Por Sofía Mireles Gavito*
El conflicto cristero se divide en dos etapas; la primera que comienza en los primeros días de enero de 1927 y termina en el mes de junio de 1929, gracias a los arreglos entre la Iglesia y Calles, sirviendo de intermediario el embajador norteamericano Morrow. La segunda etapa empieza en octubre de 1934 y termina a mediados de 1936. Más realmente, el conflicto Iglesia- Estado se resuelve hasta 1940 cuando el Gral. Manuel Avila Camacho, candidato oficial pronuncia su famoso discurso de: “Soy Creyente”.
PRIMERA ETAPA (1927- 1929)
Las hostilidades entre la Iglesia y el Estado llegaron en 1926 a su punto de ruptura. Entre 1925 y 1926, el gobierno del Gral. Plutarco Elías Calles ordenó que sean aplicados los artículos 130, 27 y 3º. Constitucionales con todas sus consecuencias. Salen del país 183 sacerdotes extranjeros y son cerrados 74 conventos. La Iglesia decide oponerse activamente al Estado.
La ley Calles que establece sanciones penales a las infracciones del artículo 130 entra en vigencia el 31 de julio de 1926. Mientras la Santa Sede ordena la suspensión de cultos en las iglesias también el mismo 31 de julio.
Al conocer las intenciones de los católicos, el Estado ordena que las Iglesias sean cerradas e inventariadas en los casos que se suspenda al culto religioso. Y a partir, de ese día, los enfrentamientos armados se suceden en diferentes poblaciones, los católicos están dispuestos a defender su fe contra Calles.
Finalmente, en los primeros días de enero de 1927 brota la rebelión al grito de: “¡Viva Cristo Rey!” Las primeras zonas del país que se levantan en armas son: Jalisco, Zacatecas, Guanajuato, Michoacán, Colima y Nayarit. Los altos de Jalisco representan uno de los focos de insurrección más importante.
La lucha fue un enfrentamiento desigual. El ejército bien armado se encontraba al mando del Secretario de Guerra y Marina, Joaquín Amaro. En 1927, el ejército contaba con 79,759 hombres, mientras que en junio de 1927 los cristeros sumaban 20,000 hombres.
En julio de 1927, los cristeros contrataban al Gral. Enrique Gorostieta para que tome el mando militar del movimiento. A principios de 1928, los cristeros se calculaban en 25,000, ubicados en Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Morelos, Guanajuato, Zacatecas, Edo. de México y también se extiende a Puebla, Aguascalientes, Veracruz, Durango y Guerrero. Para finales de 1928, la guerra estaba en su apogeo, los cristeros se calculaban en 30,000 hombres.
En marzo de 1929 se desata la nueva rebelión contra el gobierno, esta vez encabezada por los Generales Francisco Manzo Y José Gonzalo Escobar con el apoyo de los jefes militares de Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango. Escobar y Manzo intentan ganar para sí el movimiento cristero, pero Gorostieta, sabedor de las pugnas por el poder que existía entre el ejército, los acepta con reservas, que finalmente fueron justificadas, puesto que Escobar nunca entregó a los cristeros las balas prometidas.
El Presidente interino Emilio Portes Gil, nombra a Calles, Secretario de Guerra, y así éste combate personalmente a los rebeldes. Aplasta la rebelión escobarista; haciendo que el ejército tenga nuevos bríos para atacar a los cristeros, que ya se calculaban en 50,000 hombres. El ejército federal estaba formado por 70,367 hombres, más 30,000 auxiliares de las brigadas agraristas.
En 1929 la proximidad de las elecciones presidenciales representaba la coyuntura política para que el conflicto se resolviera. Durante los años de lucha, el Estado y la Iglesia habían mantenido negociaciones secretas. La Santa Sede encarga al Monseñor Ruíz y flores las negociaciones. Por intermedo del embajador Morrow, se establecen los convenios con Calles. El día 22 de junio son publicados los arreglos:
1.-La ley de Calles era suspendida, pero no derogada;
2.-Se amnistiaba a los rebeldes;
3.- Se restituían las Iglesias y la Iglesia podía realizar nuevamente los cultos.
