Para Rufina Castro: por lo que fue en mi vida, por lo que seguirá siendo.
También para las dos y para los dos que, junto conmigo, fuimos todo para ella.
Por Miguel Ángel Avilés*
El suelo se ha tupido de hojarasca. Los almendros, furiosos, tiran sus hojas. Son lágrimas o son cuchillos, no lo sé. Es como si llegara el fin. Pero algo me dice que hay que seguir. Porque la vida es así. Yo fui la rama de un árbol. Hoy ya no soy más rama. Soy árbol. Pero no puedo sostenerme. Mis lágrimas caen como esas hojas. Aquí en este patio donde hay tanta ausencia. Aquí donde el canto de unos gallos es el eco estruendoso de un silencio. Aquí donde hay tantos arboles con fruta temprana. Y hay hortalizas frescas, llenas de rocío. Y hay un perro café y loco que con su mirada me dice todo. También hay un gato amarillo que busca refugio en esa cama pero no encuentra a quien darle de topes para que despierte. Yo quiero ser ahora como ese perro, como ese gato. Quiero ser como esa mariposa de nadie que se posó en mi mano.Como ese colibrí fantasma y mensajero, quiero ser. Quiero ser un animal que nunca olvide ese camino que lleva al sur (El principio y el retorno).Porque sé que ahí estará (siempre) la más hermosa gota de sangre. Otra vez hecha semilla. Para renacer…
*Lic. en Derecho, escritor y Premio del Libro Sonorense.