Por Dolores García Medina*
En este artículo intentaremos hablar de la organización y el activismo político que las feministas de Sinaloa desarrollaron en Culiacán, en la década de los ochenta del siglo XX. Tiempo en que un puñado de mujeres, motivadas por crear conciencia entre la ciudadanía e intentar romper con los estereotipos de mujeres abnegadas, obedientes y madres de familia, formaron el Grupo Mujeres Feministas de Culiacán (GMFC). Ellas no estaban de acuerdo en ser la esposa preocupada por la casa, los hijos y el cónyuge. Que todo estuviera en su lugar para el feliz retorno al hogar del marido proveedor, al que se le tenía que atender, obedecer, escuchar, arreglar la almohada y quitarle los zapatos para un descanso placentero. Las necesidades y preocupaciones de la mujer… esas tenían que esperar, no eran tan importantes como las del esposo. Al fin que ella no “trabajaba”.
A finales de los años setenta surge un movimiento feminista a nivel internacional, del cual México y Sinaloa fueron partícipes. Este movimiento tenía como reclamo principal la igualdad para los sexos; es decir, que mujeres y hombres ejercieran los mismos derechos y obligaciones, tanto en el ámbito público como en el ámbito privado de sus vidas.
En el Sinaloa de los años ochenta se vivía un modelo económico, político, social y cultural autoritario dentro de un sistema político de partido único. La vida democrática del país sólo estaba en el papel. Hombres y mujeres vivían un régimen que se negaba a transformarse. Las luchas reivindicativas de diferentes sectores no se hicieron esperar. Los estudiantes habían sido reprimidos en 1968 por el gobierno de Díaz Ordaz, y en 1971 por Luis Echeverría Álvarez.
Por esta época la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, en porcentajes crecientes, pone en crisis el estereotipo de madre abnegada y ama de casa. Con el movimiento “hippy”, con su lema de paz y amor, se promueven nuevos valores en la mujer, tales como el derecho al ejercicio de su sexualidad, al aborto, al divorcio y a la no discriminación sexual en cualquiera de los ámbitos en que la mujer se desenvolviera, así como a decidir libremente su vestuario y su apariencia.
Las mujeres eran víctimas de discriminaciones en los distintos espacios en los cuales se desenvolvían. En el terreno económico-laboral las mujeres padecían un salario diferenciado, esto es, menor que los salarios que recibían los hombres por igual trabajo; discriminación en las jerarquías de mando en las empresas; la prueba de embarazo como requisito para ser empleadas; tipo de trabajo en función de los estereotipos de género.
En el terreno político las mujeres eran excluidas al no participar de los espacios de toma de decisiones. Las mujeres que participaban lo hacían más a nivel de activistas y sólo una ínfima parte de estas mujeres podía aspirar a una nominación para un puesto de elección popular, a pesar que a las mujeres se les había otorgado el derecho a votar y ser votadas en elecciones federales desde 1953. Su participación política no era reconocida, no era valorada.
En el terreno social y cultural las mujeres padecían restricciones para ingresar a la educación superior y otros niveles educativos. En las familias se prefería a los hijos varones para que estudiaran una carrera a nivel superior. Ellos serían cabezas de familia, la mujer no. Las mujeres, en el mejor de los casos, estudiaban carreras cortas, de acuerdo a su género, aunque algunas pocas ingresaban a carreras profesionales.
El GMFC nace a raíz de una conferencia que se impartió en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, allá en los inicios de los ochenta, nos refiere Mara Aréchiga, destacada feminista de las causas de las mujeres y parte activa de este grupo, quien conserva rico archivo. Fue a través de carteles que ella y otras compañeras se enteraron de esa conferencia. No tenían conocimiento cabal de que se trataba dicha conferencia, pero el título de la misma las motivó. Y ahí estuvieron puntuales a la convocatoria. Feministas iniciadoras del movimiento feminista a nivel nacional encabezaban la reunión. Ellas trataron temas referidos a la problemática que la mujer había venido padeciendo a través de la historia y la necesidad de la organización para iniciar un movimiento de toma de conciencia y de lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Esta reunión sembró la semilla de la reflexión de los roles que la mujeres habían venido jugando de frente a una sociedad machista. La semilla había sido sembrada en el ánimo de las y los ahí presentes, y tuvo tierra fértil para su germinación. En un inicio el grupo era heterogéneo en conciencia y objetivos a alcanzar, sólo el deseo de discutir temas de interés común las hacían reunirse. El tiempo le dio forma y razón de ser al grupo logrando criterios y objetivos concretos sobre la problemática de las mujeres; uno de ellos era “lograr que la mujer adquiriera conciencia de SER mujer”.
