Por Iván Escoto Mora*
¿Existe en el arte la cáustica dicotomía entre izquierda y derecha? ¿Puede ser apolítico el arte? o, como todas las expresiones del pensamiento, se encuentra irremediablemente infiltrado por una ideología, la ideología del autor y la ideología de la cultura en un lapso histórico-geográfico determinado.
Si el arte es político, quién define los alcances de su contenido y, en todo caso, quién define los alcances ideológicos de sus manifestaciones, cómo puede ser una expresión artística más política que otra, más de izquierda o más de derecha que otra.
Rivera, Siqueiros y Orozco, muralistas del orgullo postrevolucionario, hicieron del arte una manifestación monumental que celebraba la ideología nacionalista. Se hablaba entonces de libertad social pero se imponía un modelo con rigor sacerdotal, el discurso estético nacionalista era el “sancta sanctórum” del que nadie podía salirse si quería pertenecer al mundo de la plástica mexicana.
Las nociones de izquierda y derecha, en el arte como en cualquier arena de la complejidad humana, están cargadas ideológicamente, sus límites se definen desde la voluptuosidad del tiempo y la perspectiva. Una vez definida la postura ideológica por los jerarcas del poder, es asumida y difundida como verdad incontrovertible. La ideología, tanto de las izquierdas como de las derechas, opera como una bisagra aflojada por la conveniencia.
Siempre se quiere el bien, la virtud, la belleza, pero el significado de las nomenclaturas se impone con rabia y sangre. En Nocturno de San Idelfonso Octavio Paz ofrece un descriptivo ejemplo de la ingenua soberbia de quienes luchan por la liberad imponiendo su visión de libertad.
El bien, quisimos el bien:
enderezar al mundo.
No nos faltó entereza:
nos faltó humildad.
Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia.
Preceptos y conceptos,
soberbia de teólogos:
golpear con la cruz,
fundar con sangre,
levantar la casa con ladrillos de crimen,
decretar la comunión
obligatoria.
Algunos
se convirtieron en secretarios de los secretarios
del Secretario General del Infierno.
Se quiere dotar de un contenido más conservador o más liberal al adjetivo cardinal identificado como “izquierda” o “derecha” pero todas las fronteras divisorias terminan por disolverse bajo el influjo de la praxis que, al materializar la ideología, se vuelve añicos.
El arte busca la emancipación del hombre a través de la libertad creativa, sin embargo, una y otra vez las críticas académicas, los claustros cerrados y las voces iluminadas, se encargan de establecer muros de exclusión: “esto es arte; aquello, no”. Podría aceptarse que la comparación es necesaria para establecer distinciones al tenor del género próximo y la diferencia específica pero no puede pasarse por alto que todo significado lleva inscrito un sesgo ideológico y por tanto, una buena dosis de arbitrariedad.
Los discursos y las acciones se divorcian al estrellarse contra la realidad de los pareceres y las parcialidades que, de un modo u otro, siempre tienen algo de autoritarias. Las izquierdas tratando de emancipar, oprimen; las derechas tratando de ordenar, pervierten. Al final todo se reduce a una sola pugna. Toda dicotomía se unifica en la búsqueda por el poder.
En tal contexto, ¿importa establecer diferencias dentro del arte? Silesius afirma: “La rosa es sin por qué”; ¿tendríamos que afirmar que el arte es sin “por qué”, sin ideología, sin ubicación cardinal? Szymborska contesta en Hijos de la época:
Somos hijos de la época
la época es política […]
Quieras o no quieras,
tus genes tienen un pasado político;
la piel, un matiz político;
los ojos, un aspecto político […]
No es necesario siquiera que seas un ser humano
para cobrar importancia política.
es suficiente con que seas petróleo,
forraje o materia reciclada.
O una mesa de debates sobre cuya forma
se ha discutido varios meses:
¿dónde negociaremos sobre la vida y la muerte?,
¿en una redonda o en una cuadrada?
Mientras tanto, ha muerto gente,
han muerto animales,
han ardido casas.
y se han perdido campos de cultivo
como en los tiempos antiguos,
y menos políticos.
Donde haya poder habrá posturas tratando de controlar. En el arte hay posturas que se reducen a la necesidad de afirmar el “yo” como supremo determinante, ajeno a frágiles distinciones que desaparecen ante el impulso de dominar. ¿Podríamos reproducir esta tesis a otros ámbitos?, quién lo sabe.
*Abogado y filósofo/UNAM