Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
Velo, nomás velo y dime si no es algo maravilloso… Me encanta callejonear acá… Todo tiene magia, todddo…
—Sí, es bonito, nuestra ciudad tiene rincones bellos, y digo nuestra ciudad porque después de tanto tiempo de arrancarle sus secretos a como de lugar, me la he apropiado aunque yo nací en la Cruz, en Querétaro y lejos de negarlo lo diré siempre con orgullo…
—Bueno, Querétaro es hermosísimo también… Es un verdadero museo gigante… ¿No es así mi estimado Guadalupe…?
—Sí, pero no sé por qué, Coyoacán tiene algo muy especial… Será que ya me lo apropié como dice mi compadre, pero es como si anduviera en Mérida…
—Compadre… Qué manera de romperle la madre a la magia, hombre… Nosotros no tenemos la culpa de su origen… No le hagas caso a mi compadre, Cuervo… Es yucateco…
—Bueno, mi estimado Gato, acuérdate que mi padre es yucateco también y yo “ainas dejo enterra’o el tuch allá”… jajajajajaja…
—¡Jajajaja… Así se dice allá… Pero Mario no creo que sepa de qué se trata el “tuch” ni el “wá” jajajajaja… No sabía que eras yuca, Cuervo…
—Por parte de mi papá. Nací en Nanchital, Veracruz… Pero desde niño, supe lo que era quedarme al cuidado de mi chichí y aprendí a cantar “Konex Palechen”…
—¡Uh, qué la canción… Ahora son dos los chiles habaneros… Déjenme disfrutar el paseo… Compadre Trigo, tú cuéntale mientras tanto al Cuervo y a mí déjenme tranquilo, yo soy queretano…!
Le encantaba a mi recordado y admirado amigo Alfonso Ontiveros, Guadalupe Trigo, hacer esos recorridos por las calles de Coyoacán… Y así, en no sé cuántas ocasiones, a pie o en automóvil por las noches, aquel Volkswagen rojo inolvidable, recorríamos esos empedrados y adoquines descubriendo siempre algo nuevo en la majestuosidad de las casas del barrio (antes pueblo) de Coyoacán en la ciudad de México… En aquel entonces, no existía aún la división política por delegaciones en el Distrito Federal… Mil veces pasamos por “La Conchita”, por la iglesia cerrada junto al altillo ahí en la calle de Francisco Sosa y Universidad, o frente a “La Guadalupana” y mil veces más encontramos día a día algo nuevo… Ahí realizamos mil presentaciones en las miles de Peñas donde se exponía lo que en aquel entonces llamábamos canto latinoamericano o algunos más llamaban folklore (nunca me gustó esa palabrita porque fue un neologismo inglés inventado para nombrar peyorativamente lo hecho por el pueblo, siempre he preferido llamarle canto tradicional)… ¿Cómo se llamaba aquel lugar donde estuve varias veces cantando acompañado de Roberto Cárdenas (Estupendo guitarrista zurdo y yucateco) y Arturo Cipriano Izquierdo (Excelente flautista y sátiro potosino) grandes amigos ambos…? No lo recuerdo bien… Mesón del hermano lobo… Peña del hermano lobo… No, creo que no, pero era un lugar maravilloso, un patio enorme cuya decoración era hecha con cosas viejas, desvencijadas… ¡La Peña del Nahual!, sí, ese era el nombre y era de las hermanas Bermejo… Mi hermano Mario Arturo, fue quien consiguió que nos presentáramos ahí porque como buen gato de azotea, conocía a todo habitante de la Ciudad de México sobre todo si tenía que ver con la música y la poesía… Y la calle era precisamente Francisco Sosa… Una vez más… Ahí estuvo la peña del nahual, ahí el taller de gráfica “La Siempre Habana” donde he tenido el honor de trabajar al lado de grandes artistas plásticos, y ahí ahora, me tocaba ir a la invitación que la bella y talentosa actriz y locutora Cony Madera y la no menos bella y talentosa actriz y locutora Leonor Madera Ferrón, toda una trayectoria en la locución mexicana, me hacían para el festejo del cuarto aniversario de la “Fonoteca Nacional”… Después de caminar en dirección contraria un buen tramo (no llevábamos brújula), nos enteramos de que la entrada era por la otra calle…. El uniformado de siempre, nos impide entrar no obstante la invitación impresa mostrada y después de unos minutos, una señorita nos lleva a unos de los pocos asientos disponibles en aquel teatro al aire libre establecido por una noche en el jardín de la bella casona de la Fonoteca… “Compermiso, perdón, disculpe la molestia” “No se preocupe” y la cara de porquellegantantardeeee para sentarnos… Dos minutos más y vuelta a levantarnos porque “Maestro, sus lugares están apartados más adelante, por favor” “Y si nos quedamos aquí para no molestar” “Es que no se alcanza a ver, mejor vamos…” “Perdón otra vez, disculpe de nuevo, es que…” “No se preocupe, pase” y la cara es ahora de mentadademadre… Finalmente, en nuestros asientos definitivos en la tercera fila, nos dispusimos a ver el espectáculo que la Fonoteca en coordinación con las autoridades de CONACULTA ofrecían con gran orgullo… Toca el turno a mi admirada amiga Encarnación Vázquez… Ella, extraordinaria mezzosoprano con quien compartí cuando estuvimos en el Taller de