“Los orígenes de este movimiento de revelarse ante las situaciones machistas no es de hoy, ni de hace diez o veinte años, desde los tiempos de la prehistoria la mujer se ha revelado a la subordinación del hombre. Hombre y mujer son un complemento, un engranaje a funcionar en conjunto, no aislado, que a la vez de ser independiente, cada uno necesita del trabajo y cooperación del compañero”, fue una de las conclusiones tempranas de este Grupo. Formulación en la que se advierte la articulación de historia y equidad de género, en la que se aprecia el empleo fructífero de la categoría de género como categoría analítica relacional.
Este grupo pretendía crear conciencia entre la ciudadanía, lograr la participación de la mujer, que vieran que esta lucha no ere de sexos, sino una lucha de conciencias, de lograr que las mujeres de Culiacán comprendiera lo que era ser mujer día a día. Para ellas ser feministas, no era pretender emular al hombre, sino luchar porque se reconociera su trabajo y la situación que las mujeres enfrentaban diariamente en un mundo manejado por hombres. Otra de sus preocupaciones era la concepción desvirtuada y con marcada tendencia machista que se tenía, de lo que era el feminismo. La discriminación social era acompañada por la lucha conceptual, simbólica desigual, decían Mara y Gilda Salazar a la prensa.
En sus orígenes el GMFC estuvo formado por Alma Vallejo, Ana María Chávez, Silvia Gastélum, Clara de la Vega, Elsie Cota, Tere Osuna, Angelina Avilez, Martha Iribe y Valentina Castro Torres, además de Mara. En el grupo había mujeres casadas y solteras, jóvenes y algunas no tanto, profesionistas, empleadas, amas de casa y estudiantes, pero a todas las distinguía el entusiasmo con que realizaban sus actividades.
El activismo del GMFC quedó registrado en titulares de los periódicos: Derechos Iguales en Todos los Campos, Pide la Mujer; Queremos que se Acaben los Tabús Tradicionales, expresó Alma Vallejo, integrante del Grupo de Mujeres, durante la apertura de una exposición instalada a un costado de catedral, anotaba el reportero Miguel Córdova. Un Grupo de Mujeres se Lanzan en Busca de una Igualdad Completa, con carteles muestran a la sociedad sus demandas: “La liberación sexual de las mujeres, no significa adoptar las formas de la sexualidad masculina”; “Las mujeres no aspiramos a imitar los errores de los hombres en materia sexual”; “No nos interesa utilizar a la otra persona para nuestros fines, considerándola objeto, no agredirlo o devaluarlo mediante el sexo”, se señalaba en el Día Internacional de la Mujer al mediar la década.
En la columna semanal que por una década sostuvieron en el periódico el Sol de Sinaloa, a la cual nombraron “Voces de Mujer”, y en la que reconocían que “sonará…extraña, cautivante, fuera de tono para las viejas costumbres conservadoras que prefieren el orden y la autoridad, la sumisión y la violencia”, se fraguaba el incipiente pensamiento feminista local. Ahí se ventilaban temas como el aborto, la violación, la explotación laboral, entre otros temas caros a su condición femenina. Veamos las argumentaciones que ofrecían sobre algunos de esos temas: Sobre el aborto hablamos las mujeres. “Nuestro grupo está a favor de la ley de la maternidad libre y voluntaria, además de luchar por la despenalización del aborto”, afirmaban en octubre de 1983. (en AMA)
El tema de la violación era una de las preocupaciones más sentidas por el GMFC. En el terreno político, para las integrantes del GMFC, no bastaba que la mujer tuviera derecho al voto o que hombres y mujeres tuvieran los mismos derechos y obligaciones como había quedado asentado en 1975 cuando México fue sede del Año Internacional de la Mujer. La lucha del feminismo era y sigue siendo por una legislación progresista y por su aplicación.
Ellas consideraban que se necesitaba un cambio estructural de la sociedad como premisa fundamental para lograr relaciones igualitarias. Su lucha era por un cambio social, una de cuyas características sería la equidad de género. Hoy las mujeres buscamos el espacio del quehacer social, nos replanteamos la necesidad de participar activamente en el desarrollo político, pues nos damos cuenta que quienes manejan los puestos de más elevada responsabilidad son hombres en su mayoría, se afirmaba ya hace más de dos décadas. Y abundaban: se nos ha dividido sexualmente y se nos dividen las tareas para así mantenernos aisladas, dificultando con ello nuestro proceso de organización y concientización; se nos entrena desde pequeñas para resistir el fuego de la cocina, para el dolor de parto, para los trabajos sucios y pesados negándonos el derecho a una igual participación en todos los quehaceres importantes, minimizando con ello nuestra capacidad.
El Grupo de Mujeres Feministas de Culiacán desbrozaron el camino para el tránsito de las mujeres de la esfera privada a la pública, de la atención al espacio de reposo del guerrero al escenario político, económico y cultural, para llegar a SER.
*Alumna de la Especialidad de Estudios de Género en Educación, UPN-Culiacán.