Por Daniel García López*
La navidad ha sido y será siempre una de las fechas más esperadas de nuestro calendario social, cultural y religioso; por la innumerable cantidad de sentimientos que se mezclan dentro de nosotros mismos, que nos llevan de la mano por un paseo emocional capas de realizar la más sutil catársis en los ánimos más insensibles.
Es una mezcla de sabores, olores, sonidos, nostalgias que saben a buñuelos, torrejas y lecheatole, colores que centellean y sonidos que parecen llegar de recónditos lugares de nuestra infancia.
La historia nos dice que cuando los jesuitas llegaron a estas tierras, ya los franciscanos habían evangelizado algunas regiones del río Petatlán y habían traído con ellos una de las tradiciones más arraigadas en la orden seráfica, la de poner los “Belenes” o “Portales” el llamado “Misterio” que era la representación de Maria, José y el niño Dios.
Acerca de esto el padre Martín Pérez en la carta anua de 1592, escribe como los indios celebraban la navidad con la postura de un nacimiento mestizo donde las figuras centrales eran la virgen, San José y el Niño Dios, en medio de una fauna netamente regional, compuesta por “culebras, leones y animales ponzoñosos”.
De este relato podemos deducir que la mano franciscana había dejado sembrado ya en los sinaloenses la instalación de los nacimientos y la celebración de las primeras navidades cristianas en Sinaloa y poder entender el largo proceso en el que se haría propia una tradición que ya había pasado de judeo-cristiana a europea y habría de encontrar en los mexicanos carta de naturalización hasta convertirla en propia.
Otro jesuita, el padre Mariano Cuevas en su libro “Historia de la iglesia en México”, nos trascribe algo muy interesante a lo que llama “Coloquio de los pastores”, información que conoce de una carta anua de 1596 donde se informa entre otras cosas, sobre una obra que escenificaban los indígenas habitantes de la villa de Sinaloa. Los indios según se indica bailaban y cantaban junto con los indios Ocoronis. Esto es una parte de lo que señala la carta “Para celebrar la pascua de Navidad avisaron a los pueblos comarcanos que todos se presentasen en la villa de Sinaloa y así lo hicieron con grande concurso y era espectáculo de harta devoción ver junta la gente de veintitrés pueblos y de lugares bien diferentes. Estuvieron la noche de pascua oyendo los maitines y en la mañana se les hizo una plática en lengua Sinaloa que es la más universal. También hubo una danza de pastores y un mitote o danza de los indios mexicanos y naturales. El segundo dia se ordenó una gran procesión donde iba cada pueblo de por si con su cruz curiosamente aderezada de rica plumería y hojas de árboles muy vistosos y acabada hicieron los indios naturales en sus yeguas (que tienen muchas y muy ligeras) un juego de cañas y escaramuza a imitación de lo poco que de esto han visto entre los españoles, y por remate se disparo un tiro de artillería, que el capitán tiene aquí en el fuerte, con que los indios quedaron muy admirados.
Los cantores mexicanos lo trabajaron muy bien, porque además de oficiar toda la pascua la misa con canto de órgano, presentaron un coloquio en su lengua y de su propia invención, vestidos como ángeles y entre otros villancicos y motetes fue uno en lengua mexicana y otro en Ocoroni. Hubo también buena música de instrumentos con flautas chirimías y trompetas en que los mexicanos salen de ordinario muy diestros.”
Así termina la cita que hace al padre Cuevas, aunque se desconoce por completo el ya citado coloquio debido a la omisión que de el hace la Carta Annua, pero la mención que hace que los indios lo escribieron es muy clara y que además lo escenificaron, aunados estos dos ejemplos podemos afirmar que en las postrimerías del siglo XVI, las celebraciones de la navidad llegaron a alcanzar el punto más septentrional de las tierras novohispanas.
Durante el periodo jesuita de nuestra región la Navidad fue una de las festividades principales de los pueblos de misión, en ella desplegaban toda su algarabía y manifestaciones artísticas. Aun podemos observar en algunos pueblos del norte que conservan algunas de sus tradiciones como la hermosa danza de Matachines, de inminente origen morisco, que se baila para celebrar el nacimiento del Niño Dios, inclusive su indumentaria incluye una palmeta adornada con plumas de gallina, que a decir de los danzantes es para con ellas “hacerle cosquillas al Niño Dios”.
En la mayor de las ocasiones, según los relatos escritos y orales, o por las tradiciones que aun siguen vivas en los antiguos pueblos misionales como Ocoroni, San Miguel Zapotitlán, se prescinde de las figuras de José y la Virgen, solo se cuenta con el niño Dios, que es el protagonista de las celebraciones navideñas y a quien la comunidad rinde gran veneración.
Ya secularizadas las misiones, algunas fueron encomendadas nuevamente a los franciscanos y fueron ellos quienes implementaron la novena de aguinaldos, las piñatas, los villancicos y las pastorelas, todas ellas salidas de la espiritualidad franciscana, ya implementadas en México desde la llegada de la orden seráfica y su proliferación en las misiones en el centro y sur del país.