El Gral. Gorostieta, que vislumbraba en los arreglos una claudicación de la causa cristera, muere en junio de 1929 en circunstancias extrañas.
La guerra se daba por terminada, sin el consentimiento de los que intervinieron en la lucha. El saldo de la lucha fueron: 90,000 combatientes muertos: 56,882 oficiales y 30,000 cristeros, más la población civil muertos en las razzias posteriores a los arreglos.
2ª. ETAPA (1934-1936)
Aunque la segunda guerra Cristera empieza en octubre de 1934, el conflicto entre la Iglesia y el Estado no se había calmado del todo, a pesar de la firma de “los arreglos”; y así tenemos que en marzo de 1931 estalla una bomba en la Catedral de Veracruz ocasionando varios muertos. El gobierno de Pascual Ortiz Rubio y los gobernadores de Tabasco y Veracruz habían seguido con la lucha anticlerical.
En 1934, durante la Presidencia interina de Abelardo Rodríguez, la situación se agudiza: Calles, a través del ministro de Educación Narciso Bassols, presiona para que sea reformado el Artículo 3º. Constitucional. Rodríguez se niega y Bassols dimite. El Jefe máximo en respuesta lanza el llamado “Grito de Guadalajara” en junio de 1934, resucitando la lucha anticlerical y llamando a la educación socialista.
En octubre de 1934, los callistas logran que sea reformado el art. 3º. Con Lázaro Cárdenas, la nueva guerra se desata provocada por la instauración de la educación socialista. Esta vez son los maestros rurales los sacrificados. Al ser los enviados a impartir la educación socialista, se vuelven el foco de la represión de los grupos cristeros. Durante tres años son asesinados 100 maestros y heridos 200, quedando varios de ellos desorejados.
A diferencia de la guerra anterior, la Iglesia que no estaba dispuesta a perder su papel de educadora, tiene el apoyo de las poblaciones urbanas y las universidades. Se levantan en armas 7,500 hombres en el campo; los alzamientos se suceden en Durango, Michoacán, Jalisco, Morelos, Colima y Zacatecas. En 1935 la situación se empeora y se unen a la guerra Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Oaxaca. A finales de 1935 la insurrección se extendía a 15 estados.
Sin embargo, algo más encubría la postura gubernamental antirreligiosa, y ésta era la lucha entre Calles y Cárdenas, el primero dispuesto a prolongar su influencia a través de la desestabilización.
En 1935 el conflicto por el poder llega a su clímax. Calles esperaba la pronta caída de Cárdenas, se pronuncia en contra del gobierno a causa del conflicto religioso, que él mismo había provocado. Cárdenas, apoyado por el sector obrero de Lombardo Toledano y la fuerza militar dirigida por su adicto Cedillo, consigue derrotar militar y políticamente a Calles.
El 18 de junio de 1935 Calles anuncia que se ausenta del país, el gabinete presidencial es obligado a dimitir y Cárdenas se rodea de hombres leales a él. Cárdenas llama a la conciliación a partir de febrero de 1936; los gobernantes de 7 estados decretan la apertura de las Iglesias y, ante los hechos de armas que se suceden, el Estado opta por ceder y permitir los cultos.
En 1938 las Iglesias se encontraban abiertas y los sacerdotes actuaban libremente, aunque el Estado jamás permitió que fuesen modificados los artículos constitucionales que el clero pedía, manteniendo la separación y las esferas de influencia de la Iglesia dentro de las normas mexicanas.
Pero será durante la campaña presidencial de Manuel Ávila Camacho donde el conflicto Iglesia-Estado se resuelva, cuando el candidato oficial pronuncia la frase: “Soy creyente”.
*Cronista de Tonalá, Chiapas.