Por Juan Diego González*
Un colibrí aletea 80 veces por segundo durante su vuelo para navegar entre las flores y buscar el dulce alimento que le proporciona la naturaleza. Los científicos discuten sobre la imposibilidad de este vuelo, porque sus alas deberían romperse por la fuerza y la velocidad en cada aleteo, además del equilibrio para dirigirse perfectamente a su objetivo sin tocar ni mover otra cosa a su alrededor…
La vida es precisamente el aleteo de un colibrí: sucede tan rápido. Una mañana abres los ojos, respiras, te levantas al baño y orinas. Otro día, así, en menos de un segundo, ya no abres los ojos y la vida desaparece con el batir de alas de un colibrí y el dulce néctar llamado existencia se diluye como el rocío a media mañana.
Conocí al Dosce Uno por medio de Mara Romero, en un evento de poesía para celebrar la vida y pedir la paz… celebrar la vida ¿ironía? No lo sé. Su poesía me impactó, con tanta fuerza y llena de sentimiento, de energía, de luz y en el fondo, ternura. Lo saludé, estreché sus manos de artista. Desde esa vez, coincidimos en otros eventos. A Claudia mi mujer le encantó su propuesta poética y de hecho, ella hizo un vínculo de amistad muy especial con él. Ahora, con su ausencia material, ¿seguirá esa amistad? ¿Dónde va el aleteo de un colibrí? ¿Dónde quedan las sonrisas, la letra de sus poemas y canciones, los colores de sus pinturas?
Juan Alfredo Navarro Olivarría murió a la edad de 25. Su vida era el rap, el graffiti, la serigrafía, la pintura, la fotografía y la poesía. Formó junto con otros amigos un colectivo llamado “Adictos Crew” y su casa en la colonia Cajeme, se convirtió en un taller, en un lugar de trabajo para desarrollar el conocido arte urbano, que a fin de cuentas es arte, una manifestación de la belleza del ser humano. Ese mismo taller se convirtió este domingo 15 de diciembre en su tumba, una tumba fría, lejana, aislada, para transformarse en este momento de redactar el texto en una conjunción de amigos y familiares alrededor de su féretro.
Entonces, la vida es el paso que no diste, doblar en la esquina equivocada, el saludo que te guardaste, el abrazo negado, la mirada desviada, la indiferencia que tuviste con el necesitado, ése que pasa a tu lado, con frío en la espalda y hambre en su corazón. El aleteo de un colibrí, a pesar de su velocidad, es más largo que la vida de un mortal, porque eso significa mortal, que estamos destinados a morir y desaparecer… aunque en el fondo de mi corazón se levanta una voz rabiosa para protestar, para gritar que me resisto a creer eso… mantener viva la memoria de un amigo, es mantenerlo vivo a él, mantenerlo cercano, hablar de él es retar al destino y cambiar las cosas, hacer posible lo imposible: desde aquí levanto mi voz para invitar a todos los que amamos a Dosce Uno a recuperar su esencia y tenerlo cerca, muy cerca… hacer cualquier cosa que convierta su recuerdo en el perpetuo aleteo de un colibrí y lo veamos en todas partes. Hagamos algo…
El ejemplo ya lo dio Denso Uno, (Daniel Sánchez) su mejor amigo. Organizó un recital de poesía y música para ofrecerlo durante el velatorio. El performance es llamado “Spoken Word”, la guitarra estuvo a cargo de “Zuko” integrante de “Adictos Crew” y se proyectó un video con imágenes del Dosce Uno y su participación en otros eventos culturales de Cajeme. “Esta es la última carnalito le dijo Denso Uno”. Algunas personas no soportaron ver aquel muchacho lleno de vida, leyendo sus poemas en la pantalla, mientras el verdadero, es decir, su cuerpo estaba tendido en un ataúd gris. Sollozos, lágrimas, moqueadas… demasiado dolor y tristeza para soportar sobre las alas de un colibrí.
Cada minuto, cada día te cruzas con decenas de personas. La mayoría pasa de largo… algunos se quedan unos días, unos meses, se vuelven tus amigos, se quedan más años, se hacen familia… otros apenas platicaron algunas horas, y se vuelven entrañables. Siempre no existe, un segundo es para la eternidad si lo detienes, como fotografiar un colibrí y congelarlo en el espacio de tu recuerdo.
Dosce uno, hermano, Dios te bendiga. Dante Alighierie asegura en la Divina Comedia que existe en el paraíso un lugar reservado para los poetas y los artistas. Ahí estás tú ahora, platicando con Frida Khalo sobre pintura, o rapeando con Federico García Lorca. Amén
*Escritor y docente sonorense