos, Pepe el Toro, Los Tres Huastecos, etc. Me pidió el célebre cineasta, cantar la misa en la boda de su hija. Con gusto accedí y de él partió el ofrecimiento de realizar varias películas… Me citó en su casa para hacerme una improvisada prueba de actuación pidiéndome le actuara como norteño, como yucateco y como oaxaqueño. Muy contento con mi “audición”, me pidió le diera tiempo para que terminaran un libreto que sería ideal para mí… Desafortunadamente, el final del camino sorprendió a Don Ismael antes que pudiéramos llevar a cabo la filmación. Pero de nueva cuenta, sentía cerca de mí esa presencia mágica de Pedro. Desde luego, ahí no terminó… Con el tiempo, se gestó una amistad muy cercana con Pedro Infante Torrentera, en muchas ocasiones convivimos y en gesto de esa amistad me obsequió un par de mancuernas de un traje de charro de su papá que hasta la actualidad conservo con gran cariño. Tuve el placer y el honor de sentarme a su mesa compartiendo con Lupita Torrentera quien fuera esposa de Pedro y con Lupita hija… Nuevamente el camino me envuelve en mil anécdotas bellas de la vida personal de Infante… Embebido en los relatos, fui viajando a los recuerdos de Lupita y me convertí por un momento en testigo presencial de la declaración de amor de Pedro Infante a Lupita Torrentera, considerada uno de los rostros más bellos de México… Reflexionaba en torno a todo lo anterior, en torno a esas vivencias que, casualidad o causalidad, me han mantenido de una u otra manera cerca de el ídolo de México y en estos días cercanos al aniversario luctuoso de Pedro Infante, 22 de Abril, cuando recordé algo que me sucedió hace ya más de diez años… En un viaje, en una de esas giras en las que algo motiva inquietud y no se sabe a ciencia cierta de qué se trata, de pronto me contactó una mujer que de me produjo un impacto muy especial… Me dijo que yo era un ser de luz y que estaba protegido por un ser del otro plano… Lógicamente, dudé acerca de lo que me dijo… Pero ella parecía adivinar mi sentir y continuaba haciéndome saber que no importara que dudara… En su plática, fue brindándome confianza y calma… Era como de pronto verse inmerso en un libro de Castaneda… Era como una charla con Don Juan, pero no en el libro sino en persona y versión mujer… Pregunté entonces a la mujer misterio por qué me decía todo ello… Me dijo que era una misión y que todos tenemos una misión por cumplir en este plano… Que la mía sería apoyada siempre por los hermanos y que mi protección de manera en especial en el terreno del arte, se había dado y se daría siempre por parte de un ser de luz muy especial… Silencio… Silencio que se antoja eterno… Deseos de preguntar… Dudas… Y después de ese lapso que se antoja eterno sintiendo la mirada de aquella mujer-chamán, me atreví a preguntar quién era ese ser de luz que me protegería… Ahora ella era quien parecía dudar… Un nuevo silencio invadió el entorno… Una nueva eternidad se hizo en mi espera… Yo divagaba recordando pasajes de aquellas lecturas de Carlos Castaneda y su voz, me hizo regresar de la ensoñación literaria…
—Pedrito… Es él el ser de luz… Pedrito…
—¿Qué Pedrito… Quién Pedrito…?
Pero ella se marchó sin volver la vista jamás… Y yo simplemente quedé en una deliciosa reflexión acerca de todo ello y los titulares en los diarios de México: “¡Pedro Infante no ha muerto… Sigue viviendo en los corazones de los mexicanos!”
Recordando al ídolo de Guamúchil en su aniversario luctuoso…
*Cantante, compositor y escritor.
Definitivamente eres un ser de luz que ilumina a quien se cruza en tu camino.