Durante el siglo XIX y principios del XX podemos encontrar claros ejemplos de la tradición navideña con la instalación de portales o belenes en el interior de las iglesias y en las casas habitación, que a pesar de lo escueto que son los datos sobre este pasaje en los evangelios, la imaginería popular ha logrado recrear esta bella escena, ha logrado que el paisaje agreste de Palestina donde ocurrió, no pertenezca más que a una sola visión de las cosas, es algo que puede y debe hacerse lo más acercado posible a quien lo realiza, deja ya de parecer una escena bucólica ocurrida en un lugar lejano y desconocido para convertirse en algo vivo, algo propio, en algo nuestro. Así tenemos que la flora y fauna tienen algo de familiar: guajolotes, pollos, gallinas abadas, buchipelonas y coloradas, la fauna son los nopales, cactus y magueyes, los pastores dejan atrás sus atuendos de beduinos por el zarape, el calzón de manta y los guaraches de tres piquetes.
En Guasave se espera con ansias la fiesta de la octava de la virgen, la fiesta de noviembre, por que los fayuqueros venden nacimientos y toda la fauna que uno quiera ponerles, tanto como tu bolsillo te lo permita.
No hace mucho aun se rezaba en las iglesias la novena de los aguinaldos, se cantaba la letanía y se pedía posada: primero en las puertas laterales para cantar los últimos versos en la puerta mayor y así entrar todos juntos al son de : ENTREN SANTOS PERGRINOS, PEREGRINOSSS
Dos hermosas tradiciones navideñas trasgredieron las fronteras del tiempo en el siglo XX,los una desapareció la otra agoniza: la Pastorela de Tamazula y la Misa de Pastores que aún se canta en Bamoa.
La pastorela de Tamazula, era una pieza teatral que se representaba en la plazuela de la comunidad, donde participaba todo el pueblo de manera integral y activa, ya que unos eran los actores y otros servían para dar lucimiento haciéndola de extras.
Quienes aún recuerdan estas representaciones cuentan que era una verdadera fiesta de carácter popular, pues toda la gente esperaba con ansias la fecha en que se llevaba a cabo, donde previamente se instalaban puestos de atole, ponche de canela y buñuelos para hacer más animada la presentación.
En el museo de ejidatario se conserva un ejemplar escrito a máquina del texto completo de la pastorela que está fechado en 1922, donde se puede leer los versos en los que está escrita.
Es de una belleza extraordinaria como verso a verso se van narrando las peripecias que sufren los pastores para llegar al portal de Belén.
En una de sus partes, en el diálogo del ángel caído, sobresale este hermoso verso, que ha tomado popularidad, pero fuera de su contexto nos parece educativo y hasta moralizante, pero citado en su verdadero entorno adquiere dimensiones filosóficas por su belleza y su acierto:
APRENDED FLORES DE MI
DE LO QUE VA DE AYER A HOY
AYER MARAVILLA FUI
Y HOY SOMBRA DE MI NO SOY
Desgraciadamente con el paso del tiempo y la llegada de la modernidad, fue desapareciendo de la vida social de los habitantes de Tamazula, hasta quedar solo en el recuerdo de quienes lo presenciaron y en una vitrina de su visitado museo.
Otra hermosa tradición que por suerte perdura hasta nuestros días, como ya lo dije, es la Misa de los Pastores, que en nuestro municipio se canta en la iglesia parroquial de Bamoa.
Esta misa se cantaba la noche de navidad en la iglesia de la Virgen del Rosario de Guasave, la de la Virgen de la Natividad de Tamazula y en la de la Virgen de Guadalupe de Bamoa, desgraciadamente en las dos primeras desapareció por completo.
Esta composición musical fue escrita por Pietro A. Yon, un músico del siglo XVI de origen Italiano y la partitura de esta misa figura en los archivos de la Basilica de Guadalupe y de la Catedral Metropolitana por citar algunos.
Fue escrita para dos voces y órgano y consta de cinco partes
Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei.
La Misa de los Pastores se cantaba en la misa de Gallo del 24 de diciembre, siempre acompañada por los viejos órganos de pedal y entonado por dos coros que hacían cada uno de tiempos de ejecución y su gran belleza y armonía, hacían sin duda la delicia de todos aquellos que entre dormidos y despiertos asistían a la ceremonia religiosa.
En la iglesia de Bamoa aún se canta, no con órgano y con voces lo bastante acabadas como para exigir ya un relevo generacional que continúe con la tradición que por tantos y tantos años se ha mantenido viva dentro de las vetustas paredes de su iglesia.
Estas dos tradiciones son un claro ejemplo de la sensibilidad que nuestro pueblo tiene a estas fechas, de la reverencia que siente por los sentimientos que afloran en cada uno de nosotros cando se siente en la boca el alegre crujir de un buñuelo empapado en la espesa miel que lo acompaña.
*Director del Museo de Guasave