Ópera de Bellas Artes, al interpretar canciones populares no logró el mismo impacto que en el canto clásico ¿la razón? Se preguntarán mis dos o tres despistados lectores… La razón es muy simple: La inmensa mayoría de mis compañeros cantantes clásicos, menosprecian la interpretación… Es como si al enarbolar la bandera de “la música culta o de concierto”, de pronto se convirtieran en los peores enemigos del canto popular… Absurdo, porque toda la música viene justamente de la emoción del pueblo, de la gente en su necesidad de gritar su sentir de manera bellamente controlada en la música… Tenemos muchos ejemplos de cantantes que abandonan la interpretación y se concretan a la técnica y que hacen verdaderos destrozos de canciones bellísimas. Un ejemplo concreto: Plácido Domingo interpretando a Cri Crí… Verdaderamente pavoroso. En fin, que mi querida amiga Encarnación no logró adecuar su bella voz a los requerimientos interpretativos de nuestra canción mexicana. Sigue el turno ahora a una joven que en su discurso de presentación pareciera basar su canto en su juventud “Soy la más joven de todos los que estamos aquí y me da orgullo representar a los jóvenes en la música…” No entendí bien a bien la razón, pero me dispuse a escucharla con gran atención. Con una aceptable interpretación y una casi impecable afinación, pero con un desarrollo escénico totalmente carente de recursos, nos ofreció dos canciones cuyo arreglo orquestal de Felipe Pérez Santiago en nada favorece a los cantantes aunque tal vez satisfaga la necesidad del orquestador de presentar arreglos que suenen modernos y novedosos… De pronto, con gran entusiasmo, anuncian a un personaje cuya presencia muestra la clara intención de sustituir el talento musical por una apariencia estrafalaria… Lo anuncian como el Roco Pachukote… El momento culminante de su interpretación cantada, fue cuando se puso a hablar… Algo así como un discurso chamánico que nos dejó descansar de sus pavorosas desafinaciones… Me enteraría por mis bellas compañeras Madera, que este personaje, fue líder del grupo La Maldita Vecindad que goza de gran popularidad sobre todo entre la juventud actual… No tengo información alguna en el disco duro de mi corteza cerebral en torno a la parte musical de dicho grupo, intentaré averiguarlo, pero entiendo que su intención, básicamente radica en el aspecto sociológico, de una rebeldía contra lo establecido en tanto que no cumple con lo deseado por la juventud. El propio Carlos Monsiváis lo apunta en ese sentido en una entrevista… “Se empiezan a reunir, Roco, Pacho y los demás y descubren que la Sociología en el caso de las tocadas es tan efectiva como la música…” Sorprendido aún por la desfachatez con que Roco Pachukote disfruta de sus desafinaciones, aplaudo la intervención de otra admirada y querida amiga: Tania Libertad… Su voz, un poco descuidada ahora debo señalarlo a mi pesar, sigue mostrando su enorme calidad y su capacidad interpretativa se pone de nueva cuenta de manifiesto transmitiendo emoción en ambas canciones ofrecidas. Con un arreglo completamente sui generis a “La Llorona”, logra sortear los complicados avatares que el orquestador le puso y nos emociona por su impecable canto e interpretación. De esta manera, da fin al programa mi estimado Jaime Almeida. No puedo dejar de aplaudir y reconocer la labor valiosísima de la Fonoteca Nacional en estos apenas cuatro años de labor. “La memoria sonora de una cultura da cuenta de su devenir; en ella se cifran sus creencias, modos del habla, ritmos y entornos sonoros que representan y conforman su identidad…” Eso nos dicen en su página de internet. Es la Fonoteca una institución verdaderamente interactiva que invita a participar a todo aquel que tenga una inquietud musical y sonora para enriquecer el acervo valiosísimo de nuestro México. La curiosidad, no me deja en paz hasta que en el buscador de la página, escribo mi nombre… Y la sorpresa no podía ser mayor al mirar la gran cantidad de grabaciones mías que están ahí, grabaciones de discos que ya difícilmente recordaba haber realizado… Y ahí están, en esa institución que debemos fomentar y apoyar todos para seguir conservando esa valiosísima memoria sonora que nos identifica en muchos aspectos. Gracias y felicidades por esa labor. Es de gran importancia lo que hacen.
Coyoacán, siempre es bello, siempre… Y más bello se hizo después de esta experiencia ahí, en Francisco Sosa, que tantas veces recorrí al lado de mis queridos amigos Guadalupe Trigo talentosísimo músico y compositor y Mario Arturo, gran poeta y letrista de un sin número de canciones y ahora volvía a vivirlo en la remembranza gracias a la amable invitación de las bellas actrices y locutoras Leonor y Cony Madera.
En la nostalgia de aquel otrora barrio quieto de Coyoacán en compañía de Trigo… Y El Gato.
*Cantante, compositor y escritor.